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Crítica: Debut de Javier Perianes en el Carnegie Hall de Nueva York con la Orquesta de St. Luke y Pablo Heras-Casado

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
16 de marzo de 2016

"Una Serenata andaluza de Manuel de Falla tocada fuera de programa, salida del corazón, puro lirismo, duende gitano, magia pura en sus manos. El público, hipnotizado por lo que salía del piano, y sin una tos que rompiera la concentración, estalló a su término en una ovación de las que se recuerdan con el tiempo".

ÉXITO INCUESTIONABLE

Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. Carnegie Hall  10/3/2016. Temporada de abono de la Orquesta de St. Luke. Javier Perianes, piano. Marina Heredia, cantaora. Director musical: Pablo Heras-Casado. Vistas al mar de Eduard Toldrà, La oración del torero de Joaquín Turina, Noches en los jardines de España y El amor brujo de Manuel de Falla.

   Bajo el título de “Colores de España”, la Orquesta de St. Luke con su director Pablo Heras-Casado dio el segundo de su serie anual de conciertos en la sala grande del Carnegie Hall. Junto a la figura universal de Manuel de Falla, la orquesta programó, como inicio de cada parte, dos de las obras más conocidas de Eduard Toldrà y de Joaquín Turina. Vistas al mar y La oración del torero.

   Ambas obras tienen varias cosas en común. Fueron primero compuestas para cuarteto de cuerdas en la segunda década del siglo pasado y posteriormente fueron arregladas para orquesta de cuerdas. Son obras importantes en el catálogo de sus compositores. Ninguna de ellas se había interpretado hasta la fecha ni por la Orquesta de St. Luke ni en el Carnegie Hall, aunque La oración del torero sí se ha oído varias veces en Nueva York, en atriles de la Orquesta Filarmónica, tanto en su versión para cuarteto como en esta versión para orquesta.

   El público las acogió primero con sorpresa y luego con entusiasmo, lamentando no haberlas oído antes. Comenté con tristeza con algunos vecinos de localidad que tampoco en España son programadas a menudo. Al llegar a casa he comprobado que en mis ya muchos años de melómano asistente habitual a salas de conciertos, solo había oído la obra de Toldrà en una ocasión, y en dos la de Turina. Y en todos los casos hace más de 20 años. Desde aquí mi reconocimiento a Pablo Heras-Casado por esta iniciativa. Orquesta y director hicieron justicia a ambas obras, interpretadas primorosamente, marcando el carácter luminoso y mediterráneo de la obra de catalán, y el por un lado festivo y por otro introspectivo de la del sevillano.

   Las dos obras de Manuel de Falla son bien conocidas del público neoyorkino. Las Noches en los jardines de España se estrenaron en el Carnegie Hall apenas 8 años después de su estreno en el Teatro Real, por el famoso pianista americano de origen alemán Heinrich Gebhard con Pierre Monteux dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Boston. Y eximios pianistas como Walter Gieseking, Arthur Rubinstein o Robert Casadesus interpretaron la obra con la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Entre todos ellos sobresale el nombre de Alicia de Larrocha, quien la tocó diecisiete veces de la mano de directores como Rafael Frübeck de Burgos, Erich Leinsdorf o Christian Thielemann.

   Digno heredero de ella podemos considerar a Javier Perianes. El onubense, inmerso de lleno en su camino a la élite internacional donde su nombre cada día es más reconocido, llegaba a Nueva York tras una gira por varias ciudades americanas, y justo tras interpretar la misma obra en Boston el fin de semana pasado, con la Boston Symphony Orchestra y Charles Dutoit, con quién se volverá a encontrar en unas semanas en Chicago. En un día tan importante para cualquier artista como el del debut en la mítica Sala Stern/Perelman, salió a disfrutar y a hacer disfrutar a los presentes.  No es la obra de Falla una pieza para sobresalir ni deslumbrar, ni es un concierto para piano tradicional, sino una obra donde el piano es el elemento fundamental. Heredera directa del impresionismo de Claude Debussy, pero bañada de folklore andaluz, es una obra colorista, donde magia, sutileza y poesía son bazas fundamentales. Javier Perianes nos deslumbró con una interpretación de claridad extrema y pulsación precisa. Estuvo llena de matices y con una amplia gama de colores “en el Generalife”, con acordes y arpegios precisos en la “Danza lejana”y con unos “jardines de la Sierra de Córdoba” arrancados con poderío, seguidos con un fraseo lírico bellísimo y terminados con mucho “duende”.

  Dijo y mucho en las “Noches”, pero lo mejor estaba por llegar. Cinco minutos en que el tiempo “se paró”. Una Serenata andaluza de Manuel de Falla tocada fuera de programa, salida del corazón, puro lirismo, duende gitano, magia pura en sus manos. El público, hipnotizado por lo que salía del piano, y sin una tos que rompiera la concentración, estalló a su término en una ovación de las que se recuerdan con el tiempo.

   Excelente también la respuesta orquestal de una Orquesta de St.Luke, galvanizada por Pablo Heras-Casado, que en vez de neoyorkinos, parecían salidos del mismo Sacromonte. Una labor que continuó en la segunda parte, con El amor brujo. Obra que llegó a Nueva York, al Carnegie Hall en 1928, de la mano, ni más ni menos, de Arturo Toscanini, y que ha sido interpretada por nombres señeros de la dirección de orquesta como Fritz Reiner, Eugene Ormandy, Enrique Fernández Arbos, José Iturbi o Leopold Stokowsky.

   La cantaora granadina Marina Heredia interpretó con pasión una obra que lleva cantando más de 10 años, aunque le costó proyectar la voz por encima de la orquesta en la “canción del fuego fatuo”. La voz quejumbrosa caló en la audiencia y correspondió a las ovaciones arrancándose con un pregón, “de antaño”, cantado con emoción y sentimiento. Pablo Heras-Casado, anfitrión de la velada, sonreía con satisfacción, sentado detrás de ella.

Fotografía: Josep Molina

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