Crítica de David Santana del concierto de Andrés Orozco-Estrada, Pablo Ferrández y la Orquesta Sinfónica de Radio Colonia en el Auditorio de Zaragoza
Andrés Orozco-Estrada y el romanticismo alemán
Por David Santana
Zaragoza. 25-II-2025. Auditorio de Zaragoza Princesa Leonor. Temporada de grandes conciertos del auditorio. Orquesta Sinfónica de Radio Colonia. Andrés Orozco-Estrada, director; Pablo Ferrández, violonchelo. Obertura Egmont, op. 84 de L. v. Beethoven; Concierto para violonchelo en la menor, op. 129 de R. Schumann y Sinfonía n.º 1 en do menor, op. 68 de J. Brahms.
La gira de Andrés Orozco-Estrada junto con la Orquesta Sinfónica de Radio Colonia recala en Zaragoza con una novedad respecto a sus actuaciones en otras ciudades como es esa Sinfonía n.º 1 de Brahms. Una pieza muy interesante por su versatilidad para conocer como trabajan orquesta y director. Brahms y la fama de un artista como es Pablo Ferrández provocaron gran interés en el público maño que llenó la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, que varias semanas antes del concierto ya había vendido todas sus localidades.
El romanticismo alemán suele ser una apuesta segura y, cuando lo interpreta una orquesta que se autoproclama como una de las mejores de Alemania, qué menos que tener unas altas expectativas. El nombre de Andrés Orozco-Estrada delata su origen hispanoamericano, aunque su formación es eminentemente germánica y, actualmente, ejerce como profesor en Viena. Sin embargo, acudiendo al refranero español, “la cabra tira al monte” y nos brindó un Egmont poco germánico. Fue una apuesta un tanto arriesgada en la que el maestro colombiano apostó por un inicio algo más rápido, pero, sobre todo, con más ritmo, frente al habitual arranque vertical, estático. He de decir que la propuesta me sorprendió y, aunque luego el contraste con la siguiente parte de la pieza es menos impactante, he de admitir que ser capaz de sorprenderme en una pieza que he escuchado cientos de veces es algo que merece mi más sincera admiración.
Esta tendencia que observé ya en los primeros compases de Egmont me acompañó ya el resto del concierto. La dirección de Orozco-Estrada se distinguió por fraseos largos, reguladores muy extensos y progresivos, gran atención al ritmo y mucha continuidad. Claro, esto es excelente para el Concierto para violonchelo de Schumann, pero en Brahms creo que hubiera valido la pena resaltar más algunos momentos concretos y sorprender al público en una obra en la que es fácil que éste se distraiga o se pierda.
La orquesta destacó por su habitual sección de cuerdas milimétricamente precisa y muy compacta, aunque en esta ocasión eché en falta una mayor presencia de las secciones graves —violonchelos y contrabajos— que hubiera ayudado a lograr un mayor equilibrio.
Las partes solistas fueron exquisitas. Comenzando por el protagonista de la velada Pablo Ferrández del que poco se puede decir. Su sonido es exquisito en todos los registros. Su musicalidad y expresividad dan a sus fraseos un sentido profundo y sentimental. En este aspecto el Adagio, en el que cantó junto al primer violonchelo de la orquesta fue absolutamente emocionante. Su parte de mérito tuvo también la batuta de Orozco-Estrada mostrando gran flexibilidad y compenetración con el solista. En el Vivace Ferrández sorprendió con su gran agilidad, pero sin perder ni una pizca de esa emotividad de los tiempos más lentos. Algo absolutamente increíble. Terminó con una propina: la Zarabanda de la Suite para violonchelo n.º 1 de Bach con la que trató de encandilar al público con un fraseo repleto de pausas y de rubatos, aunque a mí, sin embargo, me pareció un poco exagerado.
De la Sinfonía n.º 1 de Brahms, además de lo ya mencionado, hay que hablar de lo trabajado de los finales de cada movimiento por parte del maestro en los que pudimos escuchar una especial atención a los matices. Destacaron también las maderas por sus exquisitos timbres, pero especialmente el solista de clarinete Lewin Kneisel, un gran talento berlinés de tan solo 23 años, que brilló en el Andante sostenuto y que lideró el cuarteto de maderas en un inicio del tercer movimiento muy enérgico y resolutivo.
La Orquesta Sinfónica de Radio Colonia dejó en su escala en Zaragoza un concierto con el que pudimos disfrutar mucho de ese romanticismo alemán tan sifónico. Toda una lección magistral de cómo debe sonar una orquesta.
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