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Crítica: 'Ángeles en América' de Peter Eotvos en la New York City Opera

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
16 de junio de 2017

UNA OBRA QUE RETRATA UNA ÉPOCA

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Nueva York. Rose Theatre, Jazz at Lincoln Center. 14-VI-2017. Ángeles en América (Peter Eotvos/ Mari Mezei, basado en la obra de Tony Kushner).Andrew Garland (Prior Walter), KirstenChambers (el Ángel), Sarah Beckham-Turner (Harper Pitt), Sarah Castle (Hannah Pitt), Wayne Tigges (Roy Cohn), Aaron Blake (Louis Ironson), Matthew Reese (Belize), Michael Weyandt (Joe Pitt). Dirección Musical: PacienMazzagatti. Director de escena: Sam Helfrich.

   El SIDA, una enfermedad nueva hasta entonces desconocida, apareció a mediados a mediados de los años 80. El colectivo homosexual fue el más afectado en los primeros años que coincidieron con Ronald Reagan en la Presidencia de los EE.UU. Muchos vieron un castigo divino en esta enfermedad de efectos devastadores, y el que la padecía, sumaba la estigmatización a la muy probable sentencia de muerte. Nueva York fue una de las ciudades más afectadas, y fue precisamente aquí donde comenzó la batalla por volver a dignificar a los enfermos. El mundo del arte fue de los primeros en tomárselo en serio, y películas como “Philadelphia” de Jonathan Demme con Denzel Washington y Tom Hanks, y obras de teatro como “Ángeles en América” de Tony Kushner, galardonada con el Premio Pulitzer de 1992 y con los Premios Tony de 1993 y 1994, fueron la punta de lanza.

   El dramaturgo y guionista neoyorquino Tony Kushner ya era un personaje respetado en 1990. Autor hasta ese momento de doce obras teatrales, toca el cielo con “Ángeles en América: una fantasía gay sobre temas americanos”, una historia épica escrita en dos partes, con cerca de 50 escenas, una duración total de casi 7 horas, que retrata aquellos años en que el SIDA era una epidemia. La primera parte, “El milenio se aproxima” se estrenó en San Francisco en 1991, y la segunda,“Perestroika”lo hace al año siguiente en Nueva York. Ambas saltaron inmediatamente a Londres, a Broadway o al Festival de Avignon en 1994, con un enorme éxito. Tanto que años después, la cadena HBO realizó una miniserie de la obra donde participaron entre otros Al Pacino, Meryl Streep o Emma Thompson y que arrasó de nuevo en los Premios Emmy.

   La obra, ambientada a mediados de la década de los 80 en Nueva York, juega con la comedia y el drama, con lo divino – ángeles, espectros, fantasmas, o profetas - y lo humano, con las relaciones personalesy las políticas. Trata evidentemente del SIDA y de la homosexualidad. Todo se desencadena a partir de ahí: el conservadurismo de la sociedad, los sentimientos de culpa, la compasión, las complejas relaciones interreligiosas – anglicanos, judíos y mormones-, y una fuerte carga contra el Presidente Reagan y sus políticas.

   Partiendo de la novela de Kushner, el compositor húngaro Peter Eotvos, compone una ópera con el libreto adaptado por su mujer, Mari Mezei. Para reducir las siete horas del original, a las 2 horas y media de la ópera, Eotvos y Mezei se olvidan de la mayor parte de la carga política del original y se enfocan por un lado en la enorme carga dramática de las relaciones que se establecen entre los distintos personajes, y por el otro, en cómo cambia la manera en que vemos la vida cuando estamos cerca de la muerte. La ópera, estrenada el 23 de noviembre del 2004 en el Théâtre du Châtelet de Paris, fue un éxito de crítica y público. Pronto se representó en Alemania, y año y medio después, en junio de 2006 llegó a los EE.UU. de la mano de la compañía Opera Unlimited, en el Calderwood Pavilion de Boston. Pero nunca llegó a Nueva York, por lo que estas funciones suponen su estreno en la ciudad de los rascacielos.

   La historia comienza cuando Prior Walter descubre que tiene SIDA. Su amante, el judío neurótico Louis Ironson, incapaz de convivir con la enfermedad termina abandonándole. Roy Cohn, abogado desalmado y pragmático, públicamente anti-homosexual, que en los años 50 fue el brazo derecho del Senador McCarthy – es el único personaje real de la obra - ofrece a Joe Pitt, un antiguo pupilo de religión mormona, un puesto en el Departamento de Justicia para obstruir las investigaciones de éste sobre sus actividades ilícitas. Ambos son conservadores y miembros del Partido Republicano. También son homosexuales que no han salido del armario. En una revisión médica, Roy descubre que tiene SIDA. Lo oculta para evitar la estigmatización, haciéndolo pasar por un cáncer de hígado.

   Tras la reunión, Joe vuelve a casa en medio de una tremenda crisis personal. Ha descubierto como es en realidad su antiguo jefe y sigue ocultando su homosexualidad. Al llegar a su casa, su mujer Harper Pitt, adicta al Valium, le pregunta por ello. Él lo niega y sale en plena noche a Central Park, desde donde llama a su madre, Hanna, para contárselo. Tras ello, se encuentra a Louis quien también vaga por el parque, lleno de remordimientos por haber abandonado a Prior, y tras una breve conversación se va a casa con él. En el hospital, Prior, a quien acompaña el enfermero Belize, empeora y oye de vez en cuando la voz de un ángel. Éste finalmente aparece, le anuncia que es un profeta y le da un libro.

   A partir de ahí, todo se precipita. Los remordimientos por haber abandonado a sus respectivas parejas corroen a Louis y Joe.  Hanna trata de ayudar a Harper en su adicción al Valium, pero es imposible. A Roy se le aparece, momentos antes de agonizar, el fantasma de Ethel Rosenberg – persona a quien años atrás envió a la silla eléctrica – que le anuncia que ha sido condenado por corrupción. Por tanto no podrá volver a ejercer de abogado y morirá en la ignominia. Prior, aconsejado por Belize, atrapa al ángel y no le suelta hasta que éste le promete el acceso al paraíso. En el cielo se encuentra con los demás ángeles y les devuelve el libro, pidiéndoles que a pesar de los sufrimientos, quiere vivir mas.

   Cinco años mas tarde, Prior sigue conviviendo con su enfermedad. Louis, Belize, Hannah y el propio Prior se reencuentran con el Ángel junto a la famosa “Bethesda Fountain” – con su impresionante ángel alado - del Central Park, y éste les bendice deseándoles que vivan mucho más.

   Desde el punto de vista musical, la obra tiene una escritura orquestal rica, compleja, de belleza turbadora y con un tratamiento exquisito del sonido. Tenemos guiños a la cultura popular norteamericana como el musical, el jazz o el rock. Saxofones, guitarras, teclados, teléfonos, sirenas y percusión se suman a los instrumentos tradicionales. El discurso musical se adapta bien ala obra y a sus personajes. A veces destila ansiedad, otras compasión. Sin embargo, como en muchas óperas contemporáneas, prevalece el texto hablado - en un parlato casi continuo - sobre el cantado. Un trío vocal compuesto por soprano, mezzo y barítono se sitúa en el foso actuando a veces como un instrumento más y otras recalcando lo que dicen los personajes. También es de reseñar el efecto metálico, molesto en bastantes ocasiones y con distorsiones previstas en la partitura en otras, que produce la amplificación de alguno de los cantantes, normalmente en las partes habladas, tal y como ocurre en los teatros de Broadway. Esto, junto al uso de la guitarra eléctrica le da a la partitura un toque sicodélico. El director Christian Mazzagatti y la orquesta de la New York City Opera dieron una lectura clara y brillante, muy atenta a los matices.

   El director de escena Sam Helfrich hace un trabajo plausible con los actores que transmiten pasión, desconfianza o ternura según las ocasiones. Una amplia sala cubierta de azulejos oscuros en todas las paredes dan como resultado una puesta en escena bastante parca, donde los distintos cuadros se separan con pequeños cambios de mobiliario - mesas para los despachos, camas de hospital, bancos de la calle – y con la excelente iluminación  de Derek Van Heel.

   El tenor Aaron Blake y el barítono Andrew Garland interpretaron adecuadamente a Louis y Prior. Blake a través de su inconsistencia y de sus remordimientos. Garland con laemocionante manera de transmitir su miedo inicial, y su confusión posterior respecto a su nueva etapa de profeta.

   El barítono Wayne Tigges fue un Roy Cohn más preocupado por parecer una persona despreciable que por ser el seductor capaz de conseguir lo que se propone. Por su parte, el barítono Michael Weyandt fue quizás el mejor actor de la noche, capaz de expresar de primera mano la conmoción que le supone a una persona profundamente religiosa el asumir que es homosexual.

   El Ángel, el papel mas cantábile de la obra fue interpretado de manera muy solvente por la soprano Kirsten Chamber. Con voz de lírica ancha, dio poderío y sensualidad a su papel. La  soprano Sarah Beckham-Turner fue una desesperada Harper Pitt y un triunfante fantasma de Ethel Rosenberg. Por último, tanto el contratenor como la mezzo Sarah Castle demostraron seguridad y una gran versatilidad en los distintos papeles que acometen.

   El público recibió la obra con evidentes muestras de agrado, ovacionando de manera especial a Andrew Garland, a Sarah Beckham-Turner y a Kirsten Chamber. Con esta obra, la New York City Opera ha puesto fin a su primera temporada completa desde su “vuelta a la vida”, saldando con éxito la mayor parte de sus propuestas.

Foto: Sarah Shatz

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