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'Alcina' de Händel llega escenificada por primera vez a Madrid a través del Teatro Real

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Autor: Hugo Cachero
26 de octubre de 2015
Foto: Javier del Real

ALCINA DE HÄNDEL LLEGA AL TEATRO REAL DE MADRID

Por Hugo Cachero.

Teatro Real. G. F. Händel: Alcina. Oct. 27, 31 y Nov. 2, 4, 6, 8 y 10: Karina Gauvin (Alcina), Anna Christy (Morgana), Christine Rice (Ruggiero), Sonia Prina (Bradamante), Luca Tittotto (Melisso), Allan Clayton (Oronte), Erika Escribà (Oberto. Oct. 30 y Nov. 1 y 3: Sofia Soloviy (Alcina), María José Moreno (Morgana), Josè Maria Lo Monaco (Ruggiero), Angélique Noldus (Bradamante), Johannes Weisser (Melisso), Anthony Gregory (Oronte) y Francesca Lombardi Mazzulli (Oberto). Dirección musical: Christopher Moulds. Dirección de escena: David Alden.

   Después de una fructífera carrera como compositor de óperas en Londres, y transcurridos 24 años de su llegada a la capital inglesa con Rinaldo, en el año 1735 Handel se traslada del hasta entonces habitual King's Theatre en Haymarket al nuevo Covent Garden; para esa temporada el compositor ofrecerá dos operas nuevas, Ariodante y Alcina, ambas inspiradas en una de las fuentes recurrentes de la época, el poema épico Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, que ya había utilizado años antes para su Orlando. En el caso de Alcina, el libreto, del que se desconoce el autor, basa su trama en los cantos VI y VII del poema, adaptando el de una ópera anterior, L'Isola di Alcina, estrenada en Roma en 1728. La historia abunda en los tópicos de la Opera Seria con enredos amorosos de dobles (y triples) parejas, complicada además por elementos mágicos y equívocos de personalidad. Resumiendo el complejo desarrollo, el caballero Ruggiero se encuentra en la isla de la maga Alcina, hechizado por sus artes y sus encantos; a la isla llega la prometida de Ruggiero, Bradamante, que se hace pasar a su vez por un caballero, Ricciardo, del que inmediatamente se enamora la hermana de Alcina, Morgana. Después de tres actos de numerosos encuentros y desencuentros de estos y otros personajes secundarios, al final todo terminará de forma más o menos feliz, excepto para las dos hermanas. Los principales roles corren a cargo de dos sopranos (Alcina y Morgana) y una mezzo o contralto (Bradamante), mientras que el papel de Ruggiero, originalmente escrito para un castrato alto, interpretado nada menos que por el célebre Carestini en el estreno, en la actualidad es asumido por una mezzo.


   Sin descartar necesariamente que la poesía del libreto y los meandros de la historia puedan llegar a ser del agrado del espectador actual, parece claro que hoy el interés primordial de la obra reside en la sensacional música de Handel, que alcanza sin duda una de sus más altas cumbres en el terreno escénico, consiguiendo plasmar magistralmente la profundidad psicológica de sus personajes y sus variados estados de ánimo, y que contiene no pocas arias inmediatamente reconocibles por cualquier aficionado. En este sentido el papel titular es una creación de enormes posibilidades, con arias como Si, son quella, Ah! Mio cor! Schernito sei! o Mi restano le lagrime, sin olvidar la sensacional escena que cierra el segundo acto, con el recitativo acompañado Ah! Ruggiero crudel y el aria Ombre pallide. No le va a la zaga Morgana, con arias como Credete al mio dolore o Ama, sospira y su hermosísimo acompañamiento de violin, aunque sin duda su momento de mayor lucimiento se encuentra en la que seguramente es la pieza más conocida de la ópera, Tornami a Vagheggiar, que cierra el primer acto. Ruggiero, por su parte, cuenta en su haber con otro momento siempre esperado, la sensacional Sta nell'Ircana, como también con la pastoril Verdi prati, mientras que Bradamante, debe enfrentarse a intervenciones muy comprometidas como É gelosia, forza é d'amore o la dificilísima coloratura de Vorrei vendicarmi. En definitiva, un lujo vocal que requiere cuatro grandes cantantes para hacer justicia a la composición.

   A estas alturas, por suerte, la maestría de Alcina y sus valores musicales y teatrales están más que reconocidos y es una ópera que cada vez goza de más presencia en las temporadas, sin ir más lejos hace apenas un año se pudo disfrutar en el mismo Madrid en versión concierto en el Auditorio Nacional dentro del ciclo Universo Barroco; llega ahora en versión escenificada al Teatro Real, después de haberlo hecho ya en otras temporadas de nuestro país, recordemos las funciones de 1999 en el Liceu de Barcelona, las de 2003 en el Palacio Euskalduna de Bilbao o las de 2005 en el Campoamor de Oviedo. Obra que debe gran parte de su relativa popularidad en la actualidad a las interpretaciones memorables que la gran soprano Joan Sutherland realizara del papel protagonista en fechas tan tempranas como 1957, y de las que han dejado constancia diferentes grabaciones de directos y una muy conocida en estudio, la de Decca bajo dirección de Richard Bonynge con Berganza y Freni entre otros. Registro que merece ser conocido aunque obviamente no puede competir en adecuación estilítica ni corrección filológica con las más actuales (pensamos, por ejemplo, en la dirigida por William Christie para Erato, con sus Arts Florissants y Reneé Fleming, Natalie Dessay y Susan Graham, o la de Alan Curtis al frente de Il Complesso Barocco para Archiv, con Joyce DiDonato, Karina Gauvin y Maite Beaumont en los papeles principales).

   Para la ocasión el Teatro Real ha programado 10 funciones, que tendrán lugar entre el 27 de octubre y el 10 de noviembre, con una nueva producción (coproducida con el Grand Théâtre de Bordeaux, donde ya se ha estrenado) firmada por David Alden, lo que cuando menos permite augurar interés a la misma, ya que se trata de un director cuya carrera permanece asociada con fuerza al compositor de Halle. Como indica él mismo en la Revista del Real, traslada la acción de la isla a un teatro, inspirándose en la película La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen. Tratándose de un libreto muy agradecido por sus aspectos fantásticos, queda por ver pues en qué grado se han conseguido plasmar las situaciones de la historia, que abunda en transformaciones y ocultamientos y, como ocurre siempre con todas las operas barrocas, en qué medida se logra poner en valor los particulares códigos y estructura a los ojos de un público actual más afín a otros repertorios. Por lo que respecta a los cantantes, un primer reparto se hace cargo de siete funciones, encabezado por Karina Gauvin, una garantía en lo que a este repertorio se refiere, a la que secunda Anna Christy como Morgana, la inevitable Sonia Prina como Bradamante, que con su marcada personalidad, para lo bueno y para lo malo, no dejará indiferente a nadie (de lo que cabe esperar en todo caso podemos hacernos idea a través de la grabación de Curtis en la que participa) y Christine Rice como Ruggiero, a la que me permito sugerir prestar particular atención, pues causó una excelente impresión en la Alcina del año pasado en el Auditorio Nacional, si bien en aquella ocasión interpretando a Bradamante. El segundo reparto, con tres funciones, presenta puntos de interés en ningún caso inferiores a los del primero, con Sofia Soloviy como Alcina, la siempre espléndida y por desgracia en mi opinión no suficientemente valorada María José Moreno como Morgana, la Bradamante de Angélique Noldus, suficientemente contrastada ya (véase su desempeño en las extraordinarias funciones de La Monnaie de comienzos de este año) y Josè Maria Lo Monaco en el rol de Ruggiero, mezzo tambien recurrente en estos tiempos. No me atrevería a sugerir, globalmente considerados, un reparto por encima del otro, así que aconsejo acudir a los dos, aunque si insisten diría que probablemente el segundo me despierta mayor curiosidad. Algunas dudas lógicas mayores que los cantantes plantea la parte orquestal, que correrá a cargo de la orquesta titular del teatro, la Sinfónica de Madrid, en lugar de contar con un grupo especialista que es lo óptimo para el repertorio barroco, si bien sería una injusticia dudar a priori del buen hacer del director Christopher Moulds, del que esperamos con la mejor dispoción, pues su trayectoria anterior le avala, escuchar su interpretación de la excelsa partitura de Handel.  

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