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CRÍTICA: 'AIDA' DE VERDI EN EL TEATRO DE LA MAESTRANZA DE SEVILLA. Por J. J. Ponce

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Autor: J. J. Ponce
4 de noviembre de 2013
  DIRECCIÓN MUSICAL DESLUCIDA
 
 
Aida. Giuseppe Verdi (1813-1901). 25 octubre 2013. Teatro Maestranza - Sevilla. Dirección musical, Pedro Halffter. Dirección de escena, José Antonio Gutiérrez. Intérpretes: Aida - Tamara Wilson, Radamés - Alfred Kim, Amonastro - Mark S. Doss, Ramfis - Dmitry Ulyanov, Amneris - María Luisa Corbacho, Rey - Carlo Malinverno, Mensajero - Manuel de Diego Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Producción,Gran Teatre del Liceu de Barcelona en coproducción con el Festival de Santander

 

     El día después de la presentación de "Aida" en la Scala de Milán -8/2/1872, un éxito rotundo- Verdi declaraba: "No quiero hacerme el modesto, pero no es ni mucho menos lo peor que he escrito. El tiempo le dará la posición que merece".  Indudablemente, el tiempo le dio la razón, pero con la salvedad de que disfrutar de una de las mejores obras líricas de todos los tiempos depende, en buena medida, de la batuta que lea la partitura.

    Después de Milán, toda Europa reclamaba al editor Ricordi la autorización para la representación de la obra y el propio Verdi negó, durante dos años, este derecho a todo teatro que no reuniera las condiciones para el éxito que él entendía debía conseguir. ¿Autorizaría ahora a determinados directores a que accedieran a sus escritos? Lamentablemente, Pedro Halffter no termina de entender lo que el de Busetto dejó en el pentagrama. Desde los primeros compases hizo de los tempi lo que quiso, pasando del lento al forte (casi trote de caballos) a voluntad. Se puede decir que hasta el tercer acto no se aproximó a la medida musical, sin que el traje le quedara perfecto.  Verdi buscaba el sentido dramático no sólo en la música, sino también en el texto, en la coherencia de la historia; tanto es así que llegó a cuestionar incluso la métrica del libreto en busca de ese sentido dramático, musical y de introspección psicológica de los personajes. 


     Esta historia egipciaca sigue las pautas de la grand-opera francesa, en la que las arias se doblegan a los dúos. Aída es una obra de madurez, fruto del Verdi clásico, y Halffter la convierte, como cada vez que aborda lo verdiano, en un ejercicio de principiante. La orquesta sonó, a pesar de la dirección, pero no dio lo mejor que podía porque su director da la impresión de jugar al escondite inglés cuando dirige. En su último Verdi (el Rigoletto del cierre de la temporada anterior) los propios cantantes le indicaban desde el escenario el sentir del compositor, pero él amenazó con repetir y repitió, dando sentido al dicho popular de que 'El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra'. Lo que parece estar claro tras la función es que Verdi no es lo suyo.

     En el aspecto vocal, la crisis económica se hace notar y las voces de primera línea quedan atrás en el Maestranza, que parece haberse ido más a la cantidad que a la calidad, a los dobles repartos que a un elenco consistente. (Sería injusto no salvar de la apreciación el reparto del último Rigoletto). No se sabe si ello responde a una estrategia de marketing o al desconocimiento. Esperemos que la crisis toque fondo y el teatro vuelva a los días de gloria de hace años.

     El tenor Alfred Kim, que dio vida a Radamés, gritó. Su voz es poderosa, de agudo fácil y potente -aunque descontrolado en ocasiones y abierto en la zona alta- ("Se quel guerrier Io fossi!"), con fraseo correcto, pero falto de matices. Es cierto que Radamés requiere un tenor potente que acometa con fuerza 'Nel fiero anelito', pero en palabras de Julian Budden, en referencia a Bergonzi y Domingo, : 'Buono, ma non è un vero Radamés'.
    La escena segunda del segundo acto -Amneris/Aida-, piedra angular de la ópera, está construída con muchos de los elementos utilizados en tercer acto de Don Carlo, en la que la orquesta responde en mezzoforte con melodía similar a una marcha, música que el Kedivé pensó usar como himno nacional. Este dúo Corbacho/Wilson dejó un más conseguido desarrollo vocal de la mezzo -poseedora de una gran potencia canora-, que se creció tanto en lo vocal como en lo dramático. El chorro de voz de Mª Luisa Corbacho traspasó el foso y tuvo momentos acertados, si bien, a veces, colocó la voz demasiado atrás (Dúo con Aída en la escena cuarta del primer acto: Vieni, o diletta, appressati).

     Tamara Wilson dejó momentos agradables en los pasajes de mezza voce, con un sfumato final en 'Ritorna vincitor' de muy bella factura, así como su delicada 'O patria mia', a la que dotó de una modulación y filados para el recuerdo. Pero quizá lo más destacable en el aspecto vocal lo aportara Dmitry Ulyanov en el rol de Ramfis. Aportó el justo sentido dramático al personaje, con una linea de canto fluida y una voz que corrió sin dificultad por la sala. Malinverno, que encarnaba al Rey, cantó con voz algo tremolosa, falta de matices, opaca y con fraseo mate. Por su parte, Doss - Amonastro - realizó un trabajo correcto. Buen hacer del coro maestrante, especialmente las voces masculinas. Excelente y grandiosa la escenografía de Mestres Cabanes, que consiguió la tridimensionalidad a partir de simples telones, acertada iluminación de Albert Faura, que acentuó el sentido dramático de la pieza y mejor vestuario de Franca Squarciapino.
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