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CRÍTICA: 'TOSCA' NO CONVENCE EN EL PALACIO EUSKALDUNA DE BILBAO. Por Rubén Martínez

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Autor: Rubén Martínez
20 de enero de 2013
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"TOSCA" DISCRETA

Palacio Euskalduna de Bilbao, sábado, 19/1/2013. Director musical, Bertrand de Billy. Escenografía: Ezio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino Director de escena de la reposición: Marco Gandini. Iluminación: Vinicio Cheli Reparto: Violeta Urmana, Massimo Giordano, Falk Struckmann. Coro de la Ópera de Bilbao, Coro Infantil de la Sociedad Coral de Bilbao, Orquesta Sinfónica de Bilbao.


      Llegó el primer título de la temporada de ABAO-OLBE en este nuevo año con la reposición de la producción de Tosca firmada por Nuria Espert que se estrenara en 2004 en el Teatro Real de Madrid y que ya había sido vista en Bilbao en septiembre de 2006. En esta ocasión, la dirección de escena fue encomendada a Marco Gandini quien, ya sea por iniciativa propia o por petición expresa de la dirección artística, decidió omitir la escena que se pudo apreciar en la última reposición en Madrid, en 2011, en la que Tosca, después de haber asesinado a Scarpia, arroja el contenido de una copa de vino al Cristo que preside la mesa de despacho del barón, detalle escénico que suscitó en su momento cierta polémica.
      Es fácil que el lector haya tenido la ocasión de presenciar esta producción en el teatro en alguna de las numerosas ocasiones en las que ha sido repuesta en el territorio nacional o bien mediante su visionado en DVD. Espert opta por enfatizar el poder de la Iglesia y presenta a Scarpia como sacerdote, quizás haciendo una interpretación bastante forzada de las palabras de Cavaradossi "fa il confessore e il boia". Sea como fuere, la escena más imponente de esta propuesta la encontramos en el Te Deum con el que se cierra el acto primero (foto), grandioso y espectacular. En conjunto la producción puede resultar un tanto monótona, ya que la estructura básica de la escenografía, los pilares de mármol rematados en columnas, permanece inalterable durante los tres actos, modificándose sólo determinados elementos de mobiliario para recrear el gabinete de Scarpia y situando en el centro de la escena, para el tercer acto, el paredón donde será ejecutado Mario. Producción clásica y que no aporta ninguna relectura especialmente rompedora ni provocativa del libretto más allá de lo comentado. Buen trabajo de iluminación de Vinicio Cheli aunque también un tanto falto de imaginación y variedad en el tercer acto.
      La dirección musical fue encomendada al maestro francés Bertrand de Billy, especialmente conocido por los aficionados españoles tras haber sido director musical del Gran Teatre del Liceu desde 1999 a 2004, y que se presentaba en la ABAO por primera vez. No podemos considerarlo como alguien que preste excesivo apoyo a los artistas sobre el escenario. Su trabajo se concentró en la orquesta y de ahí salió quizás lo mejor de la noche: el sonido que consiguió extraer de la Sinfónica de Bilbao fue de lo mejor que se ha podido escuchar a esta orquesta en los últimos años. También se apreciaba que sólo levantaba la vista de la partitura en contadas ocasiones lo que puede deberse a un déficit de conocimiento de la misma o bien a un sobreponderación en el conjunto del detalle orquestal. Imaginamos que los cantantes sobre el escenario no podían esperar excesivas referencias del maestro y buena prueba de ello fueron algunos desajustes más que notorios entre foso y escenario que además el maestro no atajó con la prontitud que cabría esperar. Al margen de estos detalles insistimos en que el trabajo orquestal fue lo más destacado de la velada. También hemos encontrado más centrados que en otras ocasiones al Coro de la Ópera de Bilbao, con un mayor empaste entre las diferentes secciones.

      De todos es sabido que los recortes presupuestarios de los teatros en los últimos tiempos han ocasionado más de un quebradero de cabeza a los gerentes y directores artísticos, que se han visto obligados en más de una ocasión a modificar un título ya programado y recolocar a los artistas contratados en otras óperas. Parece que, en parte, esto es lo que ha ocurrido con esta Tosca ya que inicialmente estaba programado un Parsifal en su lugar. Su sustitución por Tosca habría permitido la recolocación de Urmana y Struckmann, inicialmente contratados para la obra de Wagner.
      La soprano lituana Violeta Urmana encarnaba el papel de Floria Tosca, apenas año y medio después de haberlo hecho en Madrid alternándose con Sondra Radvanovsky. Son muchos los aficionados que reprochan a la artista su decisión de diseñar una nueva carrera de soprano dramática después de comenzar como mezzo y haberse hecho un nombre en papeles como Kundry, Eboli o Azucena. Las críticas suelen acusarla de frialdad y, en esta ocasión, nuestra opinión coincide en esta sensación de superficialidad que acompaña últimamente sus lecturas. Son varios los obstáculos que, en nuestra opinión, impiden a Urmana llegar a un mayor nivel de conexión emocional con el público. Por una parte su timbre no es cálido sino acerado, frío, casi gélido, carente de italianità y esto crea una distancia con el auditorio indudable.
      A ello le unimos una importante descompensación entre metal y armónicos, sobre todo en el tercio agudo que es el que ha tenido que fabricar para su nuevo registro, y esto provoca que muchas notas lleguen excesivamente agrias, arañadas, con exceso de punta pero falta de pulido. Su fraseo tampoco es imaginativo en exceso, con problemas de fiato al inicio y su presencia escénica la hace más creíble como Brünhilde que como una frágil y celosa amante. En este sentido la química  entre ella y Cavaradossi brilló por su ausencia. Aún así el público la premió con los aplausos más intensos en los saludos finales, acompañados de algún "brava" y fue la única en recibir aplauso a escena abierta tras su vissi d'arte.
      El tenor Massimo Giordano hacía su debut en ABAO-OLBE y su desempeño ha de calificarse entre correcto y discreto. Un Cavaradossi que no recibe ni un amago de aplauso en ninguna de sus dos arias no puede salir satisfecho de su prestación. Como puntos a favor destacan su presencia escénica juvenil (aunque tenga dificultades de coordinación corporal, sobre todo con los brazos, lo que le hace parecer en ocasiones un tanto perdido en escena) así como un color de voz y fraseo netamente italianos. Por el contrario parece Giordano el resultado  de alguien que con muy pocas cualidades di natura se ha empeñado en convertirse en cantante profesional. Todo en su instrumento parece que haya tenido que ganarse a pulso, proyectarse y fabricarse con sudor y lágrimas. No hay un sonido ciertamente liberado y apoyado, que produzca en el oyente verdadero placer. Todo se resume en un permanente empuje, tutto spinto, intentando inflar artificialmente un centro que denota sin margen de duda que nos es voz de Cavaradossi. A ello hay que sumarle una deficientísima colocación de la "o" y una obsesión con ofrecer la vocal "a" a la Di Stefano, excesivamente abierta pero que en este caso se queda atrás. En más de una ocasión su afinación fue más que discutible, vicina al tono, y sus ataques al agudo dejan en mera anécdota los portamenti de Cura o Armiliato. No se trata de un mero glissando es una auténtica appoggiatura y resulta muy molesta para el oyente y casi indigna de un cantante profesional. Lo que es extraño es que parece que puede emitirlos sin esa tara, como lo demostró en el "vittoria, vittoria", pero no lo hace. Sin embargo, todos estos defectos no lo convierten en un cantante inaguantable y esto es lo peor, que sólo es mediocre y por tanto el oyente advierte desde el minuto uno que el aburrimiento va a ser la constante de todas sus intervenciones.
      Debutaba también en ABAO -OLBE el barítono alemán Falk Struckmann del cuál se anunció por megafonía que rogaba la comprensión del público al encontrarse afectado por un resfriado. Demostró Struckmann el por qué de su prestigio, sobre todo en el repertorio wagneriano, luciendo un sonido muy timbrado, pleno de armónicos en el centro-grave y con una sólida emisión. Desgraciadamente ya desde el Te Deum se pudo ratificar que no estaba en óptimas condiciones y los ascensos a notas de paso empezaron a quedar áfonos, repercutiendo también a su centro, que se agrietaba por momentos. Era evidente que iba a pasar muchos apuros en su escena del segundo acto "già mi dicon venal... se la giurata fede" donde optó directamente por octavar grave sus dos ascensos más comprometidos "giá mi struggea" y "quel tuo pianto era lava" así como declamar "t'ho giurata mia, mia". Probablemente gran parte del público ni apreció estos atajos.  En cualquier caso, con sus facultadas mermadas y un timbre anti-italiano donde los haya, resultó para el que escribe la interpretación vocal más contundente y creíble ofreciendo detalles de indudable calidad y exhibiendo recursos ("Tosca divina la mano mia la vostra aspetta piccola manina" en un solo fiato). Escénicamente pertenece a ese tipo de cantantes que resulta incómodo de mirar debido a la gestualidad facial que acompaña a su técnica. Quizás sea Struckmann uno de los mayores exponentes de "caras raras" al punto de deformar por completo su boca cuando ataca notas de paso en lo que parece un evidente intento de conducir el aire hacia resonancias superiores.
      Del resto del reparto merece destacarse la impecable prestación del colombiano Valeriano Lanchas como sacristán (que indudablemente merece papeles de mayor enjundia) así como la profesionalidad y brillantez de Vicenç Esteve como Spoletta, Miguel Ángel Zapater sigue estable dentro de la gravedad. Dicho de otro modo, ofrece  un trabajo correcto siempre que se limite a papeles con muy pocas exigencias vocales ya que el instrumento apenas tiene armónicos en un puñado de notas y el volumen hace tiempo que ha desaparecido en su limitado registró. Sonoro el Sciarrone de José Manuel Díaz y deficiente el carcelero de David Aguayo, con mejor material que desempeño. Se intuyó correcto el pastorcillo interpretado por Leyre Mesa, cuyo voz llegó a la sala debilitada en exceso.
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