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Crítica: Anja Harteros protagoniza 'Tosca' en el Opernfestspiele de Múnich

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Autor: Alejandro Martínez
19 de julio de 2014

SALVADOS POR LA SOPRANO

Por Alejandro Martínez

18/07/2014 Müncher Opernfestspiele: Bayerische Staatsoper. Puccini: Tosca. Anja Harteros, Stefano La Colla, Zeljko Lucic, Goran Juric, Renato Girolami y otros. Carlo Montanaro, dir. musical. Luc Bondy, dir. de escena.

   Anja Harteros volvía a centrar la atención de una de las funciones previstas en el Opernfestpiele de la Bayerische Staatsoper en esta edición de 2014. Y lo hacía en esta ocasión para protagonizar la producción de Tosca estrenada ya en Múnich en 2010, firmada por Luc Bondy, ya vista también en Nueva York y Milán. Una producción muy decepcionante que ya habíamos podido ver anteriormente en Múnich, con Catherine Naglestad, Massimo Giordano y Bryn Terfel en el reparto. La propuesta de Bondy carece por completo de atractivos. Ni siquiera se alza como una Tosca bien resulta dentro de un código clásico. Estrenada con gran estruendo en Nueva York, donde sustituía a la clásica propuesta de Zeffirelli, la propuesta de Bondy naufraga por su vacuidad, por su minimalismo hueco, por su elegancia fingida. El Te Deum no epata, la habitación de Scarpia queda en un quiero y no puedo, y la terraza de Castel Sant´Angelo adolece de una luz precaria, como precaria es la iluminación (Michael Bauer) de toda la representación. Una producción de Tosa para olvidar habida cuenta del tedio que propone.

   Harteros presentó una Tosca de muchos quilates y salvó sin duda una función que se presentaba gris y prescindible desde todos los frentes. Con una voz rotunda, bien timbrada y homogénea, la soprano mostró lo bien que ha interiorizado la personalidad del personaje, lo mismo con su presencia en escena, con la gestualidad, que con el fraseo y la variedad de acentos ofrecida. Ya desde las primeras frases iba sentando cátedra, con un acongojante “Ah, quegli occhi!…” que retrataba de un plumazo la vulnerabilidad, el rasgo frágil e inseguro, que se esconde tras la imagen altiva y firme de la diva. Escuchando su “Ma... falle gli occhi neri!…” mostraba también una Tosca insinuante, un punto pícara y obstinada, en su relación con Mario. Destacaron también el lirismo en los dúos con éste y la autoridad, bien medida, sin excesos, destilada en el segundo acto con Scarpia. Encontramos a Harteros cómoda y segura esta vez en el extremo agudo, con unos graves muy bien afianzados y haciendo gala, sobre todo, de un centro terso, mórbido, con la dosis justa de oscuridad y brillo. Su gran página, el “Vissi d´arte”, que comenzó con un sonido estremecedor y contenido, quizá no fue tan memorable como cabía esperar, por mor de un cierre algo deslucido al no regular el sonido a placer. Peccata minuta para una gran Tosca que hizo recaer sobre sus hombros la credibilidad de toda la representación.

   Junto a ella fue Cavaradossi el italiano Stefano La Colla, en reemplazo de última hora para el previsto Marcelo Álvarez. No querríamos especular, pero se antoja extraña esta sustitución casi de urgencia, con el Andrea Chénier de Álvarez en Peralada a la vuelta de la esquina. Sea como fuere, a decir verdad quizá salimos ganando, porque no atraviesa Marcelo Álvarez por su mejor momento, tras haber asumido un repertorio de spinto con un instrumento de lírico puro. La Colla no fue un gran Cavaradossi ni mucho menos, pero resultó voluntarioso. Quizá eso sea lo único positivo que cabe decir a su favor, ya que ni por emisión ni por acentos nos encontramos ante un tenor digno de un teatro de este renombre. Es curiosa la reacción del público muniqués, que le aplaudió a rabiar cuando ni había dado la talla ni era el cantante previsto. Cuesta creer que no hubiera un mejor reemplazo disponible.

   Zeljko Lucic fue un Scarpia falto de autoridad vocal y temperamento. A su material de barítono lírico le falta grandiosidad y contundencia en los graves para resaltar la faceta dramática del papel. Más allá de algunas buenas intenciones y acentos en el segundo acto, la parte de Scarpia supera por lo general su vocalidad, pasando si pena ni gloria por encima del Te Deum, incapaz de hacerse oír con amplitud ante la orquestación pucciniana. Excelente trabajo de los comprimarios Goran Juric como Angelotti y Renato Girolami como Sacristán. Superficial, rutinaria y un tanto ruidosa la dirección musical de Carlo Montanaro, desperdiciando el lujo que supone siempre disponer de esa orquesta en el foso. En conjunto, pues, una función para olvidar de no ser por la presencia de Anja Harteros en el rol protagonista.

Fotos: Markus Tedeskino y Wilfried Hösl

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