Crítica de la ópera Las dos viudas Smetana en la Ópera de Ostrava [República Checa]
Una delicia
Por Pedro J. Lapeña Rey
Ostrava, 6-III-2024. Národní divadlo Moravskoslezské (Teatro Antonín Dvořák). Las dos viudas (Bedřich Smetana/ Emanuel František Züngel). Soňa Godarská (Karolina), Veronika Rovná (Anežka), Martin Šrejma (Ladislav Podhajský), František Zahradníček (Mumlal), Václav Čížek (Toník), Ivana Ambrúsová (Lidka), Petr Urbánek (un cura). Orquesta y coro del Teatro Nacional Moravia Silesia. Director Musical: Marek Šedivý. Dirección de escena: Rocc.
El sábado 2 de marzo se cumplieron doscientos años del nacimiento de Bedřich Smetana lo que ha supuesto el pistoletazo de salida del primer ciclo completo de sus ocho óperas –el segundo será en mayo coincidiendo con el aniversario de su muerte– que produce la Ópera de Moravia Silesia en Ostrava. Si montar un ciclo así –ocho óperas como éstas en nueve días, fuera del repertorio habitual– es una tarea que se antoja prácticamente imposible para cualquier teatro con muchos más medios, para éste, con una larga tradición a sus espaldas, pero con medios económicos discretos, es toda una proeza y como tal es de destacar. Los dos ciclos se han concebido siguiendo casi rigurosamente el orden de composición de las obras, por lo que nos va a permitir seguir la evolución de un compositor, que cuando estrena la primera de ellas, Los brandenburgueses en Bohemia tiene ya 46 años, y se ha autoimpuesto la exigente meta de crear la ópera nacional checa. Tras las críticas que ésta recibió por parecer demasiado wagneriana, Smetana tocó el cielo con La novia vendida, una comedia ligera, de tintes populares y folclóricos que se convirtió en su mayor éxito. Con Dalibor, tragedia romántica, y su apuesta por integrar la ópera nacional en el contexto europeo del momento, obtuvo más críticas que aplausos, una vez más por el temor que había en el ambiente musical de Praga de que la ópera checa fuera en realidad alemana. En estas estábamos –el estreno de Libuše se había pospuesto– cuando Smetana asiste una tarde al teatro provisional de Praga.
El novelista y dramaturgo francés Félicien Mallefille era uno de los autores mas relevantes del panorama teatral europeo de mediados del XIX. Autor de teatro, novela –entre otras fue coautor junto a Alejandro Dumas de Crímenes célebres– e incluso de algún libreto de ópera, dos de sus obras había llegado a estrenarse en la legendaria Comédie-Française. La segunda de ellas, Las dos viudas había llegado a Praga en traducción al checo de Emanuel Züngel. Smetana había quedado encantado con la obra por lo que encargó al propio Züngel reescribir la comedia en un libreto que la situara en la Chequia rural. Con esta decisión, Smetana abre un nuevo universo musical y dramático diferente a los dos caminos opuestos que significaron tanto La novia vendida como Dalibor.
La obra es una ópera de salón, que sigue el modelo de la opéra comique y de la Comédie Française donde los diálogos lo son todo. Se desarrolla en el salón de una casa rural de la campiña checa, tipo cortijo o pazo. El humor es un recurso bien entendido, elegante, amable, refinado, lleno de diálogos a dos, tres y cuatro, casi siempre inteligente, donde cada uno de los personajes se justifica no necesariamente atacando al rival sino utilizando argumentos ingeniosos. La broma, el sarcasmo o la ironía permiten simular las condiciones de una conversación real. Eso sí, como buena comedia francesa, todo termina con un final feliz.
La historia es aparentemente muy sencilla. Dos primas jóvenes y atractivas, que han enviudado recientemente y que conviven en la misma casa, son como el día y la noche. Karolina, la dueña de la finca, tras un pequeño periodo de luto, se muestra siempre alegre y cercana. Sus campesinos la quieren y ella no para de llevar una vida social desenfadada y sin limitaciones de ningún tipo. Por el contrario, su prima Anežka sigue guardando un luto estricto a su difunto marido, con su corazón –aparentemente– cerrado al amor. Todo se trastoca al aparecer Ladislav Podhajský, un desconocido cazador furtivo que entra en los terrenos de ambas disparando a todos los animales del bosque pero sin herir a ninguno. En realidad es otro rico hacendado de un pueblo no muy lejano que se enamoró de Anežka cuando aún estaba casada. Desde entonces lo ha llevado en silencio pero ahora, al saberla viuda, lo intenta de nuevo. Anežka lo rechaza, y Karolina, para ayudarla a aceptarlo y que así abra su corazón, coquetea con él y lo lleva a la fiesta del pueblo donde le besa delante de todos. Tras varias vicisitudes típicas de una comedia de enredo, Anežka ve a Ladislav a los pies de Karolina. Al pensar que la está pidiendo en matrimonio, se quita todos sus corsés y finalmente le declara su “reprimido” amor. Sin embargo, la obra no es una pura comedia. Va más allá de coqueteos aparentemente despreocupados. A través de diálogos brillantes y con una gran carga de profundidad, Smetana y Züngel elaboran un estudio excelente sobre la psicología de dos personajes femeninos completamente opuestos, sin tomar partido por ninguno de ellos. No hay atajos. Cualquier argumento nuevo nos puede hacer cambiar de opinión. Cada cual afronta su vida como puede. Y un corolario importante. Hasta el final, nadie sabe cuál de las dos viudas será la feliz.
Musicalmente la obra es una gozada, con escenas folclóricas llenas de danzas, pero donde no faltan elementos claramente innovadores como el uso de los leitmotiv. También tiene destellos del pasado como arias, duetos, varios concertantes hermosos, y unos recitativos rítmicos que llevan la obra a una velocidad endiablada. Un par de números de canto silabato podrían haber sido firmados el mismísimo Rossini, y según avanza la obra, queda claro que Richard Strauss la tuvo en mente cuando compuso El caballero de la rosa.
La producción está a cargo del esloveno Rocc, uno de los “enfants terribles” de la escena actual, que afortunadamente, aquí da en el clavo con una producción moderna pero completamente respetuosa tanto con el espíritu de la música de Smetana como con la comedia de Züngel. Rocc deja que la obra fluya por sí misma, que el espíritu de joie de vivre campe a sus anchas y que no haya excesos innecesarios. La elaboración de cada uno de los cuatro personajes es excepcional, y toda la escenografía está estudiada al milímetro. Muebles típicos de casa de campo, sillones del s. XIX, y el ataúd donde –supuestamente– descansan los restos del marido de Anežka y junto al que ésta canta su preciosa aria del segundo acto, son complementados por proyecciones muy atractivas de una gran cosecha o de un bosque frondoso.
Los cuatro papeles principales estuvieron servidos al mas alto nivel. La soprano eslovaca Soňa Godarská fue una Karolina excepcional. Artista magnética, carismática, elegante –imponente tanto en su vestido rojo espectacular del primer acto como en el blanco del segundo–, un tanto coqueta y con una sonrisa que por sí sola llenaba todo el escenario, quiere y se hace querer. El material no es de primer nivel, pero lo maneja de manera admirable. Solvente tanto por arriba como por abajo, el registro central tiene cuerpo y proyecta muy bien –al menos en un teatro de pequeño tamaño como éste–. Con una línea de canto más que atractiva, su manera de declamar, sus acentos, y su facilidad para el silabato se ganaron al público. Algo más de cuerpo vocal mostró la soprano morava Veronika Rovná como Anežka. Voz grande, densa, rica en armónicos y con un color atractivo, es homogénea en todos los registros, sobre todo en el superior. Resuelve sin problemas el personaje psicológicamente mas complejo, el que tiene que arrepentirse de su estrechez de miras, y el que debe reprimir un cúmulo de emociones a pesar de su fachada formal de viuda ejemplar. Su aria del segundo acto, cantada abrazando el féretro de su difunto marido, fue conmovedora. De menos a más el Ladislav del tenor Martin Šrejma, el galán enamorado desde joven de una mujer casada a la que no ha podido olvidar y que se disfraza de cazador furtivo para ser detenido y acercarse a ella. Tardó en calentar, mostrando bastante tiranteces en la primera parte, pero mejoró considerablemente tras el intermedio, mostrando cierto metal y un canto cálido y entonado en su conmovedora aria del comienzo del segundo acto, cantada desde lo alto del teatro. Por su parte, el bajo František Zahradníček bordó el personaje de Mumlal, el guardabosque encargado de la finca de ambas viudas. Su voz grave y rotunda le dio un extraordinario juego, y mostró gracia y carisma en escena, interpretando un personaje eminentemente cómico al que le sobrepasan las modernidades de Karolina. Impagable su aria del primer acto, en el que persigue y trata de cazar a Ladislav agarrado a una escoba. Bien en sus breves papeles Václav Čížek como el campesino Toník, Ivana Ambrúsová como su novia Lidka y Petr Urbánek como el cura que les casa.
En el foso, Marek Šedivý, director musical de la compañía impuso un ritmo vertiginoso, siempre con tensión suficiente que hizo que la obra fluyera sola. Mantuvo especial cuidado en los numerosos concertantes que tiene la obra. Ya fuera en dúos, tercetos o cuartetos, el Sr. Šedivý primó la concertación y consiguió un perfecto equilibrio entre todas las voces, siempre empastadas, y que no claudicaron ante la acción vertiginosa de la obra. En sus tres breves aunque importantes apariciones, nos impactó la labor del Coro del teatro, resaltando la alegría de los trabajadores de la finca con su señora, o el canto a la alegría de vivir de una manera libre y espontanea.
Aunque conocía la obra por grabaciones, el poderla ver en vivo supera cualquier experiencia previa. Smetana juega con las relaciones y los sentimientos de una manera brillante, y ciento cincuenta años después de su estreno, la obra es perfectamente actual. Poderla ver en estas condiciones, con una orquesta y un director que la conocen y con una puesta en escena que no la invade sino que la resalta, ha sido toda una gozada y la mejor manera posible de desembarcar en el ciclo.
Fotos: Martin Popelář
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