Pietari Inkinen dirige páginas de Shostakóvich y Prokófiev en Bolonia, con Ettore Pagano como violonchelista
Una música moderna
Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia, 29-II-2024. Auditorium Manzoni. Temporada sinfónica del Teatro Comunale. Concierto n.1 para violonchelo y orquesta en mi bemol mayor op.107 de Dmitri Shostakóvich. Sinfonía n.5 en si bemol mayor op.100 de Serguéi Prokófiev. Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Director: Pietari Inkinen. Solista: Ettore Pagano.
Pietari Inkinen es director principal de la Deutsche Radio Philharmonie y director musical de la KBS Symphony Orchestra de Seúl desde 2022. Ha dirigido algunas de las orquestas europeas más renombradas, desde la Royal Concertgebouw Orchestra de Amsterdam a la Gewandhausorchester de Leipzig, de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia a la Orchestre Philharmonique de Radio France. Amante de la música de Wagner, en 2023 ha dirigido el Anillo del Nibelungo en el Festival de Bayreuth. Ha ganado un Helpmann Award en 2014 y un Green Room Award como mejor director de ópera en 2016. Ha recibido un Premio Abbiati de la Associazione Nazionale Italiana della Critica Musicale.
El jóven violonchelista Ettore Pagano, nacido en Roma en 2003, comenzó el estudio del violonchelo con nueve años y se graduó en el Conservatorio de Santa Cecilia con la máxima puntuación Cum Laude. Desde 2013 hasta hoy ha ganado el primer premio en más de cuarenta concursos nacionales e internacionales, entre los cuales el de Jóvenes Músicos convocado por la Filarmonica della Scala de Milán de 2019, el «Johannes Brahms» de Portschach y el Anna Kull en Graz en 2020, y el del XVIII Concurso Internacional Jachaturián de Ereván. Ha sido además invitado a actuar en recitales en importantes teatros de Europa y de los EEUU.
La velada comenzó con el Concierto para violonchelo y orquesta n.1 de Dmitri Shostakóvich que, ingresado en el conservatorio de San Petersburgo en 1919, fue enseguida atraido por los grandes compositores clásicos, aunque estaba también atento a los autores contemporáneos y buscaba modos de expresión nuevos. El Concierto para violonchelo y orquesta fue compuesto en 1959 en cuarenta dias, dedicándolo al gran violonchelista Mstislav Rostropóvich, que lo presentó al público el 4 de octubre del mismo año en la Sala Grande de la Filarmónica de Leningrado, dirigido por Yevgueni Mravinski. Dividido en los cuatro clásicos movimientos, inicia enseguida con un Allegretto presentado por el violonchelo solista con un breve tema que encontraremos después en toda la partitura. Sigue un segundo tema donde se nota la influencia de la música popular rusa. Los dos se contraponen hasta el final que termina volviendo al primer tema. El segundo movimiento (Moderato) tiene una sonoridad distinta, lírico cantable y, tras una breve introducción de la orquesta, aparece una melodía presentada por el vilonchelo solista que dialoga con la trompa. El movimiento termina con el tema inicial confiado al violonchelo arropado por el sonido de las cuerdas. Sigue el tercer movimiento (Cadenza), nuevamente confiado sobre todo al violonchelo seguido de las cuerdas, en el que aparecen varias melodías. En el final (Allegro con moto), en forma de rondó, se nota todavía la influencia de la música popular rusa junto a otras ideas, para terminar con el tema de apertura del concierto, pero en una forma de alegre conclusión. El público, aun aplaudiendo al óptimo director, estalló en ovaciones al violonchelista, que verdaderamente mostró un innegable virtuosismo, y aplaudió repetidamente hasta obtener dos bis, donde una vez más mostró su gran capacidad técnica con un impresionante ejercicio de pizzicato.
En la segunda parte de la velada el director propuso la Sinfonía n.5 de Prokófiev, que la compuso en el verano de 1944 cuando el territorio ruso se liberó de la invasión alemana. Fue estrenada el 3 de enero 1945 en Moscú en la Sala Grande del Conservatorio. El compositor escribió que en esa sinfonía había querido «cantar al hombre libre y feliz, su fuerza, su generosidad y la pureza de su alma» y probablemente quería referirse a sus decisiones personales en la realización de sus ideales en aquel dramático momento de la historia soviética, al encuentro de almas que no se abruman por la atrocidades de la guerra sino que las superan. Prokófiev trabajó simultáneamente en los cuatro movimientos en Ivanovo en la Casa creativa de los compositores, donde gozaba de los provilegios reservados a un artista ganador del Premio Lenin y de la Orden del Trabajo. Allí se reunía cada dia con los colegas y escuchaba sus composiciones, siendo natural que recibiese la influencia del sinfonismo ruso. Compuesta en los cuatro movimientos tradicionales, en esta sinfonía el autor busca asociar los sonidos y variar las células temáticas. Ya en el primer movimiento (Andante) los instrumentos parecen dialogar entre ellos, en el segundo (Allegro marcato) en la música militar, ritmada por los tambores y los platos de la batería, se nota el horror de la guerra. En el Adagio del tercer movimiento, iniciado por los clarinetes seguidos de las cuerdas, se nota la nostalgia, cierta ironía y la sonrisa porque en el final (Allegro giocoso) el compositor reconoce la propia impotencia contra la guerra y la amenaza de la extinción del género humano, percibida aun antes del adviento de la era atómica.
Largo aplauso y ovaciones del numeroso público.
Foto: Ckaupo Kikkas
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