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Crítica: Hespèrion XXI participa en el Festival'Pórtico de Zamora', bajo la dirección de Jordi Savall

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Autor: Mario Guada
30 de marzo de 2014

DE LOCURA EN LOCURA, PERO SIN MELANCOLÍA


Por Mario Guada

29-III-2014, 19:00. Zamora,Iglesia de San Cipriano.Festival Internacional de Música «Pórtico de Zamora». Entrada 25€uros. Obras de Diego Ortiz, Francesco Corbetta, Tobias Hume, Pedro Guerrero, Antonio de Cabezón, Santiago de Murcia, Antonio Martín y Coll, Francisco Correa de Arauxo, Antonio Valente y anónimos. Hespèrion XXI – Jordi Savall.

   Bajo el título de Folías & Romanescas se presentaba el maestro de Igualada, Jordi Savall, y su Hespèrion XXI reducido a la mínima expresión. Es en momentos como estos en los que uno se siente extraño, algo aislado en relación a lo que tiene a su alrededor. Entiendo que la presencia de Savall en cualquier festival del mundo es un valor añadido –como suele decirse ahora–, y estando de por medio el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM], que coproduce el festival, se trata de una presencia casi obligada. Era, sin duda, el concierto más esperado por todos los asistentes. Y aquí es dónde a uno le asaltan todas las dudas posibles: ¿por qué tanta expectación? Sobre todo si tenemos en cuenta que el maestro Savall lleva varias décadas repitiendo de manera incesante los programas que concibe y las obras que interpreta.

   Y es que en el concierto de esta tarde no había nada de novedoso. Todas y cada una de las obras que se han interpretado han sido escuchada decenas de veces en cualquiera de los auditorios de todo el mundo. Aun con todo, el público sigue, una y otra vez, «jaleando» este tipo de repertorios, por muchas veces que los escuchen. Si es bien cierto que hay en ellos algunas piezas de calado, como el Trattado de Glosas [Roma, 1553] de Diego Ortiz [c. 1510-1570], que es una de las grandes producciones españolas para la viola da gamba, incluso una de las principales en la literatura para el instrumento en la Europa del XVI. De este se interpretaron algunas de sus piezas más célebres. Otras de las piezas más afamadas que pueden interpretarse en el instrumento que Savall lleva tañendo gran parte de su vida son los Canarios, de Antonio Martín y Coll [c. 1650-1734]; la Pavana con su Glosa, de Antonio de Cabezón [1510-1566]; las Glosas sobre «Todo el mundo en general», de Francisco Correa de Arauxo [1584-1654]; Di Perra mora, de Pedro Guerrero [c. 1520]. Se completa el programacon algunas piezas interpretadas por los colaboradores habituales de Savall: Andrew Lawrence-King [arpa barroca hispánica], que interpretó a solo el archiconocido Fandango de Santiago de Murcia [1673-1739]; Rolf Lislevand [archilaúd prestado que sustituía su tiorba accidentada durante el viaje, y guitarra barroca] hizo lo propio con tres piezas del gran guitarrista italiano Francesco Corbetta [c. 1615-1681]: Prélude, Caprice de Chaconne y Folies d’Espagne. Los tres son acompañados, como es costumbre, de las percusiones de Pedro Estevan.

   El resto del programa, «más de lo mismo»: piezas extraídas del Cancionero Musical de Palacio, piezas del Códice Trujillo [s. XVIII], y algunas de esas extravagancias venidas de Sudamérica que Savall suele combinar con el resto de las piezas. Pero no es solo que el programa sea un «refrito» incesante de todo lo que lleva realizando a lo largo de los años, sino que las interpretaciones han perdido toda la frescura que en algún momento pudieron tener. Y que bajo el concepto de la improvisación Savall y los suyos pretenden vender versiones renovadas, cuando en realidad no lo son. Cualquiera que haya seguido la carrera del de Igualada y sus conciertos a lo largo de los años puede comprobar con estupefacción que de improvisaciones nada de nada, porque se repiten los mismos recursos durante años.

   Respetando al máximo la carrera de un músico que cambió el panorama de la música antigua y la viola da gamba en Europa, pero sobre todo en España, para siempre, creo que el «todo vale» debe empezar a ser duramente criticado. No podemos estar una y otra vez presenciando lo mismos espectáculos, lo mismo en Zamora que en Tokyo, en Paris o Lima. Y el público debe empezar a comprender que el tocar rápido no supone ser un virtuoso, y no debe pasárselo por alto a intérprete alguno. El hecho de haber sido una figura central durante décadas no te exime de los errores del presente, y Monsieur Savall ya no está para ciertos «trotes». Hoy lo hemos visto claramente: técnicamente ya no es ni la sombra de lo que fue. Empieza a asomar seriamente la sombra de la sospecha, y el retiro, al menos como solista al nivel que pretende mantenerse, desde mi punto de vista, debería estar más cerca de lo que sus acérrimos seguidores quisieran vislumbrar.

   Hemos presenciado dos horas de «más de lo mismo», pero con un grave problema: peor que de costumbre. Si bien sus acompañantes mantienen el nivel alto habitual –aunque ninguno es ya lo que era en los noventa–, el Señor Savall no puede soportar ya este ritmo. Sus carencias técnicas son evidentes, pero lejos de intentar camuflarlas se empeña en hacerlas más patentes, para el incompresible regocijo de sus seguidores, que admiran absolutamente todo lo que hace, demostrando una falta de honestidad patente. Sería deseable evitar que el maestro catalán siguiese la línea que los artistas líricos llevan tan y tan lejos, intentando alargar una carrera «per saecula saeculorum», cuando es evidente que es insostenible.

   Desde luego, un éxito innegable para el «Pórtico», al menos si lo medimos en términos de venta de entradas y decibelios provocados por los aplausos del público. Ante tan arrebatador resultado uno se plantea el porqué, cuando a nivel técnico el concierto de ayer estuvo años luz por encima, e incluso el de esta misma mañana logró momentos a nivel expresivo y emocional que el concierto de Hespèrion XXI ni siquiera llegar a rozar. Desde luego, parece claro que el público se sigue guiando más de la fama de los artistas que de lo que realmente se muestra en el escenario. Una lástima, pero lo que pueblo pide, que no lo niegue Savall alguno.

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