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Crítica: Emanuel Ax y el Emerson String Quartet en Oviedo

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Autor: Aurelio M. Seco
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Emanuel Ax

La Voz de Asturias (15/11/09)

AX- OMBROSO

Lugar: Auditorio de Oviedo; Fecha: 12 de noviembre de 2009; Ciclo: Jornadas de Piano

El pianista estadounidense de origen polaco Emanuel Ax participó el jueves en las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", en una velada dedicada a la pianista Alicia de Larrocha, en la que el piano no fue el único protagonista. El programa dejó espacio para el Emerson String Quartet, extraordinario conjunto de cuerda que acompaña al artista durante la mitad de su gira española. Emanuel Ax es uno de los grandes maestros del piano de la actualidad, un intérprete  que, sin llegar a tener el carisma público de Sokolov, Zimerman o Volodos, mantiene una trayectoria al más alto nivel. Consumado especialista en Chopin, interpretó la Sonata para piano nº 3, op. 2/III de Beethoven  desde un punto de vista original y bastante personal, que prefirió indagar más en la alegre vitalidad de la obra que en la vigorosa gravedad de su estructura, que también podría haberse tocado con más precisión. El magisterio técnico y musical fue monumental. El Emerson String Quartet comenzó el concierto con el Cuarteto en mi bemol mayor, op. 12 de Mendelssohn, una obra que destila una inusitada, ingenua y romántica serenidad, notablemente conseguida por un conjunto compenetrado como pocos. Resultó envidiable la sutileza y claridad con que los músicos interpretaron  los más pequeños matices de la partitura. Para finalizar, el Quinteto para piano y cuerdas en la mayor de Dvorak, una de las más bellas obras de cámara nunca escritas. El primer movimiento resultó delicioso, en parte por el violín de Philip Setzer, que entendió muy bien el sentido lírico de la pieza. La rotura de una cuerda de la viola fue una anécdota curiosa, que incluso humanizó un poco el estratosférico nivel artístico de la noche. El segundo movimiento resultó demasiado rápido con toda seguridad. En general, Emanuel Ax impuso su vertiginoso ritmo con mano firme y autoridad, y consiguió una versión soberbia, realmente atractiva, a la que quizás le faltó, otra vez, una cierta carga dramática común que, sin duda, habría añadido más arrebato al exultante alarde técnico del conjunto. De propina, el tercer movimiento del Quinteto para piano op. 42 de Schumann, ciertamente asombroso.

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