Una entrevista de David Santana / Fotos: Richard Boll
Resulta casi abrumadora la velocidad con la que el joven tenor franco-suizo Benjamin Bernheim ha conquistado algunos de los teatros más codiciados por los cantantes de ópera. ¿Su última gesta? Nada menos que rendir al público milanés en el Teatro alla Scala interpretando el papel principal de La traviata. Ha actuado, así mismo, en la Royal Opera House de Londres, en el Fetspielhaus de Salzburgo, en París, Viena, Berlín o Chicago.
Esta colección de grandes instituciones no resulta extravagante si uno se detiene a escuchar la voz de Bernheim: energía, intensidad, dinamismo e inteligencia en el uso de sus cualidades vocales definen las interpretaciones de este gran tenor pero, lo que le hace único, aquello que provoca el irresistible deseo de escucharle una y otra vez es su timbre: centrado y potente en el registro medio, pero con un toque metálico en el agudo, le convierte en un tenor lírico-ligero excelente, ideal para papeles por los que ya ha destacado como Alfredo Germont en La traviata o Rodolfo en La bohème.
Para comenzar me gustaría que nos contase algo sobre sus inicios en el canto.
Cuando tenía diez u once años, estaba en el colegio en Ginebra, que es la ciudad donde me crié, y montamos Cavalleria Rusticana y Pagliacci. A mí en aquella época aún no me interesaba la música ni tampoco la ópera, ni cantar, pero mis padres querían que lo hiciera y, bueno, no me quedaba otra.
Sin embargo, cuando finalmente lo hice descubrí el escenario, el teatro, la orquesta... y algo cambió en mí, en mi corazón. Se produjo una primera conexión con el mundo de la ópera. Recuerdo con especial cariño el momento en el que antes de la representación escuché afinar a la orquesta, desde entonces intento estar cerca del escenario cuando los instrumentistas afinan.
¿Fue entonces cuando comenzó sus estudios de canto?
No, eso no ocurrió hasta un tiempo después. Cuando tenía como diecisiete o dieciocho años tuve curiosidad por volver a cantar, mis padres también hacían música, y descubrí que tenía la oportunidad de estudiar canto. Me preparé las audiciones y empecé a estudiar en Lausana (Suiza) con el que fue mi primer profesor Gary Magby. Estudié con él cuatro años y después entré en el coro de la Ópera de Lausana.
Durante esta etapa de estudiante hice un gran amigo que era pianista en la Ópera de Zúrich y me dijo que probara a hacer las audiciones allí, me cogieron, estuve trabajando con Andreas Homoki y, finalmente tiempo después ya decidí hacerme freelance. De aquello hace ya diez años y desde entonces he estado aquí en Zúrich.
¿Quiénes considera que fueron las personas que más le influyeron en esa etapa de su vida?
¿Durante mis estudios? Evidentemente mi profesor Gary Magby fue muy importante. También dos clases magistrales que recibí siendo aún muy joven: la primera de ellas con Jaime Aragall, en Sabadell. Dos años después también estuve en Busseto con Carlo Bergonzi. Me dijeron que veían en mí buenas cualidades para el canto. Escuchar de dos grandes figuras como ellos que mi voz tenía algo especial, fue algo muy importante, me animó definitivamente a trabajar en el canto.
¿Recuerda aún alguno de sus consejos?
Sí, claro. Carlo Bergonzi insistía mucho en la respiración, en no perder jamás la conexión entre la voz y el aire. Con Jaime Aragall el contacto fue más personal. Recuerdo que estaba cantando Lucia di Lamermoor y me dijo, además en español, «sigue el camino», para referirse a que no me preocupase tanto por ciertos pasajes, simplemente que dejase que la voz fluyera siguiendo la línea de la melodía, como si fuera en un coche por una autopista vacía, «si sigues el camino no estarás equivocado». Me acuerdo de eso constantemente.
Cuando recibe un encargo tan peculiar como el de la representación de La bohéme en la Ópera de París en 2017 que en vez de estar ambientada en la capital francesa el escenario se trasladó al espacio exterior, ¿cómo se prepara para ello?
Hay mucha gente que lo desconoce, pero lo cierto es que no sabemos nada acerca de lo que vendría a ser la parte escenográfica hasta que comienzan los ensayos. Por lo tanto, aunque los contratos se hacen con dos o tres años de antelación, todo se lleva con mucho secreto y no sabes nada de lo que te espera hasta, por ejemplo en el caso de París, seis semanas antes del estreno. En septiembre de este año hago La traviata, esta vez en el Palais Garnier, y me han dicho que será muy especial, pero aún no sé con qué me voy a encontrar, cuál va a ser la escenografía, cuál va a ser mi vestuario...
Creo que los grandes cantantes de ópera deben estar abiertos a nuevas ideas y no llegar con la idea de cantar en un tipo de producción en concreto. Yo intento ser flexible y hacer todo lo que puedo. Si hay algo que no quieres hacer siempre lo puedes hablar.
¿Tiene alguna rutina previa a la representación de una ópera?
Intento llegar temprano al teatro, en torno a unas dos horas antes de que comience la representación. Me gusta conocer el teatro donde voy a actuar: subirme al escenario, recorrer los pasillos, las salas... También así tengo tiempo de tomarme tranquilamente un café o un té.
¿Y en cuanto a la voz? ¿Algún ejercicio de calentamiento?
Sí, los minutos antes de la representación canto un poco y si el camerino tiene piano me acompaño con él. Intento entrar en contacto con mi voz, canto algunas notas... Sin embargo, intento estar calmado y reservar así la energía para cuando salga al escenario.
¿Qué es lo mejor de ser uno de los tenores más populares del momento?
No me veo de esa manera (ríe), pero es un honor cantar en tan maravillosos teatros a lo largo y ancho de Europa y compartir escenario con grandes compañeros de profesión. Es un placer cantar ópera a este nivel.
Bueno, al menos no me negará que es uno de los más alabados por la crítica.
Sí, eso tal vez sea cierto, las críticas han sido muy buenas. De hecho creo que esa es la mejor parte, que la gente vaya a ver una ópera por escucharte a ti, que te den papeles principales y que el público diga «mira, hoy actúa Benjamin Bernheim». Eso hace unos años no me ocurría y en ese aspecto sí que es cierto que ha aumentado mi popularidad.
Claro que esto es un arma de doble filo, porque la gente va a estar muy pendiente de lo que tú hagas, van a esperar un nivel cada vez más alto y no te puedes permitir una representación en la que no lo des todo. Esto no tiene por qué ser precisamente negativo, pero sí que resulta un desafío y hay mucha más presión porque tienes que estar al nivel que el público te demanda.
Por otro lado, te hace feliz ver que la gente te conoce, te sigue y les ves, por ejemplo en Viena, unas semanas después en Berlín y luego en La Scala. Te vuelven a escuchar, te hacen comentarios, te preguntan, se interesan por ti. Esta conexión que se crea con el público es muy importante para mí y disfruto mucho con ello.
Es cierto que trabaja su relación con el público, de hecho, es muy activo tanto en su web como en twitter o Instagram pero ¿lo hace porque le gusta o porque es parte del trabajo de ser cantante?
Es una parte de mi trabajo, sí, pero una parte muy diferente a la parte principal de la profesión de un cantante que es, lógicamente, cantar. En mi caso me ayuda con las redes sociales Olivia Renaud, trabajamos de manera muy cercana y prácticamente todos los días hablamos y planificamos qué es lo que vamos a mostrar al mundo sobre mí. Es importante dedicarle tiempo porque es la forma de acercarse a las nuevas generaciones que están en las redes sociales y que también aman la ópera. Además es una oportunidad excelente de tener un contacto más cercano con el público, puedes leer sus comentarios, responder a sus preguntas, etcétera.
Podemos afirmar entonces que la figura del divo o la prima donna está en extinción.
No se crea, he visto jóvenes cantantes de ópera que interpretan ese papel, pero yo prefiero mostrarme disponible para mi público, creo que es más importante mostrarse cercano.
El próximo mes de abril visitará nuestro país para actuar junto a Ermonela Jaho en el Teatro Campoamor de Oviedo, ¿es su primera vez en España?
No, es la segunda vez que actúo en España. La primera fue en Santiago de Compostela en 2011. Bueno y también había estado antes en las clases magistrales que te comenté con Jaime Aragall en Sabadell. También hice una audición para Plácido Domingo en Sevilla hace bastantes años, pero aquello no fue a más. Pero podemos decir que sí es la primera vez que me mido con el público español desde que mi carrera tomó carrerilla.
¿Y qué expectativas tiene?
Las que recuerdo del único concierto que tuve allí. Fue en enero, si mal no recuerdo, en época de vacaciones de Navidad, y no había mucha gente, pero el poco público fue encantador, me recibieron muy bien.
¿Y para cuando una actuación en Madrid o Barcelona?
Tengo algunos planes, pero no puedo hablar sobre ello porque aún no hay nada cerrado. Pero sí que me encantaría cantar en cualquiera de las dos ciudades.
Con tanto viaje y tanto concierto, ¿cómo consigue compatibilizarlo con su vida personal?
A veces resulta un desafío, es verdad, pero bueno, vivo en una ciudad con un aeropuerto internacional, puedo estar en cualquier sitio prácticamente en cualquier momento. Así que sí, es compatible. Es un trabajo que te exige estar mucho tiempo fuera de casa, lejos de las personas que amas.
Hay gente que prefiere quedarse en casa, llevar una vida tranquila. Yo tengo ganas de viajar, de salir, de ponerme a prueba delante de diferentes públicos, de estar presionándome constantemente para ser mejor y aprovechar todas las oportunidades que me den. Me gustaría visitar, por ejemplo, Australia, Santiago de Chile, Rusia o Israel, pero también depende de dónde me quiera ver la gente y, por supuesto, de las decisiones de mi representante.
Cada vez tengo más trabajo y tengo aún más ganas de trabajar. No solo quiero estar como ahora, sino mejorar. Creo que, los cantantes, si nos mantenemos en el mismo nivel dejamos de ser artistas, tenemos que estar constantemente mejorando. Es por eso que estoy deseando aprender nuevo repertorio, viajar a otros países y visitar otros teatros.
Cuando dijeron mi nombre en La Scala, en Viena o en Covent Garden, para que subiera al escenario, me sentí realmente especial. La verdad es que me considero afortunado de tener la vida que tengo, de que se me dé la oportunidad de cantar en grandes teatros y de contribuir a mantener toda la magia que, de un modo u otro, rodea al mundo del canto, a la ópera.
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