Por Albert Ferrer Flamarich
Carl Ditters von Dittersdorf (1739-1799): Tres sonatas para piano a 4 manos “Ovidio” (Ajax et Ulysse, Hercule change en Dieu y Jason, qui emporte la toison d’or). James Tibbles y Michael Tsalka, fortepiano. NAXOS 8.573740 56 minutos. DDD Grabación de 2014.
Carl Ditters von Dittersdorf (1739-1799) pertenece a la categoría de aquellos compositores “desconocidos para redescubrir”. Violinista, crítico, compositor y autor de escritos teóricos (con una biografía póstuma), fue un típico exponente del siglo XVIII austríaco tardío. Escribió en estilo galante, influido operísticamente por el modelo italiano (conocer La serva padrona de Pergolesi fue una experiencia que lo marcó) y por Gluck en el lenguaje orquestal, sobretodo en la ilustración de un concepto programático y referencias extramusicales en algunas sinfonías. Autor de composiciones peculiares como la Sinfonía al gusto de cinco naciones (1767) en cinco movimientos con referencias a cinco escuelas europeas, en 1781 Dittersdorf proyectó una serie de 15 sinfonías agrupadas de cinco en cinco y basadas en las Metamorfosis de Ovidio. De éstas sólo completó las seis primeras (grabadas por Naxos) y dejó otras tres en versión para piano a cuatro manos, que son las presentadas en este disco.
Su idea inicial era que estas sinfonías fueran acompañadas de traducciones de la obra original, un prefacio para cada movimiento precedido por un grabado de un artista de la época, así como de una cita en latín sugiriendo –seguramente por primera vez- una experiencia sinestésica. Sin embargo, todo esto quedó en proyecto fallido porque Artaria desestimó la oferta. Fue un competidor de la editorial vienesa la que años después publicó las primeras series de sinfonías. Seguramente éstas se ofrecieron en mayo de 1786 gracias a la intervención de ese apóstol musical que fue el Barón van Swieten. Un segundo concierto se ofreció en julio, aparentemente con otras sinfonías inspiradas en Ovidio, aunque se desconoce si fueron las mismas según las completas notas de carpeta firmadas por Allan Badley. Unas notas que, por cierto, incluyen los resúmenes de las Metamorfosis en las que se inspiran, así como una breve relación programática entre la música y el texto, aunque resultan muy parcas en análisis musical. Y es que estas sinfonías participan de la fascinación por la Antigüedad que impregnó los ámbitos cultos europeos durante la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente germánicos y británicos, tras el descubrimiento de las ruinas de Pompeya, Herculano y Paestum y que fue canalizada por las investigaciones de figuras como Winckelmann. A partir de ello se cimentó un neoclasicismo que atendió la antigüedad no sólo como fuente de inspiración sino también como modelo y norma del credo artístico.
Parte del material sobre el que se basan estas sinfonías de Dittersdorf fue escrito antes de 1781 y moldeado para configurar estas tres obras coloridas, muy contrastantes dentro del sinfonismo canónico pero con aspectos de un cierto progresismo. Por un lado, Dittersdorf construye a partir de la forma sonata (con introducción lenta o sin) y el principio compositivo de repetición, contraste y divergencia temática, además de integrar el minueto junto a formas desfasadas para la época como la chacona que cierra la Sinfonía “Jason, que se llevó el vellocino de oro” con la que recrea la sugerencia programática pertinente. Por otro lado, y por motivos parecidos, resuelve con una sección en Adagio el último movimiento de la Sinfonía “Ajax et Ulysse” y dedicada a Hércules. También juega con pasajes contrapuntísticos elaborados y establece una dialéctica entre tutti en fortísimo frente a líneas solistas, uso de sforzandi y contrastes de texturas sin desmarcarse de una cierta estética del sentimiento del momento y del influjo del Sturm und Drang. Igualmente sugestiva es la Sinfonía Hércules y su proteico Allegro vivace inicial y un movimiento conclusivo cuyo inicio juega con una construcción fugada como símil del veneno mortal discurriendo por el cuerpo del héroe. Para la conclusión, Dittersdorf vuelve a escoger un Adagio de reminiscencias gluckianas como sucede en el segundo movimiento de la sinfonía dedicada a Ajax y Ulises.
Con un fortepiano Walter de 1801, los pianistas James Tibbles y Michael Tsalka redondean la propuesta artística con muy buena toma de sonido: riqueza tímbrica, claridad de texturas, intensidad del fraseo musical y encaje de los acentos rítmicos, contrastes acusados sin paroxismo, indudable musicalidad, variedad idiomática y un entusiasmo y frescura que validan a Dittersdorf como un compositor sugerente y creativo cuya obra merece mucha más difusión que la recibida. Sin duda, uno de los varios buenos discos comercializados por el sello este 2017.
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