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CRÍTICA: "LUCIA DI LAMMERMOOR" EN EL TEATRO CAMPOAMOR DE OVIEDO

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Autor: Aurelio M. Seco
14 de octubre de 2012
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Teatro Campoamor. Sábado, 13/10/12. Director musical, Marzio Conti. Director de escena, Emilio Sagi. Reparto: Dalibor Jenis, Mariola Cantarero, Arturo Chacón-Cruz, Charles dos Santos, Simón Orfila, María José Suárez, Josep Fadó. Coro de la Ópera de Oviedo. Oviedo Filarmonía.

RECONFORTANTE VERSIÓN VOCAL

      El segundo título de la Temporada de Ópera de Oviedo devolvió al Campoamor los aplausos y bravos perdidos desde hacía tiempo. El reconocimiento tal vez haya sido un tanto exagerado pero, en cualquier caso, refleja la satisfacción del público por una función que tuvo muchos aspectos positivos. La producción, un conocido y meritorio trabajo de Emilio Sagi, contó con un reparto de buenos cantantes que, con sus virtudes y defectos, ofrecieron una estimulante versión de la célebre obra de Donizetti. Sin duda fue lo mejor de la noche, aunque también gustó la propuesta de Sagi que, aun con algún desajuste respecto al libreto y un tratamiento bastante fantasioso de la historia, tiñó la novela de Scott de una estética apetecible, moderna y elegantemente presentada. En tercer lugar está el trabajo de Marzio Conti, director peculiarísimo, de estilo rápido y nervioso, que dirigió la obra como si tuviera prisa; eso sí, con una factura sonora atractiva y un estilo tan personal como alejado del de Donizetti.

      En la manera de dirigir de Conti hay una falta de serenidad que puede llegar a resultar muy incómoda, si bien es cierto que "Lucia di Lammermor" es una obra que se adapta bastante bien a su personalidad. Seguramente, los cantantes se han sentido muy cómodos con los "tempi" elegidos pero, sobre la escena, la vocalidad resultó acomodada, en un estilo en el que, precisamente, lo que conviene es deleitarse en los matices de la línea de canto. Este tipo de dirección existió desde el principio al final de la ópera y, en nuestra opinión, restó profundidad dramática a la historia. El director italiano imprimió en la Oviedo Filarmonía un estilo vivo y ligero que, desde luego, no brilló por su entereza. La conocidísima Escena de la Locura de Lucía pareció contagiarse de esta premura. Esta lectura vibrante y apasionada del director sirvió para dotar de ritmo y tensión a varias escenas que lo pedían. Un aspecto positivo fue la factura sonora de la orquesta que, sin haber sido especialmente inspirada, resulto cuidada. La afinación de la Oviedo Filarmonía y su eficacia rítmica estuvieron muy por encima de otras participaciones.

      El reparto realizó un gran trabajo. Mariola Cantarero  firmó una notable recreación lírica y escénica de Lucia. El personaje es uno de los más difíciles de afrontar del repertorio lírico, y no sólo por sus dificilísimos agudos, sino por su alto nivel de exigencia escénica. Cantarero ofreció una línea de canto fresca y solvente, que sólo titubeó en el registro más agudo, donde su voz casi parece un grito. Afrontar con más seguridad estas notas debe ser el siguiente paso de una artista de gran talento, de vocalidad fina y dúctil y un sentido interpretativo de verdad reconfortante. La Escena de la Locura de Lucia, sin embargo, resultó un tanto anodina desde el punto de vista dramático. Los gestos de la cantante parecían estar más al servicio de su interpretación lírica que al de la caracterización de la enajenada mujer. En cualquier caso, la soprano mereció todos y cada uno de los numerosos aplausos que recibió.

      Dalibor Jenis interpretó a Enrico en plenitud de facultades vocales. Gustó mucho su voz y actitud en escena. Su interpretación estuvo llena de carácter y, aunque su línea de canto podría haberse matizado con más creatividad, su caracterización resultó solvente. En lo menos positivo está su tendencia a engolar y a cambiar demasiado el color de su voz. No sería bueno que siguiera por este camino, que resulta artificioso y técnicamente incorrecto.

      Arturo Chacón-Cruz es otro cantante que debería reflexionar sobre su manera de emitir, que recuerda los defectos de Rolando Villazón, pero todavía más pronunciados. Seguir cantando de esta forma no puede llevar más que a problemas vocales serios, lo que sería una pena, porque el potencial de este artista es muy grande. En el agudo, la voz resplandece, hasta el punto de hacer olvidar ese incómodo vibrato que, da igual lo que pase en escena, le hace a uno torcer el gesto porque delata un problema técnico. Seguramente, a su recreación de Edgardo le faltaron matices y elegancia, pero su interpretación resultó tan generosa y cálida que logró encandilar al público, y a nosotros.

      Simón Orfila ya es otra historia. Técnicamente, su manera de cantar es tan irreprochable  como su pronunciación. Hablamos de un cantante de gran talento que, si bien tiene bastantes limitaciones en lo escénico, convierte el escucharle en un verdadero placer que, además, se saborea con tranquilidad y deleite a cada paso. Sorprendió además su notable volumen sonoro. Su vocalidad no parece ser la ideal para Raimondo pero, con todo, fue el artista que mejor cantó durante la velada. Charles dos Santos lució un Lord Arturo noble, con alguna inseguridad en el agudo pero de indudable carisma escénico. María José Suárez estuvo espléndida en escena. Vocalmente, cumplió con solvencia su papel, de la misma forma que hizo Josep Fadó con el suyo. El Coro de la Ópera de Oviedo firmó una notable actuación. Es posible que el nivel no haya sido el de otras ocasiones, pero cada una de sus apariciones fue un verdadero placer para el oído.

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