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Andrew Gourlay dirige obras de Dvorak, Rasch y Elgar con la Sinfónica de Castilla y León

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Autor: Agustín Achúcarro
22 de marzo de 2018

Una obra encargada a Rasch para estrenar

   Un reportaje de Agustín Achúcarro
Julio García Merino, archivero de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, ha ido preparando con antelación las partituras del concierto de los días 22 y 23 de marzo de la OSCyL, que dirige su titular Andrew Gourlay, en el Auditorio de Valladolid, para que éstas puedan estar en los atriles durante los ensayos previos al concierto. “De la Serenata para vientos, violonchelo y contrabajo, op. 44 de Dvořák teníamos ya los materiales pues es una partitura liberada de derechos, mientras que …in umbra… de Torsten Rasch, que es un encargo de la OSCyL, se ha alquilado a la editorial Faber, que es una empresa con gran prestigio, por lo que no se plantean problemas con los materiales, y en cuanto a la Sinfonía Nº1 de Elgar también la hemos alquilado porque todavía está sujeta a derechos de alquiler”, reseña el responsable del archivo. En el caso del trabajo que tiene que realizar con la sinfonía de Elgar se han dado ciertas circunstancias que han favorecido su labor. “El propio Gourlay nos ha pasado los arcos de la Orquesta Hallé de Manchester, por tanto está muy bien trabajada, y aunque ha habido que alquilarla yo tenía mis propios materiales, lo que me ha permitido pasar los arcos, alguna digitación y alguna indicación de fraseos y suprimir cosas de las que han enviado con demasiadas indicaciones personales, ya que para el trabajo del director es conveniente que la partitura esté lo más limpia posible, dejar lo mínimo”, resalta.

   La primera obra del programa para el archivero contribuye a acabar con muchos clichés que rodean a la figura de su creador: “Con Dvořák se insiste en que escribe una música folclorizante, posiblemente resultado de ser un músico de la periferia, no nacido en Austria o Alemania, lo que hubiera hecho que esta característica se planteara de otra forma, por lo que creo que hay que recuperar sus valores en su verdadera dimensión, que son mayores de lo que normalmente se dice. Se trata de una serenata hermosa, compuesta en 1878, después de que Dvořák escuchase la Serenata para vientos en si bemol de Mozart, lo que le motivó a componerla, y es una partitura muy bien construida, maravillosamente escrita y muy comprometida para los 12 solistas, pues realmente la labor de todos es de auténtico solista”, argumenta García Merino.

   En cuanto a …in umbra… (Variaciones sobre “Aus tiefer Not schrei ich zu dir”), la segunda de las obras del programa, el archivero empieza por hacer un bosquejo biográfico de su autor Torsten Rasch. “Nace en Dresde y tiene una vida bastante curiosa pues cuando cae el muro de Berlín se va a Japón en donde escribe mucha música de cine y televisión, y al regresar a Europa trabaja incluso con grupos de pop como Pet Shop Boys, y es muy apreciado en Inglaterra”. Una vez hecha esa breve semblanza muestra dudas al valorar la partitura. “A priori la obra que se va a estrenar tiene elementos de interés, está basada en un coral luterano, pero sinceramente, desde la prudencia y mi subjetividad, mi primera impresión es que he escuchado más de lo mismo, lo que ya he oído en otros compositores actuales, los mismos efectos tímbricos, los mismos recursos armónicos y parecidos efectos sonoros”. Pero repito-enfatiza García Merino- que lo digo desde la prudencia y a lo mejor al escucharla en directo cambio mi opinión”.

   La importancia de la obra de Elgar tiene mucha relevancia para García Merino por lo que siempre que ha podido colaborar en la programación “ha destacado que la música inglesa es una gran desconocida fuera de Inglaterra” y que “hay que luchar por ella programándola". Razonamiento que le ha llevado en este concierto a asesorar que se incluyera la Sinfonía Nº1 en la bemol mayor, op. 55 de Elgar. Un autor, según su parecer, desconocido a pesar de ser popular por las Variaciones enigma y Pompa y circunstancia. “Parece que fue Elgar quien puso la banda sonora al imperio victoriano y sobre todo eduardiano, pero es mucho más que eso, y en sus oratorios, sinfonías o conciertos da una visión mucho más profunda de su arte”, arguye el archivero, para el que “el problema es que Elgar es un hombre típico de su tiempo, en una época de contrastes”, como cree que queda expresado en El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, por lo que no duda en afirmar que “en su creación se encuentra lo más sublime y los sentimientos más blandos, algo que se percibe en sus obras de salón”.

   Es muy llamativo para García Merino ciertos aspectos de la vida de Elgar. “Es nombrado caballero antes de que componga su primera sinfonía, recibe varios títulos honoríficos por parte de varias universidades, se crea una cátedra para él en Birmingham y a partir de 1924 se le nombra compositor del rey; y esto le sucede a un hombre que era de origen humilde, católico, y cuya formación era autodidacta, heterodoxa, para nada académica, lo que llama la atención en una época tan cerrada, al tiempo que dice mucho de este compositor”. Y siguiendo el hilo de esta reflexión el archivero realiza la siguiente valoración: “Se habla de que consigue construir ese estilo tan inglés, de sus viajes por Alemania y las influencias que recibe de Brahms, Wagner y sobre todo de Schumann, pero también hay que tener en cuenta la importancia que tuvo en su formación la música de Delibes, Berlioz e incluso de Meyerbeer”. Esto le lleva a extraer ciertas consideraciones de carácter histórico. “Se dice que hay un gran vacío musical en los siglos XVIII y XIX en Inglaterra que no se corresponde ni con el gran despliegue económico y político, ni con los logros de las otras artes, algo que no se entiende y, aunque seguramente sea así, creo que es un concepto que hay que revisar”. Disquisiciones que le hacen concluir a García Merino lo siguiente: “Elgar consigue crear un estilo totalmente personal, nuevo, y creo que influye precisamente el que sea autodidacta, pues le permite saber dar una forma nueva a todo su bagaje. Eso sin olvidar que ha habido intentos muy dignos, aunque con influencias alemanas, de crear un sinfonismo inglés por parte de autores como Arthur Sullivan, Hubert Parry o Charles Villiers Stanford, y que Elgar será el soporte de todo lo que la música inglesa ha dado en el siglo XX”. Una visión de la música de Elgar, y de otros muchos como Vaughan Williams, que García Merino reivindica incluso a partir de su propia forma de sentir. “Yo siempre digo que no hay más que escuchar la introducción de esta Sinfonía nº1 para darse cuenta que es una de las músicas más conmovedoras que se han escrito jamás, lo que se corresponde muy bien con lo que él mismo decía: No hay programa alguno (se hablaba de que la obra se basaba en la vida del general Charles Georges Gordon, héroe de la batalla de Jartum) solo una amplia experiencia de la vida humana, con una gran caridad y amor, y una profunda esperanza en el futuro”.

   Un ideario que el archivero refuerza con una anécdota que ocurrió con Hans Richter en un ensayo con la Sinfónica de Londres, cuando les dijo a los músicos que “estaban ante una de las más grandes sinfonías que se habían compuesto”.

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