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Crítica: Vadim Repin  y César Álvarez con la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
14 de marzo de 2024

Crítica del concierto de Vadim Repin y César Álvarez con la Sinfónica de la Región de Murcia

Vadim Repin  y César Álvarez con la Sinfónica de la Región de Murcia

Idiomática lectura de una obra maestra

Por José Antonio Cantón
Murcia, 8-III-2024.  Auditorio ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Solista: Vadim Repin (violín). Director: César Álvarez. Obras de Dmitri Shostakovich y Piotr Ilich Tchaikovsky.

   Uno de los programas más interesantes organizados por la ÖSRM para la presente temporada ha sido el dedicado en su integridad a música rusa con una selección de números del ballet El lago de de los cisnes de Piotr Ilich Tchaikovsky y, sobre todo, con el Primer concierto para violín y orquesta en La menor op. 77 de Dmitri Shostakovich, una de las obras maestras del siglo XX en su género. Esta selección ha permitido invitar a dos músicos de reconocida experiencia en este repertorio como son por un lado el violinista siberiano Vadim Repin, en su instrumento uno de los intérpretes de mayor prestigio desde que fuera el ganador más joven del famoso Concurso Reina Isabel de Bruselas el año 1989, lo que le llevó a actuar en los mejores escenarios del mundo con los directores más famosos de los últimos siete lustros y, por otro, el director gallego César Álvarez, músico de amplísima trayectoria en Rusia desde que, para completar su formación, ingresó con veinte años en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, hecho que vendría a determinar su posterior carrera artística que le ha llevado ponerse al frente de algunas de las mejores orquestas de aquel país como la Filarmónica de San Petersburgo y la Nacional Rusa.

   El entendimiento entre ambos músicos estaba garantizado por experiencia propia y por una genuina asunción de lenguaje, hecho que se hizo patente desde que se puso en sonido el Nocturno que abre la obra concertante con la que se iniciaba el programa. Llamó la atención el aplomo que mostró el solista en la lentitud de su aire, que le sirvió para desgranar todos los matices que pide el compositor pareciendo conceptualizar el carácter soñador de su indefinible canto, suavizando incluso la arisca sensación que suele producir en el oyente la técnica de la doble cuerda que requiere siempre destacar la prevalencia de una de ellas sin detrimento de la expresividad que ha de manifestar la otra. Tanto el maestro Álvarez como Repin asumieron los riesgos que presenta el Scherzo subsiguiente, llevando su velocidad compulsiva a una fluidez de discurso que dulcificaba de alguna manera la aspereza con la que es tratado este movimiento en otras versiones. 

   Con un sentido conmovedor se intercomunicaron en el hermoso pasacalle que ocupa el tercer tiempo. El diálogo entre ambos intérpretes se volvió serenamente trágico en algunos pasajes sin perderse la coordinación mutua que se mantuvo a lo largo de toda la obra, propiciándose una auténtica exhibición del violinista en la extraordinaria cadencia expuesta con una naturalidad que sólo se puede entender desde una absoluta asunción de su lenguaje interno, lleno de esa profundidad expresiva y condensado sentimiento que quiso concentrar Shostakovich en sus compases como determinante justificación de toda la maestría que contiene este concierto. Como una controlada distensión emocional se podría definir el burlesco movimiento final culminado con una acelerada coda que permitía que la orquesta impulsara el elevado grado de respuesta que mantuvo en el desarrollo de su exposición, en la que Repin acentuó su distinción de gran virtuoso dando una lección técnica al servicio de una musicalidad basada en una irrenunciable y sustancial lectura de la partitura, el gran secreto de la bondad estética de esta velada.

   El concierto tuvo su continuidad en una cuidada selección de los episodios más atractivos del ballet El lago de los cisnes, op. 20 de Piotr Ilich Tchaikovsky, obra muy querida, admirada y mejor entendida por el maestro Álvarez. Amante de este género artístico ha sabido transmitir tanto a la orquesta como al público las esencias del pensamiento del compositor respetando su forma de expresión, ateniéndose a la tradición y sin perder los factores emocionales que se han ido adheriendo de manera natural y enriquecedora a su variado discurso musical a lo largo del tiempo. La fidelidad del sentido dado a su interpretación prevaleció sobre cualquier otro aspecto de la ejecución de tan particular suite, destacando la especial colaboración de los solos del concertino, Darling Dyle, y el chelista invitado, Gabriel Ureña, que brillantemente han favorecido el resultado de conjunto que, en todo momento, sugirió en la mente del espectador los aspectos plásticos y escénicos de esta obra maestra del ballet clásico.

Foto: Sinfónica de la Región de Murcia

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