Crítica del concierto de la Orquesta de Valencia, con Benjamin Beilman como solista, bajo la dirección musical de Thomas Dausgaard
Ritmos folclóricos, emociones sinfónicas
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 20-I-2024. Palau de la Música. Benjamin Beilman, violín. Orquesta de València. Director: Thomas Dausgaard. Obras de Béla Bartók, Aleksandr Glazunov y Piotr Ilich Chaikovski.
La Suite de danzas, posicionada como una de las piezas más insignes del repertorio bartokiano, se erige como un compendio fascinante de las raíces folclóricas húngaras, rumanas, eslovacas y árabes, evidenciando la inmersión meticulosa del compositor en estas tradiciones melódicas. La efusiva ejecución a cargo de la Orquesta de Valencia, bajo la dirección de Thomas Dausgaard, desplegó su riqueza de carácter y un sonido imponente, aunque cabe argüir que en determinados momentos, pese a su precisión, podría haberse procurado una mayor dosis de audacia y desinhibición. No obstante, esta consideración crítica no menoscaba la esencia de una interpretación que transitó con destreza y coherencia a lo largo de los movimientos que configuran esta suite, culminando en un desenlace estimulante que fusionó la bravuconería melancólica con vigorosa vitalidad.
Benjamin Beilman, a través de una interpretación magistral del Concierto para violín op. 82 de Glazunov, reveló con destreza la riqueza del lenguaje romántico tardío que pervivía a principios del siglo XX. Estrenado en 1905, este concierto se alza como una obra maestra gratificante para cualquier solista, y el estilo elegante de Beilman se integró sin esfuerzo en el ethos rapsódico de la composición. El primer movimiento se desenvolvió con una sutileza levemente dramática y sensualmente elocuente, con vientos que insinuaban resonancias berliozianas, permitiendo que el violín se elevara expresivamente en colores transparentes. La esencia misma del concierto se manifiesta en el Andante sostenuto central, una sección de considerable extensión que Beilman abordó con maestría, impregnándola con su característica sutil poesía. El Allegro final, imbuido de un aire heroico, otorgó al solista amplitud de oportunidades para desplegar virtuosismo sin ostentación. La Orquesta de Valencia ofreció un acompañamiento ricamente colorido y equilibrado. Beilman capturó con precisión la poesía suave del concierto, subestimado aún por su lenguaje conservador, revelando así la profundidad artística de Glazunov que a menudo queda subyacente. Este magistral desempeño resonó con una paz serena que se afianzó cuando, como bis, resonaron las notas de Bach, sellando una experiencia musical notable y profunda.
En la segunda parte tuvimos el privilegio de escuchar una impresionante interpretación de la que siempre se ha considerado la mejor sinfonía de Chaikovsky y, de hecho, una de las mejores sinfonías de todos los tiempos: la Cuarta. Estrenada en Moscú en 1878, es una obra maestra absoluta, que muestra al máximo todas las secciones de la orquesta, cuerdas, instrumentos de viento, metales y percusión, y nos lleva en un viaje de emociones que culmina en uno de los más grandes finales jamás escritos. Thomas Dausgaard demostró un firme control desde la fanfarria del primer movimiento y nos guió expertamente a través de los giros y vueltas del viaje sinfónico de Chaikovsky. Qué belleza la cuarta, con sus numerosas alusiones a melodías populares, a la escritura peculiar para instrumentos de viento y a la naturaleza impetuosa de gran parte de la música de cuerda. El pizzicato Scherzo, absolutamente original, no sonó menos revolucionario que en 1878. Se debe felicitar a todas las secciones, pero cabe destacar el magnífico fagot de Juan Sapiña, el oboísta principal Roberto Turlo, la flautista María José Ortuño y el siempre confiable Vicente Alós en el clarinete. Toda la sección de metales fue uniformemente magnífica y profundamente emocionante, y los timbales de Javier Eguillor y la percusión fueron simplemente sensacionales. Todos quedamos sin aliento cuando la sinfonía llegó a su fin, y tanto Dausgaard como la orquesta fueron aplaudidos, con razón, hasta las vigas del Palau de la Música. Los amantes de Tchaikovsky estarán de enhorabuena.
Fotos: Foto Live Music Valencia
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