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CRÍTICA: INSPIRADA PRODUCCIÓN DE CHRISTOF LOY PARA 'IL TURCO IN ITALIA' DEL TEATRO DEL LICEO. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
11 de junio de 2013
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Foto: Antoni Bofill
ROSSINI PREÑADO DE INGENIO

 

Barcelona. 04/06/2013. Gran Teatre del Liceu. "Il turco in Italia" de Gioacchino Rossini. Ildebrando D'Arcangelo (Selim). Nino Machaidze (Fiorilla). Renato Girolami (Don Geronio). DAvid Alegret (Narciso). Pietro Spagnoli (Prosdocimo), entre otros. Victor Pablo Pérez, director. Christof Loy, director de escena.

      Casi dos siglos, en concreto 199 años, ha habido que esperar para ver el estreno en el Liceo de este título de Rossini, que en 2014 cumplirá doscientos años desde su primera representación en Milán. Para esta ocasión, el teatro de las Ramblas escogía una inspirada producción con la firma de Christof Loy, procedente de la Bayerische Staatsoper de Múnich. Es un trabajo ejemplar, en líneas generales, que insufla aire fresco e ingenio a un lenguaje, el del Rossini buffo y cómico, que adolece a veces de ser representado bajo un código demodé y caduco. Loy consigue, por el contrario, un espectáculo ágil, colorido, con estupenda dirección de actores, y con resuelta escenografía y vestuario, a cargo de Herbert Murauer. Esta misma producción se estrenó en Múnich con Carlos Chausson como Don Geronio. Sin duda, el nivel de estas representaciones del Liceo habría ganado muchos enteros con supresencia.
      El gran reclamo del reparto era la voz de Nino Machaidze como Fiorilla. Esta joven soprano georgiana se ha convertido en uno de los nombres más mediáticos de su cuerda, con el consiguiente respaldo discográfico. Ya pudimos disfrutar de su esmerada Gilda el año pasado en París, dejando ya entonces más que buenas impresiones. Llegaba ahora al Liceo enavanzado y visible estado de gestación, lo que no fue óbice para que mostrase una emisión muy segura, con canto siempre sostenido sul fiato, con un agudo brillante como mayor virtud, y con una coloratura aseada aunque sin el punto de virtuosismo que singulariza a las grandes belcantistas. El instrumento tiene cuerpo, sobrada presencia, pero se antoja algo impersonal y genérico en el timbre. Como intérprete sabe recabar la atención y generar interés en el oyente, aunque falta esa madurez que convierte la emisión belcantista en un tejido mágico. Mostró, en cualquier caso, buenas dotes actorales y facilidad para la comedia. En conjunto, pues, una cantante con un gran potencial, si continúa tomando en serio lo que tiene entre manos. Una intérprete ideal, a día de hoy, para la Manon de Massenet, la Adina de Elisir, la Julieta de Gounod, Gilda y Traviata, etc.
      El segundo reclamo del reparto era el Selim del bajo italiano Ildebrando D'Arcangelo, a quien disfrutamos hacedos años en Milán como un espléndido Don Giovanni. En esta ocasión, en el Liceo, hizo gala de una notable vis cómica y de un sentido netamente rossiniano del fraseo. Muestra ya, eso sí, un instrumento cada vez más seco y romo, sin punta, aunque a cambio la emisión es generalmente ortodoxa y apta para el canto ágil y siempre resuelta en el sillabato rossiniano.

      Esmerados aunque discretos en sus cometidos el resto de intérpretes. De perfil bajo en lo vocal, aunque siempre teatrales, el Don Geronio de Renato Girolami y el Prosdocimo de Pietro Spagnoli. David Alegret encarnaba a Narciso y lo hizo con más intenciones que medios. Mostró franco dominio de la articulación belcantista y desenvuelta resolución de la agilidad rossiniana, aunque la voz, por timbre y proyección, queda muy lejos de convencer, a pesar del voluntarismo del intérprete. Semejante valoración mereció la Zaida de Marisa Martins, de medios poco atractivos aunque implicada en escena.
       En el foso, la batuta de Víctor Pablo Pérez se mostró eficaz en la concertación, aunque mostró un sonido generalmente impersonal y  falto de brillo, lejos de esa chispa y ligereza que caracterizan el discurso rossiniano. Faltó, en líneas generales, un punto de belcanto y frescura. La orquesta respondió sin alardes, fallando, denuevo, los metales, las trompas para más señas, casi como si su errar en las oberturas fuese ya una marca de la casa. Encontramos al coro titular bastante por debajo respecto a anteriores compromisos, con alguna entrada descuadrada y una general falta de empaque y cuerpo en su sonido.
 
Foto: Antoni Bofill 
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