Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por el gran pianista húngaro András Schiff, con la Cappella Andrea Barca
Honda musicalidad
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 21-I-2025, Auditorio Nacional. Ciclo La Filarmónica. Concierto para piano núm 25, K. 503 (Wolfgang Amadeus Mozart). Sinfonía núm. 103 “Redoble de timbal” (Franz Jospeh Haydn). Concierto para piano núm. 24, K. 491 (Wolfgang Amadeus Mozart). Cappella Andrea Barca. András Schiff, piano y director.
La temporada del ciclo La Filarmónica ofrecía una de sus citas más interesantes con la interpretación por parte del acreditado pianista húngaro András Schiff de dos magníficos conciertos de Mozart para teclado, además de asumir la dirección musical e incluir la Sinfonía nº 103 de Haydn entre ambas obras del genio de Salzburgo.
Schiff compareció con la agrupación de su creación Cappella Andrea Barca, formación con unos 40 músicos, en su mayor parte solistas especializados en música de cámara, de sonido refinado, muy equilibrado y de impecable propiedad estilística.
Schiff afrontó en la primera parte el Concierto número 25 K.503 compuesto en Viena en 1786. El sonido no especialmente amplio, pero bello, pulido y diamantino del pianista húngaro, así como su fluida digitación y fraseo elegante, delicado, engalanaron el Allegro maestoso, incluida una estupenda cadencia, que incluyó el motivo del aria «Non più andrai» de Las Bodas de Figaro. Bien cantado el andante, delineado bellamente y con honda musicalidad, -quizás faltó un punto de fantasía- por parte de un Schiff, que demostró agilidad, sin poder evitar alguna borrosidad, en el último movimiento.
El magistral Concierto número 24 K. 491, también vienés y del mismo año que el anterior, es una cumbre de la producción mozartiana para teclado. El primer movimiento, el más largo de todos sus conciertos para piano, se introduce con un largo pasaje de rango sinfónico en el que la Cappella Andrea Barca demostró su sonido refinado, pleno de orden y proporciones, pero sin terminar de transmitir totalmente la atmósfera dramática del pasaje. El teclado de Schiff fraseó hermosamente, dialogó con primor con la orquesta, escanció musicalidad y fidelidad estilística a raudales con un sonido aqulatado y luminoso. Si bien, a su expresión siempre contenida, sobria y mesurada, le faltó fibra dramática, ese latido prerromántico que contiene la obra. El sublime segundo movimiento, delineado con exquisitez y gran belleza, careció de un mayor vuelo y dimensión transcendente.
Entremedias de las dos composiciones de Mozart, la Cappella Andrea Barca con Andràs Schiff al frente interpretó la Sinfonía 103 de Joseph Haydn, conocida como «Redoble de timbal» por el curioso comienzo a cargo de dicho instrumento y en el que se recrearon director y solista. Una versión de indudable elegancia, sensibilidad, impecable rigor y musicalidad, de tempi equilibrados, que incluyó una destacada intervención del violín solista en el segundo movimiento, pero algo plana y ayuna de mayores contrastes.
Dos suculentas propinas constituyeron el colofón del evento. Los movimientos tercero y primero, por este orden, del Concierto de Brandenburgo número 5 de Bach en primorosa interpretación protagonizada por Schiff junto a la flauta y violín solistas.
Foto: Rafa Martín / La Filarmónica
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