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ALBERTO ÁLVAREZ CALERO, director: «Las orquestas cuentan con directores muy concretos y, a veces, son círculos muy cerrados»

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Autor: Agustín Achúcarro
28 de octubre de 2021
Alberto Álvarez Calero

ALBERTO ÁLVAREZ CALERO, director: «Las orquestas cuentan con directores muy concretos y, a veces, son círculos muy cerrados»

Una entrevista de Agustín Achúcarro
Este director sevillano, que ama tanto la luz de su tierra y el alborozo como el silencio, anhela desde su puesto de director y fundador de la Orquesta de Cámara de Bormujos llevar sus conocimientos más allá, y desplegarlos en el mundo de las orquestas sinfónicas y de la ópera. Reflexivo e inquieto quiere propiciar el conocimiento de obras de finales del XVIII e inicios del XIX y compaginarlas con otros estilos, para evitar la rutina y propiciar la comunicación. Empezó con la guitarra y de ahí a la dirección de coros, la escritura, la composición y la dirección de orquestas, labor esta última que se ha convertido en su gran objetivo.

Háblenos de su afán por recuperar obras

Acabamos de recuperar la Sinfonía en re mayor, op. 13 de Adalbert Gyrowetz, pues anteriormente habíamos hecho lo mismo con otra, justo antes de que comenzara la pandemia. Es un gran compositor. Y sobre esta afirmación se puede contraponer el que por qué no se habla mucho de él, pero lo cierto es que fue un músico que vivió 87 años, al final no se sumó al movimiento romántico y en la última etapa de su vida no compuso, lo que le restó fama. Esta obra se estrenó en Londres, en la temporada 1791-92, y coincidió con que Haydn estaba en la capital londinense. Antes, en 1789 en París, Gyrowetz vio que habían estrenado una obra suya firmada por Haydn, también es llamativo que asistiera al entierro de Beethoven. Todo esto demuestra que fue un músico conocido. Espero que esta sinfonía no se quede solamente en su interpretación en Sevilla y que pueda escucharse en muchos otros sitios.

«Acabamos de recuperar la Sinfonía en re mayor, op. 13 de Adalbert Gyrowetz»

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Usted ha escrito que la música es principalmente el arte de comunicar

Sí, porque uno piensa que hay mucha gente que no va a los conciertos, que como mucho se acerca a ver por televisión el de Año Nuevo en Viena, y que es porque algo falla, concretamente la comunicación. Pienso que funciona bien el que antes del concierto el público reciba una pequeña charla sobre lo que va a escuchar e incluso participe con sus opiniones y preguntas. Eso hace que la gente espere la interpretación de una obra con los ojos bien abiertos. Soy consciente que lo importante es la música y huyo de echar condimentos añadidos, pues no es necesario intentar hacerla más divertida. Además siento que detalles como la vestimenta que llevan los músicos en el escenario debe cambiar, no es normal que vayamos con ropa del siglo XIX, porque es anacrónico. Y cuando lo ve un chico joven le echa para atrás. Cuando vas a un museo o al cine vas vestido con ropa acorde con los tiempos. Y todos estos detalles ayudan a la comunicación.

¿Y qué propone en relación a la forma de vestir de los músicos?

Se conseguiría muchísimo si en las orquestas se llevara una ropa más normal, algunos ya lo hacen. Podría ser con una chaqueta, con corbata o sin ella, pero algo que tenga que ver con los tiempos actuales y que no se dirija a algo más propio de una sociedad burguesa de hace siglos. El ir a un concierto tiene elementos rituales y eso no hay que desvirtuarlo sino actualizarlo. 

Empezó estudiando guitarra ¿cómo fue el cambio hacia la dirección?

Normalmente un niño no empieza con la dirección de orquesta, lo hace con un instrumento. Yo empecé con la guitarra y acabé optando por la dirección de coro y orquesta. Esto tiene sus ventajas, porque el no haber tocado desde el principio un instrumento de la plantilla orquestal hace que tenga una visión más general, no contaminada. Esto me proporciona una visión que va más allá.

¿Le queda algo del guitarrista?

Sobre todo la visión global y la armónica. Uno no siempre se dedica toda la vida a un instrumento, comienzas con él y lo mismo te dedicas luego a la enseñanza. Defiendo el que no se sepa solamente del instrumento que tocas, sino que sepas y te gusten todos. Es cierto que cuando he dirigido una obra que llevaba guitarra lo he hecho con cierta nostalgia, pero estando muy a gusto.

«Ir a un concierto tiene elementos rituales y eso no hay que desvirtuarlo sino actualizarlo»

¿Y al final se impone esa decisión de dirigir?

Considero que la dirección de orquesta es de lo más dificl que hay. Y no tanto por la parte técnica en sí como por lo que supone trabajar con mucha gente diferente. Que es por otra parte lo que más me gusta. Es complicado seducir a los músicos, ya que no me gusta imponerme, aunque la idea esencial, que debe prevalecer, es la que del director. La imagen del director tirano ha desaparecido prácticamente, y ahora no viene a cuento. Tengo una idea muy peculiar de la música clásica, me baso en los criterios historicistas, algo que no todo el mundo lo sigue, ya sea por ignorancia o falta de interés. Observo que quizá por la formación de muchos músicos, tan encaminada a la música romántica, se considera que todo es así. Hay que convencer en función de los hechos históricos, por lo que hay que acercarse a la forma en que se interpretaba la música clásica en las determinadas épocas. Hay orquestas que lo tienen claro, pero otras no tanto.

¿Cuáles son para usted las bases de ese historicismo a la hora de ponerse al frente de una orquesta?

Me baso en los tratados de la época, porque evidentemente de la mayoría no tenemos grabaciones. Y ahí se nos dice cómo se tocaba. Pero cuidado, una cosa son los tratados de instrumentos solistas, que es algo muy diferente, y otro los orquestales. 

Estoy aprendiendo últimamente a escuchar la música y tenerla en la mente, para luego aproximarme a ella al tocarla en el piano. Cuando uno  se sabe la música, la visión es diferente. Ya lo decía Claudio Abbado: si no te sabes la obra de memoria realmente no la has estudiado suficientemente. Es importante dominar la pieza de memoria.

¿Y qué decisión toma cuando está ante una orquesta que toca con instrumentos actuales?

No defiendo el que se toque con instrumentos originales, antiguos. Hablo más bien de la corriente históricamente bien informada, o sea con instrumentos modernos pero intentando respetar la forma en que se tocaba la obra, aunque evidentemente no se vaya a conseguir exactamente el mismo sonido, pero al menos se recrea como se interpretaba. Incluso hay que tener en cuenta que las orquestas actuales tocan mucho mejor de lo que podría hacer una formación del siglo XVIII, en la que muchos de sus componentes eran aficionados.

Su vida musical está ligada desde sus inicios a la voz, a los coros

He trabajado mucho con ellos y cuando he dirigido obras sinfónico-corales me he sentido realmente a gusto. Aunque en los últimos cinco años estoy centrado en la música orquestal, en mi propia orquesta, lo que hace que esté muy relacionado con lo sinfónico. No me arrepiento para nada de todo lo anterior y de lo que he aprendido con los coros. De hecho creo que la voz es la esencia de la música.

«Si no te sabes la obra de memoria realmente no la has estudiado suficientemente»

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¿Cuál es su forma de entender la dirección?

Tengo una visión global en la que el director no es el centro de todo. Un director sin orquesta no es nadie, y una orquesta sin director puede tocar. Mi actitud es de colaboración, aunque lógicamente la idea musical la tenga yo y no pretendo que se haga un debate sobre ella. No digo que sea exactamente una idea democrática de la dirección, pero sí que es importante realizar un trabajo de equipo. Hace poco hablaba con un solista y me decía que estaba acostumbrado a hacer siempre lo que le dijeran, y eso no debe ser así, por lo que quizá la palabra sea sugerir lo que pretendes.

¿Puede explicarlo de una manera un poco más concreta?

Antes de ponerme delante de una orquesta escucho unas veinte grabaciones de la misma, al igual que hacen otros muchos directores. No se trata de imitar, evidentemente, sino de sacar mi propia idea. Si no hay grabaciones, me informo del estilo, de cómo sonaría. Siempre repaso la autobiografía del autor, como es el caso de la obra que acabo de dirigir de Gyrowetz, y cuya vida es apasionante.

Tras la primera lectura, empiezo con todos los detalles y defino cómo deseo hacerlo. Trabajo con una tableta y creo que ahora hasta me costaría trabajar en papel. Es una experiencia nueva para mí y me siento muy cómodo. La tableta te permite escribir y borrar anotaciones las veces que quieras, guardar todas las partituras, e ir solamente con ella cuando te desplazas. El único problema es andar atento a que no se quede sin batería. Y en el escenario es maravillosa, aunque al principio haya que adaptarse a pasar las hojas con el pie y que no te distraiga el pedal. En todo caso es más cómodo que pasar hojas y estoy convencido de que al final todos la utilizaremos.

Pero realmente ¿cómo se convence a los músicos?

Me contaba un director que llegó a un ensayo casi sin saludar y que esto les molestó. No es mi caso, pues me gusta presentarme media hora antes y hablar con ellos. Es importante crear un ambiente agradable de trabajo y eso se empieza a hacer en las conversaciones iniciales. Si se sienten satisfechos, eso va a repercutir positivamente en el trabajo. Son profesionales y lo van a hacer bien de todas maneras, pero es muy importante que se sientan a gusto. También hay que tener en cuenta que no se puede gustar a todos y eso tampoco sería bueno. Como he dicho, lo fundamental es sugerir y convencer.

Cuando sube al escenario, desde los ensayos al día del concierto ¿cambia mucho sus planteamientos previos?

No, no lo cambio mucho, pues lo ideal es que uno vaya con los conceptos muy claros. Se pueden escuchar sugerencias, comprobar que algo no funciona tal y como pensabas, pero lo normal es que tengas una idea muy clara y no existan cambios. Si hay muchas dudas, no va a haber un buen trabajo. Es muy importante la labor anterior al ensayo y el propio ensayo, pues luego, al llegar al concierto, todo está ya hecho y ya no hay precisamente mucho que arreglar.

«Un director sin orquesta no es nadie, y una orquesta sin director puede tocar»

¿Cómo se comporta, pues, en el escenario?

No disfruto en nada tanto como en un escenario, salvo esos momentos en que surgen algunos problemas técnicos, algo que siempre puede ocurrir, y que hay que salvar sobre la marcha. En el concierto el director tiene que estar escuchando continuamente para solventar aquello que se pueda presentar, como pequeños desajustes. Salvo esto, yo en el podio disfruto una barbaridad.

¿Siente al público? ¿Cómo se relaciona con él?

Lo siento totalmente, aunque esté de espaldas. Al darme la vuelta observas sus miradas, algo en lo que me fijo mucho. Pueden aplaudir más o menos, pero sus caras reflejan si están disfrutando.

¿Cómo es el después de un concierto?

En mi caso, aunque sea delgado, durante una actuación pierdo kilos, pues suelo sudar bastante. Incluso pido que me dejen dirigir sin mascarilla, pues estoy haciendo un ejercicio físico, como si fuera un deporte. Y lo vivido en el escenario permanece en mi mente durante unos días, buscando lo bueno y lo malo. Soy muy autocrítico y quizá me como mucho la cabeza. Esta actitud mía la valoro como algo positivo, ya que me sirve para mejorar. Si todo resultara magnífico, no evolucionaría como músico. Me martirizo un poco pensando en lo que hemos hecho, porque uno quiere que sea perfecto.

¿Cuál es su relación con los solistas?

Normalmente solemos llegar a un acuerdo, a un punto intermedio. El solista tiene más importancia que el director, por lo que uno intenta adaptarse a su idea, pero cuando no coincidimos es cuestión de respetar sus planteamientos y llegar a un acuerdo. Si hay una buena comunicación entre ambos, las cosas van a funcionar. Intento contar con solistas que sepa que tienen ideas que pueden funcionar conmigo y con la orquesta.

¿Cómo sería para usted una orquesta ideal?

Flexible, versátil, que no tenga unas ideas muy cerradas, y que desee colaborar. Que no actúen de forma monótona, esta semana toca este director y ya está, sino que haya una comunicación. Por ejemplo, en mi estancia en Bulgaria, que fue muy buena, me di cuenta que la orquesta tenía una idea muy particular de la obra, y que proponer una idea diferente sería muy complicada la relación.

Por cierto, ¿qué recuerda de esa estancia en Bulgaria, en la Ópera de Stara Zagora? 

Era mi primera oportunidad de dirigir ópera y la experiencia fue magnifica. Comprobé que era muy diferente la dirección de una ópera desde un foso, en el que se escucha mucho a la orquesta y poco a las voces, lo que implica estar muy atento a los solistas. Fue una experiencia maravillosa y espero tener más. Después de esta oportunidad estoy deseando repetir.

La opera es un milagro, con tanta gente, no solamente la orquesta y las voces. Técnicamente es complicado barajar tal cantidad de elementos a la vez. Es importante tener mucha atención al tempo y al volumen, pues estás siguiendo a unas voces y el volumen no puede taparlos. Se necesita saber cómo se está escuchando fuera, en el patio de butacas. Y encima se mueven en un escenario. Recuerdo que en Bulgaria, en un momento determinado, por petición del director de escena, el coro se daba la vuelta y permanecía de espaldas, y esto es una cosa que hay que tener en cuenta y solventar.

En cuanto a la relación con el director de escena, lo bueno es que haya una magnífica colaboración. Aunque pienso que de no darse hay que evitar que influya en la parte musical.

Y al margen de ser un buen director ¿qué es necesario para acceder al mercado de la música?

Es difícil entrar en el círculo mercantil, pues somos muchos los directores que queremos ir a un nivel alto y trabajar con formaciones de prestigio nacional o internacional. Las orquestas cuentan con directores muy concretos y,  a veces, son círculos muy cerrados. Estoy observando que algunas orquestas no contestan, y sencillamente si no hay una agencia, no van a responder. Esto es un problema para los que no estamos en las agencias. Esto es algo  que me hace pensar diariamente sobre la forma de solventarlo, pues no depende de mí. Es un tema muy delicado.

«Algunas orquestas no contestan, y sencillamente si no hay una agencia, no van a responder. Esto es un problema para los que no estamos en las agencias»

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Entonces cómo se puede equilibrar lo artístico con los problemas de contratación de su profesión

Me da miedo que la música se convierta en algo mercantil y se pierda su esencia. No digo que la música no tenga ese carácter mercantil, pero quizá se nos está yendo de las manos. Soy muy crítico con ciertas programaciones que se hacen pensando en tener público, algo que también entiendo, aunque no me gusta esa mentalidad. Creo que hay que combinar las obras conocidas con las no conocidas. 

¿Qué programas le gusta confeccionar?

Hay que buscar un equilibrio. Los músicos buscan algo diferente y entre el público hay gente que quiere escuchar siempre lo mismo y otros no. Así que hay  que buscar ese equilibrio. Lo que sería un error es tocar siempre lo mismo, por lo que hay que interpretar autores que no se conozcan, para evitarlo. La condición básica es que lo que se programe tenga calidad

¿La esencia está en la música de cámara?

Llevándolo al terreno de la orquesta hay partes camerísticas que suelen ser los momentos que más disfrutan los músicos. Digamos que es como el pulmón de la música sinfónica. La cámara son vitaminas para los instrumentistas.

En las orquestas de cámara hay una cosa que me gusta y es que ves a los músicos muy de cerca, de hecho la idea original en cuanto a la cercanía en una orquesta grande se basa en la cámara.

¿En qué forma le ha influido en su profesión ser licenciado en Geografía e Historia?

Estudié Historia del Arte y es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Supone una formación paralela pero muy importante para un músico. Creo que me ha servido para tener una visión diferente, y no la del músico que solamente sabe tocar, sino la del que tiene una visión general del arte. Y esto es algo cada vez más frecuente.

¿Y cómo es el Alberto Álvarez escritor? Háblenos en particular de su libro La importancia de la escucha y el silencio.

Es un tema que me interesa muchísimo y me afecta, pues el silencio es parte de la música. Y lo escribí sobre la perspectiva del músico, para el que la escucha es fundamental. La sociedad mejoraría si escuchásemos, pues es muy importante para la comunicación. Más allá de eso se va a publicar un libro sobre John Dowland -La música inglesa en tiempos de melancolía- que  se ha retrasado debido la pandemia. Resume mi formación pues Dowland tiene música vocal y de guitarra, bueno concretamente de laúd, lo que supone una vuelta a mis orígenes.

Ya he dicho que, cuanto más global sea la información, mejor irán las cosas. Tengo que reconocer que mi faceta de escritor no es que la esté dejando, pero tengo menos tiempo para ella desde que estoy volcado con la dirección. Hace unos diez años publicaba muchas cosas relacionadas con la música, pero reconozco que desde hace cinco me di cuenta de que no podía hacer todo, no podía componer, dirigir e investigar.

«Hace años publicaba muchas cosas relacionadas con la música, pero me di cuenta de que no podía hacer todo, no podía componer, dirigir e investigar»

¿Cuál es su forma de entender la composición?

La influencia puede venir de un autor del siglo XX, con una música entendible para todos los públicos, como podría ser la de Stravinski. También me he dado cuenta de que he ido evolucionando, pero mantengo un lenguaje accesible, pues no comprendería que no lo fuera para el público. No digo que se haga música fácil para que todo el mundo aplauda, pero sí que se debe buscar un punto en el que se sientan cómodos los músicos y el público.

¿Qué proyectos le rondan?

Con la Orquesta de cámara de Bormujos estoy muy centrado. Se parte de un prejuicio ante una orquesta con el nombre de un municipio de 20.000 habitantes y se piensa que es una formación amateur, de bolos, algo que nunca ha sido, ni lo será. Mi reto es conseguir que el nombre de un pueblo sea conocido en todo el mundo.
Mi proyecto, al que más cariño tengo, es que como director tuviera más oportunidad de dirigir óperas y orquestas nacionales e internacionales.

Con mi orquesta tengo una temporada muy intensa, con conciertos mensuales. Este curso hubo orquestas interesadas en mí, pero todo quedó en el aire por la pandemia.

Para concluir, háblenos de sus aficiones al margen de la música

Me gusta mucho la lectura y el cine, en particular el cine actual y de autor concretamente el europeo, del que soy un apasionado. Me encanta la naturaleza y viajar, algo que facilita la dirección de orquesta.   

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