Por Raúl Chamorro Mena
“¿Me preguntas que si no oigo la música? ¡Ella surge de mí!”
1947 Sir Thomas Beecham Erna Schlüter (Elektra), Elisabeth Höngen (Clytemnestra), Ljuba Welitsch (Crisotemis), Paul Schöffler (Orestes), Walter Widopp (Egisto). Royal Philarmonic Orchestra. Myto
La dirección estudiadísima, muy analítica, perfectamente organizada de Beecham y centrada en el drama psicológico, preside esta grabación que protagoniza Erna Schlüter, de sonido anchote, pero pesante, escasamente dúctil y agudo muy esforzado. Irresistible la Crisotemis de Ljuba Welitsch de timbre claro, con toques infantiles, que potencia su creación de una criatura adolescente, vital, rozagante, a la que la sensualidad le sale por los todos los poros. Una Crisotemis única, genial, distinta a todas. Muy apreciable la Clytemnestra de la Höngen, siempre cantada (y muy bien), con su centro carnoso, bien armado y unos graves muy sólidos.
1949 Dimitri Mitropoulos Astrid Varnay (Elektra), Elena Nicolaidi (Clytemnestra), Irene Jessner (Crisotemis), Herbert Janssen (Orestes), Frederic Jagel (Egisto). Orquesta Filarmónica de Nueva York. En vivo
1951 Dimitri Mitropoulos Any Konetzni (Elektra), Martha Mödl (Clytemnestra), Daniza Illitsch (Crisotemis), Hans Braun (Orestes), Franz Klarwein (Egisto). Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. En vivo. Sello Cetra
1957 Dimitri Mitropoulos Inge Borkh (Elektra), Jean Madeira (Clytemnestra), Lisa della Casa (Crisotemis), Kurt Böhme (Orestes), Max Lorenz (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. En vivo Salzburgo. Sello Orfeo
1958 Dimitri Mitropoulos Inge Borkh (Elektra), Blanche Thebom (Clytemnestra), Frances Yeend (Crisotemis), Giorgio Tozzi (Orestes), David Lloyd (Egisto). Orquesta Filarmónica de Nueva York. En vivo. Arkadia
Estos cuatro testimonios en vivo ilustran la grandiosa labor del genial Dimitri Mitropoulos, insuperable traductor de esta obra maestra. Si en su dirección encontramos toda la violencia apocalíptica de la partitura, por encima del aspecto psicológico-freudiano, así como el estímulo a los cantantes unido a una progresión dramática, una tensión y emoción casi insoportables, no por ello deja de lado la suprema claridad, el sonido terso y de gran refinamiento tímbrico, en la línea de los deseos de Strauss. De los cuatro registros, destaca la grabación radiofónica de 1957 procedente de una representacióndel Festival de Salzburgo, en la que la soberbia labor del músico ateniense brilla en todo su esplendor al frente de una gloriosa Filarmónica de Viena. Fabuloso el reparto Salzburgués encabezado por una de las más grandes Elektras, la soprano alemana Inge Borkh, ejemplo de grandiosa cantante-actriz.
El material vocal, timbradísimo y de gran expansión tímbrica especialmente en un espectacular registro agudo que la cantante despliega siempre lanzada y plena de arrojo, se mantiene intensísimo sin merma alguna durante toda la interpretación de tan temible papel. Los acentos siempre incisivos, la personalidad desbordante, incandescente forman perfecta comunión con la propuesta apocalíptica de la batuta. Gran Clitemnestra la de Jean Madeira y formidable la Crisotemis de Lisa della Casa que subyuga desde el primer momento con su timbre bellísimo, ese esmalte argenteo al servicio de una criatura femenina que quiere huir de la tragedia familiar. Rotundo pero más bien tosco el Orestes de Kurt Böhme.
Como Egisto nos encontramos al gran Max Lorenz al final de su carrera quien dota de un relieve inusitado al papel. El registro neoyorkino de 1949 contiene algunos cortes, además de los habituales, y proviene de una interpretación concertística. En el mismo destaca la presencia de la colosal Astrid Varnay. En plenitud vocal, squillantísima, arrolladora, incisiva, siempre vibrante. Una perfecta aliada de la flamígera batuta de Mitropoulos. En la grabación en vivo del Maggio Musicale Fiorentino de 1951 emerge con fuerza la Clytemnestra de ese animal escénico que fue Martha Mödl. En 1958 el ateniense vuelve a interpretar la obra en Nueva York en forma de concierto contando nuevamente con la referencial Elektra de Inge Borkh, destacando asimismo, la Crisotemis de la hoy poco conocida, pero muy apreciable soprano Frances Yeend.
1952 Fritz Reiner Astrid Varnay (Elektra), Elisabeth Höngen (Clytemnestra), Walburga Wegner (Crisotemis), Paul Schöffler (Orestes), Set Svannholm (Egisto). Orquesta del Metropolitan Opera. Grabación en vivo. Diversos sellos.
El reputado Straussiano Fritz Reiner desgrana otra de las direcciones cumbre de la obra. Si asombroso resulta el sentido de la construcción, aún más el sonido que consigue de la entonces mediocre orquesta del MET. La atención al matiz, la transparencia, los contrastes tímbricos, el colorido straussiano no comprometen en ningún modo, si no que contribuyen al mismo, el enorme voltaje dramático de la interpretación. Y si hablamos de electricidad, nadie mejor que la volcánica Astrid Varnay, cuya resistencia e indomable despliegue vocal es tan inagotable como su fuerza dramática y entrega sin tasa.
1960 Karl Böhm Inge Borkh (Elektra), Jean Madeira (Clytemnestra), Marianne Schech (Crisotemis), Dietrich Fischer-Dieskau (Orestes), Fritz Uhl (Egisto). Staatskapelle Dresden. Sello DG
La primera grabación oficial de Elektra no podía tener otra protagonista que la gran Inge Borkh en adecuado “premio” a su gran trayectoria con este papel a lo largo de esos años. Aunque se adivina ya cierto leve declive vocal, su prestación sigue siendo magnífica, así como inalterable su personalidad, quedando perfectamente retratada su incandescente creación. Bella voz, pero anónima como intérprete Marianne Schech como Crisotemis. Jean Madeira, carismática y temperamental, vuelve a ofrecer una gran Clitemnestra. Fischer-Dieskau frasea cual orfebre e intenta buscar hasta el último matiz en su Orestes, sin evitar la sensación de falta de espontaneidad y excesivo toque filosófico. Impecable la dirección de Böhm por claridad, construcción, sentido narrativo y esplendor sonoro al frente de una fabulosa Staatskapelle de Dresden, orquesta que junto a la Firlamónica de Viena, atesora la más genuina tradición straussiana. Sin embargo, habrá que esperar a la producción televisiva de 1981 para que el gran músico de Graz ofrezca una Elektra más contrastada y con mayor violencia, voltaje y desenfreno dramático.
1967 Georg Solti Birgit Nilsson (Elektra), Regina Resnik (Clytemnestra), Marie Collier (Crisotemis), Tom Krause (Orestes), Gerhard Stolze (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. Sello DECCA
Primera grabación totalmente completa de Elektra, en la que se abren todos los cortes habituales aceptados por el compositor. Estamos ante otra magnífica creación del legendario productor de la DECCA John Culshaw, en el que destacan cuatro pilares fundamentales. Una rutilante Filarmónica de Viena, depositaria de la identidad Straussiana, la dirección incandescente, plena de nervio y tensión de Georg Solti y la aportación vocal de Birgit Nilsson y Regina Resnik. No existe aparato orquestal que pueda tapar el sonido compacto, amplio, caudalosísimo, pleno de timbre y sonoridad, con un brillo diamantino y de una firmeza de emisión asombrosas, que desgrana la eximia soprano sueca. Realmente resulta excitante escuchar esos agudos como lanzas, pletóricos de metal, que sobrepasan sin problemas los estallidos orquestales, así como las notas en piano (escúchese la escena del reconocimiento de Orestes), todo ello con un centro nutrido, consistente, pleno. Una Elektra referencial, sin ese temperamento o cualidades de cantante-actriz de otras, efectivamente, pero perfectamente eficaz en el aspecto expresivo e insultante en lo vocal. A su lado emerge, el carisma, la inmensa personalidad, las cualidades dramáticas de Regina Resnik en una Clytemnestra imponente. Tremendos los acentos y la incisividad con la que articula el declamado, el sprechgesang, y esas risas sardónicas, absolutamente diabólicas, favorecidas por los efectos especiales del equipo de la Decca que crean un efecto impactante. Ante tales artistas, palidece la Crisotemis, correctamente cantada pero de escaso relieve interpretativo, de la australiana Marie Collier, famosa por sustituir a la Callas en su famosa cancelación de las Toscas Londinenses de 1964. Autoritario, bien acentuado, con un timbre robusto y viril el Orestes de Tom Krause. Insistir, una vez más, en la fabulosa dirección de Solti, que si atesora brío, pulso flamígero, tensión a raudales e inexorable progresión dramática que culima en una escena final que deja sin hipo, no se olvida de los detalles tímbricos más embriagadores (mágica la escena del reconocimiento de Orestes), de la suprema nitidez y esplendor sonoro al frente de una Filarmónica de Viena en estado de gracia.
1988 Seiji Ozawa Hildegard Behrens (Elektra), Christa Ludwig (Klytemnestra), Nadine Secunde (Crisotemis), Jorma Hynninen (Orestes), Radnar Ulfung (Egisto). Orquesta Sinfónica de Boston. Sello Philips y luego DECCA.
Esta grabación procede de las representaciones semiescenificadas que se ofrecieron en el Boston Symphony Hall en Noviembre de 1988. La labor, siempre analítica pero un tanto superficial del director japonés, se caracteriza por la absoluta transparencia, luminosidad, refinamiento y atención al detalle al frente de una orquesta de alto nivel, pero es un tanto blanda y ayuna de verdadera tensión, progresión teatral y emoción. Esto último lo pone la protagonista, una temperamental Hildegard Behrens que con un material lírico, falto de graves y consistencia en el centro, pero restallante en el agudo, demuestra por qué fue una de las Elektras referenciales de su generación. Una creación, plena de personalidad, de una intensidad febril, desbocada, alucinada. Un terremoto imparable que culmina en el paroxismo del impresionante final. Grandiosa Christa Ludwig, un fenómeno vocal, aún en buen estado en una Klytemnestra de gran carisma y que da perfecta réplica a la volcánica protagonista, pero contenida, lejos de cualquier exageración, musicalísima y con los acentos apropiados. Cumplidora, aunque un tanto impersonal la Crisotemis de Nadie Secunde. Irrelevante, engolado y de sonido pobretón el Orestes de Hynninen.
1990 Wolfgang Sawallisch Eva Marton (Elektra), Marjana Lipovsek (Clytemnestra), Cheryl Studer (Crisotemis), Bernd Weikl (Orestes), Hermann Winkler (Egisto). Orquesta de la Radio de Baviera. Sello EMI
Evidentemente, Sawallisch no defrauda y garantiza una Elektra de impecable factura musical, profesionalidad y pulimiento sonoro al mando de una magnífica sinfónica de la Radio de Baviera. La tensión está presente, pero no de manera uniforme y a veces decae a favor de detalles sonoros y tímbricos de raigambre más hedonista que imbricada en una labor de conjunto, en la que no decaiga la fuerza teatral. Una labor correctísima, pero falta del toque genial, de la personalidad descollante. Eva Marton fue una gran Elektra, una de las referenciales de su generación, pero su gran creación se encuentra en el DVD de Viena bajo la dirección de Abbado. A pesar de alguna nota forzada, muy apreciable la Clitemnestra de Marjana Lipovsek. Juvenil, luminosa, paradigmática la Crisotemis de la Studer. Estupendo el Orestes de Bernd Weikl.
1995 Daniel Barenboim Deborah Polaski (Elektra), Waltraud Meier (Clytemnestra), Alessandra Marc (Crisotemis), Falk Struckmann (Orestes), Johann Botha (Egisto). Staatskapelle Berlin. Sello Teldec
En el año 2003 Daniel Barenboim y su Staatskapelle de Berlin ofrecieron tres memorables funciones de Elektra en el Teatro Real de Madrid. Tres grandes noches de ópera en vivo. Esta grabación de estudio del sello Teldec muestra en toda su integridad la dirección diáfana, impecablemente construida, atentísima al detalle y con indudable pulso teatral del músico Bonaerense. La protagonista, Deborah Polaski, ha sido la Elektra de finales de los noventa hasta el final del primer decenio de los 2000. Sin la opulencia vocal, carisma y temperamento desatado de otras, la soprano nortemericana brinda una creación muy completa, bien trabajada, equilibrada vocal e interpretativamente. Waltraud Meier perfeccionará en años posteriores su interpretación de Clitemnestra, pero ya deja un retrato sobresaliente, con el magnetismo que la caracteriza y apoyada siempre en el canto, de una mujer atormentada y llena de sufrimiento. Voz caudalosa y de calidad la de Alessandra Marc en una Crisotemis impersonal y epidérmica. Recio, robusto, pero un tanto rudo el Orestes de Struckmann.
1995 Giuseppe Sinopoli Alessandra Marc (Elektra), Hanna Schwarz (Clytemnestra), Deborah Voigt (Crisotemis), Samuel Ramey (Orestes), Sigfried Jerusalem (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. Sello DG
Gran Straussiano, el músico veneciano Giuseppe Sinopoli en un trabajo muy estudiado y analítico, desbroza la partitura y con unos tempos inevitablemente lentos, resalta el colorido y esplendor orquestal, las fascinantes sonoridades y los primorosos detalles tímbricos de la mágica orquestación. La emoción nos llega por el dolor, el sufrimiento devastador que nos describe, más que por la violencia esplícita, sin que falte la tensión teatral ni los momentos de intenso lirismo. El reparto vocal, sin embargo, no está a la altura. Comenzando por la Elektra de Alessandra Marc (Crisotemis en la grabación de Barenboim anteriormente comentada). Un ejemplo de cantante con buen material, ancho, voluminoso, de gran sonoridad y riqueza tímbrica, pero manejado por una intérprete plana, sin imaginación ni carisma. Todo lo contrario que la estupenda Hanna Schwarz, intensa Clitemnestra, bien acentuada y con los papeles técnicos y vocales en regla. Notable, fluida, desenvuelta, la Crisotemis de una juvenil Deborah Voigt en plenitud de unos medios vocales de gran belleza y lozanía. En fuera de juego, Samuel Ramey en las antípodas de su repertorio habitual, aunque como siempre, se escucha una voz bella y perfectamente colocada.
2014 Christian Thielemann Evelyn Hertlizius (Elektra), Waltraud Meier (Clytemnestra), Anne Schwanewilms (Crisotemis), René Pape (Orestes), Franz Van Aken (Egisto). Staatskapelle Dresden. Sello DG
En Enero de este año tuvieron lugar en la Semperoper de Dresde unas memorables representaciones de Elektra bajo la dirección de Christian Thielemann y con un espléndido reparto. Esta grabación en vivo procede de una interpretación realizada en forma de concierto en Berlín con el mismo elenco, orquesta y director. Quien firma estas líneas tuvo la suerte de presenciar en la fascinante Semperoper una de esas funciones y quedó maravillado ante una de las mejores representaciones vistas en los últimos años. La gran personalidad de Thielemann conduce con mando, firmeza y precisión a una gloriosa Staatskapelle de Dresde, capaz del susurro, de la filigrana, del detalle camerístico más arrebatador, así como del más espectacular estallido orquestal. Transparencia y refinamiento sonoro, colorido straussiano, audaces contrastes dinámicos, sentido del rubato e intensísima tensión teatral caracterizan la sobresaliente labor de Thielemann. Fabulosa la Elektra de Evelyn Hertlizius, insuperable hoy día en el papel y perfectamente capaz de sostener la comparación con las grandes del pasado. El sonido, impecablemente emitido y apoyado sobre el fiato, timbradísimo, de gran potencia y proyección. La resistencia de la cantante, que da la sensación al finalizar la interpretación de tan extenuante papel, de que podría cantarse una Salomé a continuación. Impresionante la garra, la entrega, el temperamento volcánico, la altura dramática de su creación no en la línea de las típicas sopranos dramáticas de centro anchote y pesante (Strauss reprobaba las voces sin flexibilidad ni brillo), si no en la de una Borkh o una Behrens.
Conforme avanza el declive vocal de Waltraud Meier se agigantan sus resortes dramáticos e interpretativos en una Clitemnestra sin efectismo alguno. Crisotemis es Anne Schwanewilms, soprano irregular, con limitaciones. Eso sí, siempre femenina y delicada, con un timbre bellísimo y de calidad en la franja centro-agudo y un canto siempre refinado y aquilatado. El René Pape un tanto declinante de los últimos tiempos parece haber encontrado en el secundario y poco expuesto papel de Orestes, un filón que el público agradece, pues sus cualidades aún son un lujo para el mismo.
VERSIONES EN DVD (Al lado del director musical, se indica el de escena)
1980 James Levine/Herbert Graf. Birgit Nilsson (Elektra), Mignon Dunn (Clytemnestra), Leonie Rysanek (Crisotemis), Donald MacIntire (Orestes), Robert Nagy (Egisto). Orquesta del Metropolitan Opera. Sellos Pioneer y DG
Filmación en vivo del Metropolitan Opera que permite disfrutar en imagen de la Elektra de Birgit Nilsson, así como de la Crisotemis de Leonie Rysanek. Dos referencias en sus respectivos papeles. La sueca, ya con 62 años, mantiene un apreciable estado vocal y si bien el timbre ha perdido lozanía y el metal esplendor, aún impacta por su seguridad técnica, firmeza de emisión y opulencia sonora. Eficacísima su creación dramática como lo es la dirección de Levine, sólida y con buen pulso teatral. Competente, adecuada, la producción firmada por Herbert Graf. Muy emocionante el homenaje que el público neoyorkino tribuna a Nilsson en su despedida del papel con estruendosas ovaciones y arrojo de papelitos en los saludos al final de la representación.
1981 Karl Böhm/Götz Friedrich Leonie Rysanek (Elektra), Astrid Varnay (Clytemnestra), Catarina Ligendza (Crisotemis), Diterich Fischer-Dieskau (Orestes), Hans Beirer (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. Sello DG
Ya muy mayor y enfermo, Karl Böhm lográ dejar su gran interpretación de Elektra, aún superior a la de 1960. Una labor más desatada, desmelenada, violenta y tensionada al frente de la deslumbrante Filarmónica de Viena, que brilla, transparente y sedosa, con una gama de luces y colores prodigiosa. Magisterio Straussiano de quien fue gran amigo del compositor. Leonie Rysanek, gran Crisotemis, no llegó a abordar Elektra en teatro (sí, Clitemnestra ya veterana), pero dejó este alucinado retrato de una fuerza teatral irresistible. No hay palabra ni acento en su interpretación que no sea vibrante, incisivo, cargado de dramatismo y peso dramático. Un tanto exagerada sí y bordeando el exceso la Clitemnestra de la Varnay, pero de un impacto innegable, tal es la inmensa personalidad y carisma de la gran artista. Notable la Crisotemis de Ligendza, un tanto apurada arriba, pero de timbre cálido y atractivo. Un ya veterano Fischer-Dieskau vuelve a destilar su ya legendaria musicalidad y fraseo cincelado en el papel de Orestes. Magnífica la dirección de Götz Friedrich que descansa en un patio asolado por la lluvia y el barro que contrasta con la línea geométrica, amenazadora de la fachada del palacio en una Micenas tenebrosa, inquietante, angustiosa.
1989 Claudio Abbado/Harry Kupfer Eva Marton (Elektra), Brigitte Fassbaender (Clytemnestra), Cheryl Studer (Crisotemis), Franz Grundheber (Orestes), James King (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. Sello DECCA
El gran Claudio Abbado debutaba su Elektra en su periplo como director titular de la Opera de Viena y con una nueva producción de Harry Kupfer. Este vídeo con una gran dirección televisiva del insuperable Brian Large nos la ofrece con la mayor fidelidad posible. Sobresaliente la dirección del Milanés, de una tensión febril y dessenfrenada que no decae en ningún momento, al contrario, avanza sutil e inexorablemente hasta un final catártico e irresistible. Todo ello con una claridad diáfana en las texturas, un sonido luminoso, algodonoso, bellísimo. Escúchese el genial acompañamiento totalmente camerístico en el momento que Elektra intenta seducir a Crisotemis para que le ayude en la venganza (“Desde hoy pienso ser para ti más que una simple hermana”) o como está organizado el crescendo y correspondiente clímax de la salida de Clitemnestra.
Una magistral labor que, además, crea las más variadas atmósferas, ya sea inquietud, angustia, violencia, efusión lírica… Bravisimo. Eva Marton, perteneciente a la reducida nómina de intérpretes que han abordado en vivo los tres papeles femeninos de la obra (Leonie Rysanek también, aunque Elektra nunca en teatro), ofrece el más completo retrato de su Elektra, la mejor de su generación y que paseó por todos los grandes teatros. En Barcelona en 1988 y en Madrid 10 años después, se pudo disfrutar su gran creación. Voz de centro ancho, aterciopelado, denso, agudos con más timbre que punta pero penetrantes y de gran efecto en teatro. Intérprete de raza, entregadísima, vibrante de adapta perfectamente a la propuesta de Kupfer que se basa, quizás demasiado, en una enorme estatua descabezada del Rey Agamenón de la que apenas vislumbramos la parte inferior y la testa que yace en el suelo y a la que se ven irremediablemente atraídos todos los personajes. Radiante la Crisotemis de Cheryl Studer en una de sus mejores creaciones de lo que debió ser su repertorio más propio. La voz, impecablemente emitida, homogénea, esmaltada, con un timbre de una irresitible seducción, bellísimo, juvenil con unos agudos esplendorosos y un canto siempre fluido, musical, ortodoxo. Fantástica la Clitemnestra siempre bien cantada y fraseada con incisividad, pero lejos de histrionismos, de esa inteligentísima artista que siempre ha sido Brigitte Fassbaender. Muy sólido el Orestes de Grundheber. A su vez, el veterano James King aprovecha bien sus pocas frases para resaltar convenientemente el papel de Egisto.
2010 Daniele Gatti/ Nikolaus Lennhoff Irene Theorin (Elektra), Waltraud Meier (Clytemnestra), Eva-Maria Westbroeck (Crisotemis), René Pape (Orestes), Robert Gambill (Egisto). Orquesta Filarmónica de Viena. Sello Arthaus musik
Austera, pero eficaz, producción de Lennhoff que se limita a presentar los personajes en un ambiente convenientemente hostil, violento y deshumanizado con una muy somera dirección de actores. Deficiente la dirección musical de Daniele Gatti, destensionada, morosa, deslavazada, y hasta ridiculamente amanerada. Sólo queda el sonido compacto, amplio y brillante de la Filarmónica de Viena sin apenas detalles y más bien pesante, ayuno de la ductilidad y claridad que Strauss demandaba. Buena protagonista Irene Theorin, no muy matizada ni variada como intérprete, pero con una entrega sincera y un material de calidad, amplio, sonoro, robusto, caudaloso, compacto. Impresionante Waltraud Meier en una Clitemnestra torturada, consumida por el remordimiento y el dolor, sin asomo de excesos ni histerismos pero con ese magnetismo y personalidad propio, de la que ha sido una de las más grandes artistas de los últimos años. Fantástica también Eva-Marie Westbroeck, cantante actriz de raza en su Crisotemis. René Pape no atraviesa su mejor momento en los últimos años, pero resulta un lujo como Orestes.
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