Crítica del recital de Javier Camarena en el Palau de les Arts «Reina Sofía» de Valencia, con Ángel Rodríguez al piano
Tosti, por Camarena
Por David Marín
Valencia, 21-I-2024. Palau de les Arts «Reina Sofía». Obras de Francesco Paolo Tosti. Javier Camarena, tenor. Ángel Rodríguez, piano.
El gran tenor mexicano Javier Camarena ha tomado el relevo de Jakub Józef Orliński y Philippe Jaroussky, cerrando así un brevísimo ciclo de grandes voces (Grans Veus) del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. Ha sido esta la tercera parada del músico en la gira presentación de su último proyecto discográfico, Sogno Tosti Songs, que tras su paso por Barcelona y Gerona continuará en Zaragoza (23 de enero), Oviedo (27 de enero) y Sevilla (3 de febrero). Se trata de un álbum lanzado al mercado por el sello Pentatone este 19 de enero y que está dedicado a canciones del tenor, profesor de canto y compositor italiano Francesco Paolo Tosti (1846 - 1916), acompañado, como también hoy lo ha hecho en el escenario, por el pianista cubano Ángel Rodríguez.
Tosti nació en la costa adriática, pero su temprano talento le permitió estudiar con una beca en Nápoles y, tras cosechar primeros éxitos en Roma, se trasladó a Londres, donde llegó a ser profesor de canto de la Reina Victoria y se naturalizó británico. Francesco Tosti compuso unas pocas piezas sacras y se cree que dos intentos de opereta inglesa, pero canciones nos legó más de quinientas. Con Sogni («sueños»), Camarena rescata algunas de sus canciones menos conocidas (o nada en absoluto), como lo son algunas en francés u otras en inglés, incluidas tanto en el disco como en el programa ofrecido el pasado domingo 21 al público valenciano, un total así de dieciséis canciones (propinas aparte) de los veintiún títulos que conforman la grabación.
Pues bien, podemos decir que asistimos a una velada musical en la que ocurrió casi de todo. Con un aforo ocupado al 90 %, más o menos, y un programa de mano sin notas (biografías aparte) arrancaba el recital con Quattro canzoni d'Amaranta, cuyas dificultades técnicas fueron resueltas por Camarena con relativa facilidad, transmitiendo el dúo, no obstante, cierta tensión y frialdad. Pero un inoportuno y anticipado aplauso durante un pianissimo del piano y un caramelo desnudándose en calderón en la fila 17 tampoco contribuyeron en musicalidad alguna. Los agudos de Camarena y en menor medida los medios carecieron de redondez y brillo, llegando a terminar una frase con una abierta y relativamente larga «a», sin apenas impostación ni proyección, al menos aparentemente, lo que sin duda pudiera ser fruto de una decisión consciente sin que un servidor tenga necesariamente que saber el por qué y el cómo.
Pero a partir de la quinta canción, Malìa, expresividad, fraseo y color fueron mansamente en aumento, regalándonos Camarena unos magníficos ritardandi en la última repetición del estribillo. Y ya en la sexta, Aprile, todas las vocales adquirieron más cuerpo y redondez, transmitiendo tanto calidez como seguridad vocales. En el séptimo título, cuyo plural daba nombre al recital, Sogno, pudieron admirar nuestros oídos unos crescendi diligentemente dirigidos, del registro agudo al grave, con finales que no dejaron de estar bien recogidos durante la larga hora y media de recital. L'ultima canzona de la primera parte recordaba a un drama verdiano en diminuto, un belcanto impreso de un lirismo, dramatismo e interpretación exquisitas, propias del tenor, y con unas dinámicas en forte constantemente controladas.
Abrió la segunda parte un bello tríptico francés pero que las distintas pandemias víricas que han tenido a bien acompañarnos este invierno se encargaron de ensuciar, tornando así las armonías elegantes y sugerentes de un Petite valse romantique en un tos por tres ad libitum. El conjunto vocal decidió seguir acompañando a los dos músicos en la tercera canción en francés, empañando así con más toses los límpidos piani del tenor en el último Avec toi...
A continuación el tenor presentó la siguiente canción a viva voz y compartió con el público el por qué de su texto en inglés, Because of you. Bellísima canción con aroma de musical americano, si se me permite el anacronismo. Aquí, tras cierto desequilibrio en los pasajes forte de la exposición del estribillo o sección B, los dos músicos nos hicieron creer en las sucesivas repeticiones que nada de eso había ocurrido, exhibiendo un empaste dinámico perfecto. Pero cuando parecía que la magia conquistaba la sala principal de Les Arts, un sonido más propio de una sinfonía de Mahler que de un ciclo de lieder italiano, nos devolvía a la condición de público humano y, lo que parecía, como digo, un triángulo repiqueando a todo volumen en la quinta de Mahler, no era sino un teléfono móvil de las primeras filas de platea. En fin.
Así pues, tras tales desgraciados acontecimientos, y quizás con el fin de que el público descartara trágicos pensamientos por parte del cantante, éste decidió presentar y explicar el siguiente título, Vorrei morire («quisiera morir»). Se trata, nos contó Camarena, de una canción presente en el repertorio de grandes voces como las de Carreras, Pavarotti, Vargas o la del propio mexicano y para quien «representa una de las más bellas escritas por Tosti», esperando, afirmaba, expresar no se sabe muy bien qué «aspectos del alma». Inevitable momento para pensar, quien escribe estas líneas, en el gran Gustavo Bueno. Pero eso es otra historia, porque lo estrictamente musical funcionó a las mil maravillas, con estrofas lentas que flotaban en el aire, recuperando el tempo en cada cuidado rubato del estribillo. Vorrei morire... ¡qué hermosura de canción!, evocadora de todos los tópicos italianos no por tópicos menos bellos.
La apoteosis final la marcó una agitada y trepidante Marechiare en re menor cuyas escalas, arpegios y coloraturas supusieron un gran reto final para una voz que supo mal que bien aguantar los embistes de la partitura, con un magistral control de los extremos dinámicos (pp-ff) y una limpia afinación en cada nota de paso. Voz, toses y alarmas caminaron sobre una alfombra pianística que supo en todo momento cultivar una técnica que reflejaba por momentos dulzura, fortaleza, tristeza y drama, con una técnica perfecta capaz de extraer multitud de colores y manejar los tempi con el mayor de los engaños. Así y todo, el fin del programa de mano fue rematado por un espontáneo al grito de ¡Viva México!, replicado con entusiasmo por buena parte del público.
Y así las cosas, los entusiastas aplausos arrancaron finalmente tres propinas. La primera de ellas, First Waltz (en lengua inglesa), forma parte asimismo del disco en promoción y cuenta con un arreglo para piano del propio Ángel Rodríguez. La segunda canción ofrecida fue de nuevo la tempestiva y brillante Marchiare. Y la tercera y última propina, pero no menos interesante, fue una canción italiana cuya suave coda final (apri la porta...) contó con la inesperada aportación de una espontánea del público que al grito de ¡en español, coño!, consiguió que Javier Camarena terminara con un «abre amor mío la puerta». No sabemos si nuestra melómana expresaba así su animadversión por las omnipresentes políticas autonómicas de exclusión de la lengua cervantina o acaso simplemente reclamaba una propina más alla española o mexicana, muy propia de recientes proyectos del mexicano (o quizás inconscientemente ambas cosas). El caso es que no faltó de nada, para bien o para mal. Al menos la musicalidad de ambos músicos y el fervor hispano desatado mitigaron la confusión provocada por gente que debería quedarse en su casa si tiene un mínimo de tos, o proveerse de caramelos al efecto que no insulten a los profesionales del noble oficio musical en un eterno desenvolvimiento en los instantes de más pianíssimo.
Fotos: Miguel Lorenzo / Palau de les Arts
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