CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: Recital del pianista Alexandre Tharaud en Granada

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: José Antonio Cantón
26 de junio de 2025

Crítica de José Antonio Cantón del recital del pianista Alexandre Tharaud en Granada

Recital del pianista Alexandre Tharaud en Granada

Explorando con Bach, confirmando a Ravel

Por José Antonio Cantón
Granada, 23-VI-2025. Patio de los Arrayanes de la Alhambra. LXXIV Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Recital de piano de Alexandre Tharaud. Obras de Johann Sebastian Bach, Maurice Ravel y Paul Dukas.

   Desde que J.S.Bach fue descubierto en su inmensa dimensión por Felix Mendelssohn en el primer tercio del siglo XIX no ha dejado de causar admiración y asombro en los músicos que se han aproximado a su arte. Una de las consecuencias serias de tal acercamiento se ha manifestado en la necesidad que muchos compositores han tenido de explorar sus obras como un irrenunciable acicate para estimular su propia creatividad. Es ahí donde encontramos el inmenso ámbito de la transcripción de su música al que acudieron compositores de la importancia de Franz Lizst, Ferruccio Busoni, Johannes Brahms o el mismísimo Andrés Segovia ayudando, en este caso, a que la guitarra alcanzara el más alto rango de justificación estética en el arte musical.

   Es la inquietud que ha materializado en la primera parte de su recital el pianista parisino Alexandre Tharaud en una ventosa tarde-noche alhambreña. Empezó la actuación con su transcripción del coro Herr, unser Herrscher que inicia la Pasión según San Juan, BWV 245, pero que no terminaba de alcanzar la grandiosidad del sentido de glorificación que contiene la referencia original. Le siguió la conocida siciliana que ocupa el segundo lugar de la Sonata para flauta, BWV 1031 con la que apuntó un estilo romántico, para continuar con una muy pianísticamente expansiva segunda versión de la Suite en Re menor BWV 818a con una alternancia inicial de sus manos que impulsaba la fijación de la atención del oyente. Seguidamente y a modo de interludio cantó con verdadera emocionalidad el aria escrita para soprano situada en el cuadragésimo noveno número de la Pasión según San Mateo en la que la cantante hace toda una declaración del infinito amor de Jesucristo entregando su vida para la salvación del hombre, estando él exento de la más mínima culpa, encontrando aquí el pianista un momento cumbre para lucir su exquisita pulsación. Terminó con la música del sublime Cantor de Santo Tomás de Leipzig con una transcripción propia de la Suite para laúd, BWV 996 en la que omitió la Courante original y cambió el orden de la Bourrée y la Sarabande buscando una concatenación más acorde con la expresividad y facilitando la escucha del piano. En su giga final, expandió la imitación de forma invertida que propicia el compositor de su motivo inicial, sacando el máximo partido polifónico del instrumento lo que significó un momento clave de la primera parte del recital. Su planteamiento del pensamiento musical de Bach es en gran medida una exploración y proyección del mejor sentir romántico que puede surgir de las sublimes líneas melódicas del gran compositor sajón.

   La actuación entró en su fase decisiva con una verdadera recreación de la genial obra de Maurice Ravel titulada Miroirs. Sin entrar en los detalles de los cinco episodios que contiene, Alexandre Tharaud jugó con sus esencias destacando el enorme cromatismo de sus pentagramas, llevando al límite su capacidad técnica al alcanzar una digitación subyugante; forzó sin aspavientos la sutil naturaleza descriptiva de la obra haciendo gala de una rica imaginación; trató el instrumento con especial sentido musical sin forzar demasiado el pedal y el set de su mecanismo percusivo, para finalmente terminar de logar esa variada paleta de efectos expresivos que, en su época, significaron una ruptura de la música para piano al ampliarse en esta obra los horizontes del instrumento a límites insospechados.

   La actuación terminó con una espléndida versión del famoso scherzo sinfónico de Paul Dukas que lleva por título El aprendiz de brujo, cuya difusión tanto debe al film Fantasía de Walt Disney, destacando el ilustrativo arranque vital en el teclado de la escoba encantada, instante cumbre para que el oyente se sumergiera en la fascinación de esta traslación al teclado de Alexandre Tharaud, sin duda una de las más sugestivas de las que presentó en el programa.

Foto: Fermín Rodríguez

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico