CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: 'Simon Boccanegra' del Teatro Campoamor de Oviedo

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Aurelio M. Seco
24 de enero de 2010
Vota 1 2 3 4 5
Resultado            945 votos

 La Voz de Asturias (25/01/10)

NI "BLANCAS" NI NEGRA, ¡BOCCAGRIS!

Un mal sabor de "Bocca". Esto es lo que ha dejado el "Simon Boccanegra" que se estrenó en el Teatro Campoamor como último título de la 62ª Temporada de Ópera de Oviedo. Una dirección de escena de Stefano Vizioli ingenua a más no poder y de discreta confección estética, un reparto tan ajustado que no estuvo a la altura y una dirección musical de Daniele Callegari simplemente correcta, de oficio, pero equivocada en el concepto estético, terminaron por convertir la función en el título más aburrido del año.  "Simon Boccanegra" es una de las óperas de Verdi en las que el componente dramático se palpa con más intensidad, una perspectiva que se echó en falta incluso en los ataques e inflexiones musicales de la orquesta, y en la intensidad sonora que, aún siendo cuidada, no logró penetrar en la historia ni en el público. Por el contrario, lo que existió fue una especie de contención sonora, una delicadeza meliflua y envolvente algo frustrante en el fondo y la forma de la versión, que no funcionó. Daniele Callegari optó por una delicadeza que, incluso llegando a ser refinada, acabó por percibirse como un tanto endeble, y que en nuestra opinión influyó muchísimo y negativamente en la atmósfera un tanto plana en la que se desarrolló la versión. Fue interesante observar que, aún con los esfuerzos escénicos de artistas como Ángeles Blancas, esta sensación siguió predominando como una limitación  estética de fondo. Tampoco se puede decir que, desde el punto de vista técnico, Callegari haya hecho un mal trabajo con la Oviedo Filarmonía, que no tuvo una mala noche, pero sí respecto a la elección del estilo, que resultó un tanto falto de carácter. En lo lírico también hubiera hecho falta una dirección de los cantantes más incisiva y dramática, con más empuje y sangrado sonoro. Por el contrario, la impresión fue de una cierta frialdad de estilo que, en esta ópera en concreto, terminó por matarla.

La producción, procedente de la Ópera de Santa Fe, resultó muy poco sugerente. Alguien entre bambalinas se lo habrá pasado de miedo haciendo girar el cubo que ocupaba el centro del escenario, pero la idea no funcionó, y no sólo por la fealdad de la construcción, sino porque el objeto en sí parecía molestar más que ayudar o generar posibilidades para el movimiento en escena. La dirección de actores resultó muy poco convincente, e incluso facilona. Al final de la ópera, por ejemplo, resultaba extraño e incluso ridículo ver como padre e hija optaban por separarse del todo, ante la inminente muerte del primero.  El movimiento escénico resultó confuso. Visualmente, no hemos conseguido encontrar en la producción ni un solo momento especialmente llamativo, a pesar de haberlo buscado con insistencia. No obstante, ni las paredes pintadas de un horroroso azul, ni un uso de las luces sin inspiración y con fallos intermitentes, ni un vestuario ni una caracterización demasiado típicas, consiguieron hacer olvidar los continuos y terribles giros de la caja central, a la que sólo le faltó explotar para terminar de dar el espectáculo por sí misma. Dejando la puesta en escena a un lado lo antes posible, y centrándonos en el reparto, hay que reconocer que la producción se resintió muchísimo por la cancelación de Carlos Álvarez, pero también es justo decir que, ni con él interpretando el papel protagonista, esta versión hubiera logrado alzar el vuelo, porque hay en ella demasiadas cosas que fallan. Del elenco el que mejor lo hizo fue Vitalij Kowaljow, bajo de calidad que dominó los registros líricos de Fiesco, e incluso dotó al personaje de un cierto carisma y carácter, cosa extraña en una noche donde el carácter faltó del todo. Marco di Felice es un barítono de oficio, que ofreció una lectura lirica correcta de Boccanegra. En escena le faltó carisma por todos los poros del personaje, y cantando se echó en falta más voz, profundidad expresiva y volumen. Ángeles Blancas es una soprano muy dotada para la escena, gracias a un físico atractivo y un talento dramático extraordinario. Lo que resulta extraño en esta intérprete, y muy preocupante, es que no se dé cuenta de su irregular estado lírico. De hecho, sus defectos vocales fueron tan evidentes que no se pueden interpretar como algo puntual, sino como una clara falta de perspectiva respecto a su situación artística. El problema de su respiración, con sonoras y desagradables inspiraciones antes de cada emisión, no se da ni siquiera en los más jóvenes y primerizos cantantes. Tampoco es normal que su voz suene tan engolada y nasal, una cuestión que afea mucho su imagen lírica. De su trabajo nos quedamos con sus condiciones dramáticas, que son todo un privilegio para los sentidos, pero que, para una cantante de su altura artística, no pueden resultar suficientes. El Coro de la Ópera de Oviedo volvió a cantar bien, aunque tampoco habría estado mal que se hubieran aumentado el número de componentes, ni que las sopranos afrontaran ciertos pasajes agudos con una línea de canto menos crispada. Giuseppe Gipali resultó un Adorno correcto, pero nada más, porque se echó muchísimo de menos una voz de tenor con mucho más cuerpo y volumen. Paolo Pecchioli interpretó la maldad de Paolo con profesionalidad y justos medios líricos. En escena tampoco acaparó las miradas. Víctor García Sierra fue un Pietro de garantías, y José Tablada y Vanessa de Riego, un Capitán y una Sirvienta conseguidos. El público reaccionó al final de la obra como tenía que reaccionar, de manera tibia, con aplausos de educación y reconocimiento hacia los artistas, más que de admiración hacia lo visto. La organización, sin embargo, respondió de otra manera. Intentar enmascarar los discretos resultados obtenidos queriendo confundir al público, retardando el encendido de las luces de la sala, está muy lejos de la honestidad artística con la que debería funcionar la Ópera de Oviedo, porque es como si al público se le llamase tonto a la cara, como si se le dijese: ¡no pare de aplaudir! ¿No ve que aún no hemos encendido las luces?

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

0 Comentarios
Insertar comentario

Para confirmar que usted es una persona y evitar sistemas de spam, conteste la siguiente pregunta:

* campos obligatorios

Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico