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Crítica: Albert Guinovart y James Ross con la Sinfónica del Vallés, entre el musical y el jazz

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
5 de diciembre de 2017

ALBERT GUINOVART ENTRE EL MUSICAL Y EL JAZZ

   Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona. 2-XII-17. Palau de la Música Catalana. De Gershwin a Guinovart. Obras de Loewe, Gershwin y Guinovart. Ana SanMartín, y Toni Viñals, cantantes. Albert Guinovart, piano. Orquesta Sinfónica del Vallés. James Ross, director.

   La coherencia y la seducción de los hilos conductores de los programas de la OSV dejaban otra muestra de éxito el fin de semana pasado. Incursiones jazzísticas y extractos de musical se combinaban en una sesión con denominador norteamericano. James Ross volvía al frente de la orquesta con resultados más que satisfactorios en conjunción -manteniendo el progreso señalado de la última década- sumando un ligero aumento en la densidad del sonido en el conjunto, a veces demasiado presente en los metales -más allá de las exigencias de las partituras-.

   El neoromanticismo más seductor y asimilable de la suite My fair lady de Loewe abrió la velada en que el Concierto para piano en Fa mayor de Gershwin -poco prodigado en nuestras programaciones- se revelaba como una obra magistral llena de fantasía y atrevimiento. Con él, Albert Guinovart, claro dominador del idiomatismo de la pieza, nos recordaba su respetabilidad como solista con una interpretación fantástica, solvente y homogeneizada en el sentido del color. Junto al respaldo de los primeros atriles (trompeta con sordina, oboe, flauta, clarinete bajo), la OSV mostró también una concepción general de gran concierto en el detallismo tímbrico, en la amplitud de los ondeos líricos y en la excitación de los numerosos juegos rítmicos, ya fueran sutiles o explícitos.

Los musicales de Guinovart

   El programa también aprovechaba el año de residencia de Albert Guinovart como compositor del Palau y ofrecía una selección de canciones de sus musicales sumando Ana SanMartín y Toni Viñals al plantel interpretativo. De voces bonitas, extensión más bien corta pero diáfana y bastante redonda en el registro medio y agudo, los problemas  de la amplificación lastraron parcialmente la audición de algunos números. Ello dejó entrever que el volumen vocal no era caudaloso, como suele ser habitual en los  cantantes de musicales. No obstante, el entusiasmo y la musicalidad de los jóvenes cantantes colmó las expectativas para las seductoras páginas a solo y en los duetos.

   Desde el reciente Scaramouche, galardonado con 6 premios butaca -y el oportuno himno del pueblo de connotaciones fácilmente asimilables al contexto político catalán actual- a los “hits” de Mar i Cel, Gaudí y Flor de nit se sucedieron los extractos como si de una gala de musical se tratara. De este modo también se rememoraba el éxito de un compositor que ha modelado el musical catalán y que ha sabido conectar con el público como ningún otro compositor catalán de su generación. En parte, ello se debe al peso innegable de la melodía, su habilidad como orquestador y al uso un lenguaje que no pierde libertad en una línea continuista con la tradición tonal. Desgraciadamente, este éxito artístico y comercial no siempre va acompañado de una aproximación de su público en las salas de concierto. Especialmente, el joven.

Foto: JuanMa Peláez

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