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CRÍTICA: AGAO LLEVA 'EL JURAMENTO' DE GAZTAMBIDE A PAMPLONA CON LA CELEBRADA PRODUCCIÓN DE EMILIO SAGI. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
25 de mayo de 2013
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ZARZUELA EJEMPLAR

El Juramento (J. Gaztambide). Auditorio Baluarte, Pamplona, AGAO

       La Asociación Gayarre Amigos de la Ópera de Navarra (AGAO) proseguía su esmerada programación con la puesta en escena, en el auditorio Baluarte, de la zarzuela El Juramento, del compositor navarro Joaquín Gaztambide, en una producción del Teatro de la Zarzuela, bajo dirección de Emilio Sagi, repuesta precisamente en ese teatro hace unos meses. Se traía a Pamplona, precisamente, el primero de los repartos que se subieron a escena en Madrid, en la citada reposición.
      La producción de Sagi es una propuesta ejemplar. Sencilla, clásica, de estética limpísima y hermosa, y de trazo siempre teatral. Una muestra paradigmática de que se puede hacer zarzuela desde planteamientos clásicos sin caer en códigos rancios y apolillados. La escenografía de Gerardo Trotti es tan básica como inteligente, por sus juegos modulares y su diseño original. La iluminación de Eduardo Bravo contribuye a resaltar las virtudes de una escena bien planteada y el trabajo de Sagi, en la dirección de actores y la disposición espacial, es de un elogiable dinamismo y de una lograda fluidez. Destaca, por su bellísima factura, el vestuario del desaparecido Jesús del Pozo. Un figurinismo con valor en sí mismo.
      Sabina Puértolas encarnaba el rol de María. Seguramente no posea un instrumento deslumbrante, pero sí redondo, homogéneo, de timbre terso y brillante, y de emisión segura y regular. Es, en conjunto, una voz carnosa, limpia, bonita, y frasea con lograda intención, subrayando con ello una teatralidad bien medida, sin excesos. Nos gustaría escucharle desempeñando un rol de mayor enjundia como una Traviata.

 

      Carmen González, como la Baronesa, lució un instrumento bien timbrado y grande, aunque algo estridente en el tercio agudo, emitido con cierta destemplanza. Compensaba su irregular vocalidad, eso sí, con sobradas tablas. Amén de su parquedad de armónicos, se antojó incómoda la emisión siempre tensa y desubicada de Gabriel Bermúdez en el rol del Marqués, tan poco convincente en lo vocal como en lo teatral. Mejor, sin embargo, la emisión más redonda, aunque algo atrasada, de David Menéndez, que ofreció un fraseo bien ligado y ciertamente belcantista en el rol de Don Carlos. Completaban el reparto Xavier Ribera-Vall como el Conde, Javier Galán como Peralta y Alexandre Guerrero como Sebastián, esmerados todos ellos en sus cometidos.
      Óliver Díaz asumió la dirección musical de un foso ocupado por la Barbieri Symphony Orchestra. Tanto la batuta como la formación nos dejaron buenas sensaciones, a la espera de poder valorar su desempeño en partituras más complejas y exigentes. Esmeradísimo el desempeño del Coro "Premier Ensemble" de AGAO, bajo dirección de Íñigo Casalí, en sus no pocas intervenciones. Orquesta y coro redondearon así una representación sin alardes, pero lograda, teatral y disfrutable.
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