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Crítica: Carlos Aragón dirige 'Otello' de Verdi en el Teatro Villamarta de Jerez

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Autor: Alejandro Fernández
2 de febrero de 2016

DESLUMBRANTE OTELLO DE MONTSERRAT Y AUYANET

Por Alejandro Fernández
Jerez. 30/I/16. Teatro Villamarta. Temporada Lírica 15|16. Producción escénica del Teatro Principal de Palma de Mallorca y musical del Teatro Villamarta de Jerez. Otello, Verdi.  Albert Montserrat, tenor; Yolanda Auyanet, soprano;  J. A. López, barítono; María Ogueta, mezzosoprano; Emilio Sánchez, tenor. Dirección musical: Carlos Aragón. Dirección de escena: Miguel Massip. Orquesta Filarmónica de Málaga. Coro del Teatro Villamarta

   El centenario Shakespeare domina buena parte de la actualidad lírica. Esta temporada son muchos los teatros, entre ellos el Villamarta de Jerez, que han apostado por rescatar los títulos inspirados en el catálogo del escritor inglés. Primero Macbeth, en el cuarenta y siete; Otello, en el ochenta y siete y finalmente Falstaff cierran la trilogía shakesperiana compuesta por el músico de Busseto. En todas ellas el drama se cierne sobre unos personajes determinados por un destino fatal; sentido trágico que como si de una espiral se tratara arrastrando a sus protagonistas al extremo emocional de unas pasiones cuyas consecuencias animan la escena. Dentro del universo de los roles verdianos, el contraste entre la caracterización de los papeles masculinos y femeninos destacan por la dureza y oscuridad de unos frente a la fragilidad y pureza de las otras. Enfrentamiento que aporta una dinámica escénica clave que le funcionó al compositor toda su carrera.

   Otello no sólo encarna una nueva definición del teatro lírico italiano sino también la pureza formal de Verdi que exige al protagonista talento vocal y convicción en las tablas. El papel del Moro es también la gran apuesta de cualquier tenor del repertorio. La garantía de registro medio-alto sobre el que discurren los cuatro actos y donde los agudos se entrelazan con motivos casi musitados hacen que voces como la de Albert Montserrat tengan un punto de genialidad y reluzcan especialmente; si a ello se une, a un mismo nivel artístico, una Desdémona defendida por la completísima soprano Yolanda Auyanet justifican las largas ovaciones que la pareja española recibirían en el coliseo jerezano, el reconocimiento a la generosidad con la que desenvolvieron sendos roles.

   La escena ideada por Miguel Massip, que dirigió Alfonso Romero, incide en el triángulo representado por Otello, Desdémona y el vil Yago, como comprobamos al comienzo del tercer acto donde el buque, que preside todo el montaje, aparece en un plano inclinado que nos evoca el precipicio hacia el que caminan los actores del drama. Sencillez de elementos, la iluminación apoyando las dinámicas y una cuidada disposición de la masa coral y figurantes cierran tan original escenografía. En el relación al trabajo realizado por el Coro del Teatro Villamarta que dirige Joan Cabero, es obligado reconocer el intenso trabajo de este gran músico que ha encontrado en el Villamarta una formación maleable y dispuesta a avanzar en niveles cada vez más sobresalientes, no obstante el conjunto es una referencia siempre reseñable.

   Yolanda Auyanet, que próximamente encabeza el elenco de Norma en el teatro suizo de St. Gall regaló al auditorio del Villamarta una Desdémona para el recuerdo, justa en la medida vocal, generosa en los planos altos, sin estridencias y fluidez en los complicados apoyos que exige la partitura resolviéndolo con gusto vocal y seguridad en las tablas. Auyanet fue en ascenso desde la primera nota, llegando a la canción del sauce y Ave María modulando la emisión con una técnica sencillamente magistral, tal es así que fue el único momento que arrancó los plausos del público fuera de las conclusiones entre actos. Por su parte el catalán Albert Montserrat hizo gala del buen momento vocal que atraviesa y que lo ha traído hasta lo más alto del repertorio verdiano. Trabajó con oficio, sin artificios y un fraseo medido aunque la colocación vocal resultó ligeramente áspera en momentos puntuales. De la frialdad vocal del arranque poco a poco fue entrando en la dureza del personaje que aúna para el solista todo un catálogo de obstáculos.

   Completaban el elenco vocal las voces de José Antonio López, quien asumió el intrigante personaje de Yago. Su constante presencia en las tablas va deslizando a los protagonistas hasta el abismo de sus pasiones y triste desenlace que resuelve la historia narrada por Shakesperare y arreglada por Boito. La voz de la mezzo María Ogueta reservó su fuerza hasta el cuarto acto donde el personaje cobraría presencia. Manuel de Diego, Luis Álvarez, Andrés Bey y Luis Martín completaron la plantilla de solistas españoles por la que ha apostado la producción musical del Villamarta.

   La batuta de Carlos Aragón obró un ejercicio musical enmarcable tanto en el campo vocal como en el control del conjunto sinfónico protagonizado por la Orquesta Filarmónica de Málaga, habitual del teatro jerezano que tiene en su foso a una orquesta de primer nivel. El trabajo de maderas y bronces fue especialmente destacado, reforzado por la generosidad acústica del Villamarta en la escena de la llegada del embajador veneciano. Aragón dispuso hábilmente parte de la plantilla a distintos niveles de la sala.

   Con el recuerdo de Otello y la incertidumbre sobre el futuro del Villamarta, junio volverá a reencontrarnos en la escena de Jerez con un doble programa, Cavalleria rusticana de Mascagni y Pagliacci de Leoncavallo, junto a la OFM en el foso, conjunto que hará doblete con este doble programa y distinta producción en el Teatro Cervantes de Málaga.

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