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CRÍTICA: 'AIDA' DE VERDI EN EL AUDITORIO NACIONAL, BAJO LA DIRECCIÓN MUSICAL DE CRISTÓBAL SOLER

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Autor: Raúl Chamorro Mena
6 de noviembre de 2012
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Laura Vila

AIDA (Giuseppe Verdi). Madrid, Auditorio Nacional de Música, 3-11-2012. Lorena Valero (Aida), Andrés Veramendi (Radamés), Laura Vila (Amneris), José Julián Frontal (Amonasro), Angel Jiménez (Ramfis), David Sánchez (Il Re), Ruth Iniesta (Sacerdotisa), Luca Chilese (Mensajero) Orfeó Valencià Navarro Reverter. Orquesta Clásica Santa Cecilia. Dirección musical: Cristóbal Soler. Versión concierto.
 
     LEJOS DE LA "EXCELENTIA"

      La Fundación Excelentia presentó en su serie Grandes Clásicos una de las obras maestras de Giuseppe Verdi, la inmortal Aida. Hay que alabar estas propuestas de la iniciativa privada, que enriquecen el panorama musical de la capital, si bien resulta discutible que obras de este calibre y dificultad sean las más adecuadas para este tipo de citas, si bien es cierto que son las que llevan público al teatro y permiten que se sotengan estas iniciativas.
      Es opinión prácticamente únánime, que en el panorama actual es casi imposible encontrar en los grandes teatros,  voces que aborden con garantías el repertorio verdiano y, particularmente, una ópera de la grandeza y empeño como Aida. Imagínense, por tanto, la dificultad del caso que nos ocupa al contar con cantantes muy jóvenes, poco acostumbrados a enfrentarse a papeles que les superan bajo todos los aspectos. 
      La soprano valenciana Lorena Valero mostró un material muy lírico, más propio de una Musetta o una Zerlina, con una primera octava totalmente desguarnecida.  Lógicamente nerviosa al comienzo, su "ritorna  vincitor" fue muy irregular, con graves inaudibles y un centro pobre en el que sólo pudo vislumbrarse un canto sensible y con gusto en las frases cantabile "Numi, pietà del mio soffrir!. Se fue entonando a lo largo del concierto y lució más en una página más lírica como "Oh patria mia!" en la que, incluso, atacó en piano el temido "Do 5 del Nilo", si bien esas notas en piano tan bien intencionadas, no estuvieron tan bien resueltas ni apoyadas sul fiato. El tenor Andrés Veramendi (Radamés) lució un color grato, con ese tinte levemente gutural tan tradicional en las voces tenoriles sudamericanas. Comenzó con presencia sonora y cierto brillo, aunque también en coordenadas muy líricas. Sin embargo, el canto en el pasaje y por encima del mismo es totalmente abierto. El tenor se fue diluyendo a lo largo de la función, de más a menos, terminando muy apagado y fatigado. Su fraseo adolece de falta de elegancia y variedad, mientras que su pronunciación del italiano dejó bastante que desear (no pronunció correctamente ninguna doble consonante o las "s"). Apreciable, muy digna, la Amneris de Laura Vila Griñón, cantante natural de Vic y forjada en las temporadas de ópera de Sabadell y "Opera a Catalunya" auspiciadas por Mirna Lacambra, que fue quien la ascendió a solista desde el coro. La mezzo catalana demostró tener aplomo y seguridad musical, además de cierto empaque, mostrando desahogo en la zona alta (no padeció en absoluto en las frases "De' miei pianti la vendetta or dal ciel si compirà"del dúo con Radamés del acto IV, que culminan con restallante si bemol). Ciertamente, el grave es sordo y falto de consistencia y su expansión sonora en el auditorio Nacional fue muy justa. Hubiera lucido más en un teatro más apropiado, de herradura, más pequeño y con mejor acústica para las voces.  El cantante de mayor bagaje y trayectoria de todo el elenco era el barítono José Julián Frontal que, sin embargo, sólo pudo ofrecer su experiencia ya que, tanto su voz, blanca, opaca, nasal y desempastada, además de retrasada de emisión y limitadísima de caudal, así como sus modos, muy afectados, son la antítesis de Verdi y están en las antípodas de un papel como Amonasro.  Muy flojo el Ramfis del bajo Angel Jiménez, de emisión estomacal y calante.
      No se puede discutir el entusiasmo y entrega de la coral amateur valenciana Navarro Reverter, pero la compliación y riqueza polifónica de una ópera como Aida dejó al descubierto algunas carencias como falta de empaste, de amplitud y riqueza sonora, así como algunas puntuales desafinaciones.  Muy aceptable el nivel de la Orquesta Clásica Santa Cecilia, si bien Cristóbal Soler optó por una labor brusca, deslavazada, basta, efectista y ruidosa, por no hablar del inadmisible corte perpetrado de todo el ballet del acto segundo.

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