El excepcional conjunto italiano ofrece una luminosa y muy personal visión de algunas obras del gran compositor franco-flamenco, con varias de las piezas en primera grabación mundial.
Por Mario Guada
Missa Misericordias Domini & Motets. Música de Heinrich Isaac. Cantica Symphonia | Giuseppe Maletto. Glossa, 1 CD [Platinum, GCD P31908], 2015. T.T.: 70:04.
A pesar de que no es uno de los compositores franco-flamencos más conocidos, menos si los comparamos con figuras como Josquin des Prez, Guillaume Du Fay, Johannes Ockeghem, Jacob Obrecht, Cipriano de Rore, Adriaan Willaert u Orlande de Lassus, y ni tan siquiera comparado con algunos de los compositores de su misma generación franco-flamenca –la tercera–, como Pierre de la Rue o Antoine Brumel; Heinrich Isaac [c. 1450-1617] es uno de los autores más talentosos y brillantes de la Europa del momento. Alcanzó una notable fama internacional en las décadas cercanas al año 1500, influyendo de manera importante en el Renacimiento italiano y europeo del momento. Su producción musical es particularmente amplia y variada. Merced a su notable vínculo con la dinastía de los Habsburgo dejó una huella muy marcada en las tradiciones musicales alemanas de aquel momento, desarrollando también una importante carrera en la italiana Firenze. Dentro del grupo de compositores norteeuropeos con los que compartió época, su reputación fue solo superada por la de Josquin, especialmente si nos ceñimos al número de sus obras que han sobrevivido en copias manuscritas. No deja de asombrar su productividad y flexibilidad creativa, que dejó bien patente en sus numerosas misas, motetes, obras litúrgicas para el propio de la misa y su música vocal profana. Fue sin duda el ejemplo más destacado de influencia a medio camino entre lo franco-flamenco y lo italiano, considerándole un precedente magnífico del mismísimo Lassus.
El presente registro, en el que se han grabado ocho de sus obras, supone –a pesar de que es un número ínfimo en comparación al grueso de su catálogo– una aportación realmente magnífica a la discografía del autor, dado que cinco de ellas son primeras grabaciones mundiales. La pieza central es la Missa Misericordias Domini a 4, extraída de la publicación de Ottaviano Petrucci de 1506. Como explica realmente bien Guido Magnano en sus notas críticas, la misa presenta algunas características realmente interesantes: pasajes homofónicos que son enfrentados a otros de claro contrapunto imitativo; el cantus y el tenor como líneas dominantes en muchos de estos pasajes; la parte del texto sobre el Crucifixus que se omite aquí, en un caso ciertamente extraño aunque no único; o la no utilización del cantus firmus –un procedimiento muy habitual en las misas de Isaac–, sino de material temático tomado de una frottola titulada In focho, in focho la mia vita passa, por lo que el título de la obra, Misericordias Domini, es un misterio –Govanni Zanovello defiende que la obra fue compuesta en Italia, y por lo tanto sigue la tradición de adaptar textos previos, vernáculos, al latín para cantar sus laude, por lo que es probable que Isaac conociese dicho texto en su adaptación latina del salmo 42, es decir, en un ejercicio de contrafactum–. Isaac escribió treinta y seis ciclos de misas que han sobrevivido hasta hoy, además de algunas que se saben perdidas. Sus dieciséis misas construidas sobre material preexistente son realmente magníficas y suponen una aportación a la altura de las misas escritas por Josquin, Obrecht o Agricola, aunque sus ciclos se diferencian de los de estos en que al menos veinte de ellos se basan en el correspondiente canto llano del ordinario de la misa, y todos ellos, menos uno, para ser interpretados alternatim –esto es, alternando las partes monódicas con las polifónicas–.
Se añade a la misa la grabación de siete motetes de gran brillantez, ejemplo de su capacidad creadora, que en muchos casos supone un notable ejercicio de arquitectura musical. Más de cincuenta motetes se han conservado de Isaac, entre los que se aprecia una inmensa diversidad de estilos y formas. Como indica Emma Kempson en su estudio sobre los motetes del autor, algunos están firmemente arraigados en la tradición franco-flamenca, mientras que otros están más cercanos al estilo italiano y los restantes se aproximan a la tradición alemana, brillantemente ejemplificada por su música para el propio de la misa. La mayoría de sus motetes están basados en el canto llano, en los que el texto de las voces libres y el cantus firmus es el mismo; otros están basados sobre el tenor de obras prexistentes, con textos diferentes; mientras otros no presentan ningún cantus firmus. El grupo más numeroso de motetes es aquel en el que el cantus firmus presta su texto para el motete completo. Inviolata, integra, et casta a 5 es un magnífico ejemplo de la complejidad y el inmenso desarrollo de algunos de sus motetes, en este caso una atribución a Isaac de este motete de dudosa autoría, extraído de Motetti C, de Ottaviano Petrucci [1504]. Rogamus te a 4 está extraído de esta misma colección y es un interesante contrafactum del motete La mi la sol del propio Isaac. Por su parte, Ave Regina cælorum a 4 y Sub tuum præsidium a 4 son reconstrucciones vocales realizadas por Maletto de estas obras encontradas únicamente en fuentes instrumentales. Ave ancilla trinitatis a 4 y Quæ est ista a 4 son dos obras conservadas en el Ms. 232 de la Biblioteca Nazionale Centrale de Fierenze. Se cierra el disco con el extraordinario O decus Ecclasiæ a 5, un magnífico ejemplo de construcción sobre el hexacordo.
Las interpretaciones de Cantica Symphonia de los autores franco-flamencos son siempre magníficas. Memorable para muchos –entre los que me encuentro– es su serie dedicada a Du Fay, o el disco dedicado a las misas sobre L’homme armé de Antoine Busnois. Aportan siempre lecturas de gran calidad técnica y tremendamente expresivas, merced a un aporte colorista y luminoso, con una influencia mediterránea que sienta realmente bien a la música de Isaac. Tanto los momentos puramente vocales, como aquellos en lo que se introduce instrumentación –marca de la casa son ya esas vihuelas, amén de los consabidos ministriles– resultan absolutamente fascinantes. La afinación –sin ser tan absolutamente perfecta como la que los conjuntos británicos llevan a gala– es fantástica, con un equilibrio entre las líneas muy logrado y, sobre todo, con una expresividad fuera de toda duda y a la que no todos los conjuntos consiguen aspirar. Puede decirse que estéticamente el conjunto se acerca más a la visión que de este repertorio tienen los conjuntos belgas y centroeuropeos que a la de los británicos.
Por su parte, Giuseppe Maletto –que es bien conocido en su doble vertiente de polifonista y monteverdiano– es quien sigue comandando de manera sabia los proyectos discográficos del conjunto, con un conocimiento profundo del repertorio y un gusto vocal y artístico realmente fantástico. Como cantante que es, Maletto da libertad a las otras voces y busca siempre la máxima exigencia técnica, pero también el paladeo textual y sobre manera la expresión del mismo. Tiene una afinidad especial para con este repertorio, y al igual que se le considera un excelso madrigalista e intérprete de la obra de Claudio Monteverdi, Carlo Gesualdo o Luca Marenzio, sin duda hay que atribuirle un enorme mérito cuando se acerca a la obra de Du Fay y ahora a la de Isaac. Si bien diré que no es una sorpresa –dado su historial–, sí que cumple con nota las grandes expectativas puestas sobre el presente registro.
Como siempre, Glossa se apunta otro tanto más en su impresionante catálogo. Otro triunfo más para un registro que combina de manera exquisita continente y contenido, con un diseño moderno pero elegante –debido a Rosa Tendero–, una pulcra y exquisita toma de sonido –de la mano de Davide Ficco y el propio Maletto–, unas magníficas notas críticas ya mencionadas, así como una producción ejecutiva realmente inteligente, firmada una vez más por Carlos Céster. ¿Quién dijo que la polifonía franco-flamenca era aburrida? Créanme si les digo que este cedé les quitará todos sus prejuicios.
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