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Ni Farinelli fue el sanador de un melancólico Felipe V ni Carlos III lo expulsó de España. Un musicólogo desmonta dos de los grandes mitos de la historiografía musical española

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Autor: Codalario
23 de septiembre de 2018

   Farinelli pasó más de veinte años trabajando en España al servicio de Felipe V y Fernando VI, entre 1737 y 1759 pero, ni era el “sanador del melancólico Felipe V” ni habría sido “expulsado de manera inmisericorde” de España por un Carlos III carente de gusto musical. Son las conclusiones de Daniel Martín Sáez, de la Universidad Autónoma de Madrid. Martín Sáez sostiene que “no hay ninguna fuente que corrobore estos dos mitos”. Son numerosas las publicaciones periodísticas que abordan el tema profundizando en el equívoco.

   Las conclusiones están escritas negro sobre blanco en un interesante y polémico artículo titulado “La leyenda de Farinelli en España: historiografía, mitología y política”, publicado en la Revista de Musicología de la Sociedad Española de Musicología (SEdeM) en su Volumen XLI, Nº 1 de 2018. En su escrito, Martín Sáez considera que ambas afirmaciones son falsedades históricas que la historiografía española se ha encargado de perpetuar, por ignorancia o inercia. Su trabajo podría entenderse dentro del que en los últimos años vienen desarrollando autores como Iván Vélez, Pedro Insua o María Elvira Roca Barea, cuyas publicaciones están desmontando las falsedades y mitos de la Leyenda Negra española. El mundo de la música no es ajeno a la negativa influencia negrolegendaria, y durante siglos se ha encargado de difundir mitos con elementos inverosímiles, discutibles o falsos, no basados en fuentes críticamente contrastadas, como correspondería a la historiografía, frecuentemente contaminados además por cuestiones políticas o de otro orden.

 
   Martín Sáez entiende que existen “mitos” cuando “los historiadores no aporten fuentes o se trate de fuentes falsas o no debidamente interpretadas, ora apoyándose en relatos que provienen de la tradición, ora fabricándolos ellos mismos”. Según el investigador, ambos mitos en torno a Farinelli se forjaron en el siglo XVIII, “cuando embajadores, escritores, artistas e historiadores ingleses utilizaron la fama de Farinelli para criticar la política española, en pleno contexto bélico entre Inglaterra y España. La leyenda fue acogida después por la musicología nacionalista española del siglo XIX, que consideraba perjudicial la influencia histórica de los músicos italianos, llegando hasta el presente”, explica el autor en el resumen introductorio del artículo, que fue presentado en el Congreso Internacional Gli scambi musicli fra Italia e Spagna nei secoli XVIII e XIX, organizado por el Centro Studi Opera Omnia Luigi Boccherini de Lucca en 2016.

   Daniel Martín Sáez califica de “mito de entrada” aquel en el que el cantante aparece como el sanador del melancólico Felipe V, y de “mito de salida”, el que mantiene que un Carlos III carente de gusto musical lo habría expulsado. Estos dos mitos “han malogrado la comprensión de su labor en España, al conectar su entrada y su salida de la corte con motivaciones puramente psicológicas”.

   De esta forma, Carlo Broschi, el castrado más famoso de la Historia, que además “alcanzó su cénit cuando servía a los reyes de España, habiendo dejado de cantar para los teatros, convertido más bien en una figura política y un avezado organizador de festejos” sería visto como “un nuevo Orfeo, capaz de conmover con su voz a los hombres más influyentes de Europa” que, tras la llegada de Carlos III, regresaría a Bolonia, donde “disfrutará de un cuantioso estipendio de la corte española, con el que construirá su palazzo y pasará sus últimos años de vida, rodeado de lujosos regalos… situación de la que aún disfrutará otras dos décadas hasta su muerte en 1782”.

   Curiosamente, y a pesar de que la etapa española de Farinelli es “el momento musical, político y propagandístico más importante de su trayectoria, alcanzando unos resultados artísticos pocas veces vistos en Europa”, congresos como el celebrado en Bolonia en 2012, expresamente dedicado a su figura, dedican al castrato un lugar que el musicólogo califica de “marginal”.

   El “mito de entrada” se habría propagado rápidamente gracias a multitud de obras literarias, teatrales y musicales del siglo XIX que tenían como protagonista la figura de Farinelli.  Y ahora, “en la última década”, explica el autor, “estamos asistiendo a un resurgimiento de este mito. Baste pensar en la novela Yo, Farinelli, el capón (Aguilar, 2007) de Jesús Ruiz Mantilla, que se ha reeditado recientemente (Galaxia Gutenberg, 2017);  la obra de teatro Farinelli and the King (2015) de Claire van Kampen, que en 2017 llegó a Broadway (Nueva York) y a diversos teatros de Italia… […] o la obra de teatro Farinelli, el castrato del rey Felipe (2016) de Gustavo Tambascio. Un caso distinto, pero no ajeno al mito, es la película de Gérard Corbiau, Farinelli, il castrato (1994). Aparte de su cuestionable rigor histórico, es significativo que la trama finalice justamente cuando comienzan los años del músico en la corte española”. Al autor del estudio le parece obvio que tras la contratación de Farinelli está una interesante decisión política de Felipe V, que consiguió atraer a su corte a uno de los más importantes cantantes del siglo, algo que obviamente ofrecía al monarca español un estatus privilegiado que a buen seguro debía ser visto con envidia por otros mandatarios europeos, que no tendrían reparos en levantar infundios o restar importancia al acierto del español.

   Martín Sáez señala concretamente a los responsables de los errores: respecto al mito de entrada, “en su forma más imaginativa”, tal y como lo transmitió el historiador Jean Benjamin de Laborde, “se cuenta que, antes de la llegada de Farinelli a la corte española, Felipe V sufría un trastorno psicológico que le llevó a descuidar su estado físico y su higiene, quedando postrado en la cama sin atender a los asuntos de Estado. Su segunda esposa, Isabel de Farnesio, intentó ayudarle sin éxito de diversas formas, hasta que se le ocurrió acudir a Farinelli, bajo la esperanza de que su canto pudiera sacarle de su estado patológico. Para tal fin colocó secretamente al castrato en una habitación contigua a la cámara real y le hizo cantar, de modo que Felipe V pudiera escucharle. Tras interpretar algunas de sus más bellas arias, el rey recobró milagrosamente su salud, quedando tan agradecido que prometió al cantante concederle cualquier cosa que le pidiera, ante lo cual Farinelli solicitó al rey que se afeitara y retomara los asuntos de Estado. El rey no sólo acató su petición, sino que a partir de entonces siguió como terapia el canto de Farinelli, al que además nombró Primer Ministro. Pero, ¿cuál es el componente verídico de este relato?, se pregunta el investigador.

   La primera respuesta española a esta “deriva mitopoyética” contra Laborde llega en el siglo XVIII y es de Pedro Francisco Jiménez de Góngora y Luján, duque de Almodóvar del Río, bajo el pseudónimo de Pedro Francisco de Silva. Éste acusa a Laborde de inventar “mil disparates o sueños”, limitándose a narrar la forma en la que Farinelli llegó a España invitado por los reyes para ejercer como músico de cámara. A partir de Charles Burney el mito de Farinelli como sanador del melancólico Felipe V se repite de manera recurrente.

   Benjamin Keene, embajador inglés, en su relato de los hechos, habría transmitido la idea en una de sus cartas de la “natural melancolía, en movimiento” de Felipe V, y de la intención de  la reina de “retener” a Farinelli, una intención puesta en duda por Martín Sáez, ya que contrasta con años en los que “el cantante alcanza un poder insólito” en España, país que no tendría por qué retener a un artista que parecía sentirse mucho más cómodo de lo que los cronistas ingleses estaban dispuestos a admitir. En  opinión de Martín Sáez, “la contratación de Farinelli no se puede entender al margen del contexto de importación de músicos italianos, remontable en el caso de los castrati, al menos, a Matteo Sassano, durante el reinado de Carlos II”. También habría influido el conflicto político de España e Inglaterra en 1737 ligado a la figura del cantante. Thomas McGeary ha presentado ejemplos “que muestran la conexión entre la crítica contra los españoles, acusados de impedir el comercio inglés, y las críticas por la contratación de Farinelli. Una conexión semejante apareció ese mismo año en una canción inglesa que, tras asegurar que la corte española “cazó a Farinelli por la garganta” y que “lejos, muy lejos le forzaron a quedarse”, se lamenta por esa “Cruel España”, que “nos quita todos nuestros barcos”, explica el musicólogo, como si dichas fuentes estuviesen contaminadas con el mito negrolegendario español.

   Para Martín Sáez, el contento de Farinelli en España es evidente en su correspondencia. “Mi mayor gloria es que no he dejado de cantar ni una noche”, dice el castrado. "He entrado en el segundo año con la misma fuerza y con el mismo benigno agradecimiento. Así que va bien”, explicaba Farinelli, que poseía el raro privilegio otorgado por los reyes de poder entrar y salir de los apartamentos reales sin rendir cuentas a nadie. Farinelli estaba muy a gusto en España, por mucho que duela reconocerlo a la historiografía inglesa.

   Respecto a la idea de considerar la llegada de Carlo Broschi como “parte de un plan especialmente diseñado por Isabel de Farnesio para que Felipe V escapase de su melancolía depresiva […] En el entorno del monarca era conocida su inclinación natural por la música de cámara que, por cierto, nunca le abandonó y se unió a la de su esposa”  explica el investigador citando unas palabras de Nicolás Morales.

   El mito de entrada se cultivaría debido a la obra de autores como Johann Georg Keyssler, que veía a Farinelli como un cantante que buscaba divertir a un “Felipe V sumido en la melancolía”. Charles Burney añadiría el número de veces que cantaba por semana: “cantó al monarca cada noche las mismas cuatro arias, dos de las cuales eran obra de Hasse”. De esta forma John Hawkins podría haberse inspirado en Keyssler al afirmar que el “Rey de España se encontraba bajo un trastorno melancólico, a causa del cual no se pudo sugerir más alivio que la música”. Sin embargo es con el ya mencionado Jean Benjamin de Laborde donde la melancolía adquiere dimensiones épicas, al afirmar que “se dice que, tras caer el Rey de España en una especie de demencia hipocondríaca que le hizo descuidar todos los asuntos, e incluso le llegó a impedir afeitarse y presentarse al Consejo, la Reina, que había utilizado inútilmente todo tipo de medios para sacarle de ese estado, quiso aún probar el poder de la música, a la que Felipe era muy sensible…”.

   Músicos españoles como Mariano Soriano Fuertes, en su Historia de la música española, también habrían transmitido la idea del mito tras “afirmar que Farinelli había curado tanto a Felipe V como a Fernando VI”. Ann Livermore, en su Historia de la música española, de 1974, se refiere a “la situación peculiar de Farinelli con  respecto a Felipe V, complaciendo sus estupores melancólicos con hechizantes arias como David debía hacerlo con Saúl”.

   “El mito de entrada”, explica Martín Sáez, aparece prácticamente en todos los musicólogos españoles importantes, desde Antonio Ferrer del Río, Mariano Soriano Fuertes, Francisco Asenjo Barbieri, Luis Carmena y Millán, Antonio Peña y Goñi, Rafael Mitjana, Emilio Cotarelo y Mori o José Subirá, lo que muestra hasta qué punto mitología e historiografía caminan unidas. El caso más relevante de los últimos tiempos se encuentra en la obra de Antonio Martín Moreno, cuya Historia de la música española 4. El siglo XVIII (1985, reeditada en 2006) ha sido durante las tres últimas décadas la monografía de referencia del siglo XVIII. Tras afirmar que Felipe V “Sólo se aliviaba con la música de Farinelli”, o que “Sólo había dos cosas que le hacían salir de este ensimismamiento: las noticias de Francia que pudiesen alimentar su esperanza de ocupar el trono de su abuelo Luis XIV, y la música, sobre todo el canto, que calmaba sus arrebatos y le hacía volver a la realidad”, reproduce el mito mencionado, explica el investigador en su artículo.

   Tampoco se salva según el autor la obra de José Maxímo Leza sobre el siglo XVIII español, ni The Cambridge Companion to Eighteenth-Centruy Opera de Louise K. Stein, o los españoles Bonet Correa y Antonio Gallego quien afirma que “Carlos III prefería entregarse a la caza para evitar caer en la melancolía de sus antecesores, extendiendo así el tópico de la melancolía de Felipe V a los reyes posteriores, de nuevo sin aportar ninguna fuente”. "Algo parecido sucede con el mito de salida", explica el musicólogo. “Burney sostiene que Farinelli fue obligado a abandonar España con la llegada de Carlos III" Sin embargo, “los elementos mitológicos son evidentes: no se cita ninguna fuente, se mantiene la formulación davídica del mito y se otorgan poderes maravillosos a la música, así como al propio Farinelli, recreándose la narración a partir de bibliografía sin contrastar”, concluye el investigador.

   Al finalizar este artículo y buscar una imagen que ilustre la noticia, encontramos una página en la que se afirma lo siguiente: "El famoso castrato napolitano Carlo Broschi (1705-1782) toma su nombre artístico de sus primeros protectores, los Farina. En 1737 es llamado por Isabel de Farnesio para distraer las melancolías de Felipe V". Ni se citan fuentes ni autores. Se da por hecho el dato, sin más...

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