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Crítica: Concierto homenaje a Alberto Zedda en La Coruña

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Autor: Beatriz Cancela
14 de septiembre de 2017

"HONRAS AL BARDO ZEDDA"

   Por Beatriz Cancela |@beacancela
La Coruña, 9-IX-17. Teatro Colón. Programación lírica de La Coruña 2017. Gala Lírica Rossini "Alberto Zedda en el recuerdo". Carmen Romeu, Marina Monzó, Pablo Ruiz, David Alegret, Elena Belfiore, José María Lo Mónaco, Borja Quiza, Ruggero Raimondi, Mariola Cantarero, Luiz-Ottavio Faria, Celso Albelo, Helena Abad. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro Gaos.

   Como un acto de catarsis colectiva, de sentir cerca al ausente con el único lenguaje oportuno: la música que tanto conocía y difundía. Como una vía de escape a tantos sentimientos que el pasado 6 de marzo sacudieron a los melómanos de la ciudad del celta Breogán, que acogería con los brazos abiertos al "Apóstol gallego de Rossini en la tierra", como tan cariñosamente lo calificaría César Wonenburger apenas dos días después del fatídico acontecimiento; tenía lugar una gala rossiniana en rendibú del prolijo maestro milanés.

   Apologeta de la cultura como fuente de "libertad interior" (Codalario, enero 2016), vivía encaramado a una lucha continua por cambiar el mundo a través del arte. Un arte global que en su día a día se traducía en la conjunción del hecho artístico y del estudio histórico: director, musicólogo e intelectual de forma indivisible y a partes iguales. Despojó a Rossini de una tradición superflua y aletargada; él, hombre de su tiempo, siempre avizor a descubrir nuevas voces, a impartir su magisterio a las nuevas promesas del canto. En este caso A Coruña, su Coruña, se suma a otras localizaciones como Pésaro, Flandes o Japón a la hora de homenajear a este ya eterno maestro.

   Arias y oberturas de hasta diez de las más representadas óperas del Cisne de Pésaro fueron interpretadas por once de los principales intérpretes vinculados a la ciudad y al gran maestro desaparecido, a excepción de Ruggero Raimondi, al que unas inoportunas molestias le impidieron participar. Los que no quisieron quedar exentos fueron Olga Peretyatko, Michael Spyres y Gregory Kunde, que aparecerían en pantalla al inicio de la segunda parte, visualmente emocionados y agradecidos, ensalzando el infinito apoyo que siempre demostró Zedda hacia las nuevas generaciones y por su labor, en general, en pro de las artes.

   Era la voz de Marina Monzó la que inauguraba este recorrido rossiniano con una obra también de juventud. A sus 23 años, esta soprano valenciana de voz nítida, cálida y controlada, atesora una intensa formación musical que ve complementada ahora con la participación en diversos escenarios españoles, incluido este que pisaba ya a comienzos de mes con el Ballo in maschera verdiano. Tras ella, José María Lo Monaco irrumpía con teatralidad y altas dosis de expresividad que extrapolaba a lo vocal dejándonos una Cenerentola henchida de artificios y agilidades deshilvanadas; una versatilidad vocal en matices que rebasaron al personaje.

   Por su parte, el barítono Pablo Ruiz nos brindó un Medaglie Incomparabili  de Il viaggio a Reims, realizando un ejercicio de expresividad y dicción elegante y comunicativa so pena de ciertos momentos puntuales en los que echamos en falta una proyección efectiva que discurriese pareja a la orquesta. Más airoso saldría David Alegret que, con voz tersa y afilada, aportó equilibrio y presencia escénica al dúo Nel suo divin sembiante. Y, por supuesto, no podía faltar el Fígaro Quiza. El gallego ha amoldado el personaje -o viceversa- permitiéndose licencias interpretativas y mostrando absoluta holgura a la hora de enfundarse el traje del "factotum" con arrollador éxito.

   La segunda parte no defraudó. La granadina Mariola Cantarero hizo gala de un gran dominio técnico abrazando un abanico de matices que discurrían desde un frágil y filamentoso piano hasta el más firme y directo agudo, ofreciendo una ejecución fluida y extravertida. El bajo Luiz-Ottavio Faria, que ya habíamos conocido en su registro verdiano en el Requiem del año 2016, aportaría un contraste fundamentado en la profundidad de un magnífico registro grave perturbador. Una ejecución ágil, segura y dulce que le depararía bravos y ovaciones. Vítores que también provocaría la mezzosoprano Elena Belfiore. Con voz gruesa, sobre un vibrato incisivo, unos graves con cuerpo y unos agudos potentísimos, ejecutaría el único fragmento incluido de Tancredi.

   Pero si dos intérpretes provocaron estruendosas aclamaciones fueron Carmen Romeu, que con voz tersa, un delicado vibrato, apesadumbrada y con comedido dramatismo captó toda la atención del venerable. Contenida en sus gestos y expresiva en cuanto a la voz, nos brindaría uno de los momentos más exquisitos de la velada. También la aclamadísima intervención de Celso Albelo. Impetuoso, pasional, con unos agudos poderosos, gran expresividad vocal y sobriedad gestual, desafió al presente con Non m'abbandonez pas... Asil hereditaire... Amis, amis, secondez ma vengeance, logrando su total apoyo.

   Helena Abad se sumaría a un gran elenco final dispuesto a Toute Change et grandit en ces lieux de Guillermo Tell alcanzando, de este modo, el cenit emocional de la velada que superaba ya las tres horas de duración. "Todo está cambiando y se está engrandeciendo en este lugar"... y así era.

   Tres fueron las oberturas que sonaron intercaladas: la amable y complaciente L'Italiana in Algeri de juventud, la enigmática y sublime Semiramide, fetiche del maestro Zedda, y la colosal culminación con la homónima de Guillermo Tell. Tres interpretaciones de la orquesta que vinieron a reafirmar lo que venían haciendo en los demás números: un magnífico ejercicio de equilibrio tímbrico configurado por una cuerda compacta, unas maderas especialmente expresivas y delicadas y unos metales templados y efectivos llegado el momento. Por supuesto, ensalzar el papel de los violoncellos en la última de las oberturas con un fraseo cuidado y sumamente elocuente, y del arpa, que alcanzó gran protagonismo y presencia a través de una ejecución especialmente primorosa. Gran trabajo el realizado por un cómodo y resuelto José Miguel Pérez Sierra, implicado en la causa, ya no solo por el lazo que lo unía al maestro Zedda a nivel personal, sino también a Rossini en lo profesional, desde aquel Il viaggio a Reims del Rossini Opera Festival de Pésaro de 2006, que le acarrearía una prolija carrera internacional que todavía esperamos le reporte muchos y sonados éxitos. En cuanto a la participación del Coro Gaos fue extraordinaria en su conjunto. Es una agrupación joven y de gran profesionalidad que abraza repertorios muy variados y con absoluta destreza. Dentro de su intervención, destacamos la sección femenina, con una sonoridad llena, colorida y consistente.

   En sí, un homenaje sin apenas palabras. Sólo la música que llenaba el teatro junto a los aplausos de un público entregado. El Colón, hasta la bandera, algo que ya anunciaba desde hacía días el cartel de "entradas agotadas". El escenario teñido de luto, lleno de amigos, discípulos y admiradores del maestro Zedda emocionados reivindicando el eterno recuerdo de esta figura irrepetible para A Coruña y para la historia de la música.

   Como la leyenda del gran Hércules, que construye la torre sobre la que se erige la urbe en el lugar donde había enterrado la cabeza del gigante Gerión como prueba de su victoria, Alberto Zedda ha dejado un legado sobre el que se consolida la gran tradición lírica que siempre ha caracterizado a la ciudad ártabra y que defienden año a año, luchando por su supervivencia y su continuidad.

Foto: Miguel Ángel Fernández

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