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Crítica: Anna Netrebko protagoniza «Tosca» en el Teatro Real

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de julio de 2021
Anna Netrebko, Tosca en el Teatro Real

Al Teatro Real non mancò la diva

 

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 24-VII-2021, Teatro Real. Tosca (Giacomo Puccini). Anna Netrebko (Floria Tosca), Yusif Eyvazof (Mario Cavaradossi), Luca Salsi (Barón Scarpia), Gerardo Bullón (Cesare Angelotti), Valeriano Lanchas (El Sacristán), Mikeldi Atxalandabaso (Spoletta), David Lagares (Sciarrone), Inés Ballesteros (Un pastor), Luis López Navarro (Un carcelero). Pequeños cantores de la JORCAM. Orquesta y coro titulares del Teatro Real. Dirección musical: Nicola Luisotti.

   Hace justo 20 años las huestes del Teatro Marinsky de San Petersburgo visitaban el Teatro Real con su director titular, Valery Gergiev, al frente. La obra a interpretar era la monumental ópera, tanto como la novela de Tolstoi en que se basa, Guerra y paz de Sergey Prokofiev. En el ensemble de la compañía se encontraba una soprano que ya despuntaba, pero no era muy conocida y, desde luego, lejos de la estrella que es ahora, Anna Netrebko, cuya Natacha fue brillante, en lo vocal y llena de encanto y sensualidad en lo interpretativo. También cantó en una Segunda sinfonía de Mahler que interpretó Gergiev con la orquesta y coro de «su teatro», pero con una voz muy distinta a la que puede escucharse hoy día. En aquella época la soprano de Krasnodar exhibía un timbre más bien de lírico-ligera, fresco, suelto, flexible, ya con gran atractivo y personalidad. En este período de ausencia de 20 años, si exceptuamos un concierto de 2019 en el que apenas cantó unos minutos, la voz de Netrebko ha evolucionado a soprano spinto, con volumen generoso, amplia extensión, graves sólidos, pero sin exageraciones, agudos bien resueltos, con timbre, brillo y plenitud sonora. Como consecuencia ha debido asumir una pérdida de ductilidad y mayor pesantez. Asimismo, el centro aterciopelado y voluptuoso resulta ideal para un personaje como Tosca con el cual ha sellado su regreso al Teatro Real, ya como diva principal de la lírica actual, en esta serie de funciones presididas por el éxito y el aluvión indiscriminado de bises.

Anna Netrebko es Tosca en el Teatro Real

   No solo no defraudó, ni mucho menos, la Netrebko en su encarnación de la pasional Tosca si no que, personalmente encontré más afianzado el personaje respecto a su creación en el Teatro alla Scala de diciembre de 2019, que tuve la oportunidad de presenciar. Muy completa resultó la caracterización de la Netrebko, que ofreció su Tosca, efectivamente, pero respetó las líneas generales de la producción de Azorín, suprimiendo, eso sí, afortunadamente algunos detalles y exageraciones que estaban fuera de lugar. Con ello y con su impecable seriedad musical demostró que más allá de cualquier actitud fuera del escenario, sobre el mismo es una auténtica diva por profesionalidad y rigor musical. Diva, por supuesto, en la mejor acepción del término, no la negativa que le quieren dar ahora, consecuencia, sin duda, de las poquitas cantantes que actualmente merecen tal calificativo.

   Una prueba de todo ello fue el final del acto segundo. Un «Vissi d'arte» impecablemente delineado, más allá de no terminar de rematar alguna frase debido a la justeza de fiato combinada con el tempo aletargado de la batuta, muy emotivo, eso sí, y finalizado «come scritto» sin el tradicional portamento en la primera sílaba del «cosí» conclusivo y ante las ovaciones estruendosas del público, dejó claro que no habría bis e intentó en todo momento continuar y que la interrupción de la tensión dramática del momento fuera la mínima posible. Los brazos extendidos de la siguiente frase «Vedi, le man giuste io stendo a te» se dirigieron en primera instancia hacia el público como diciendo «Muy agradecida por la ovación pero no habrá bis» para luego girarlos hacia Scarpia como corresponde. Insisto en que soy y seré partidario de la pasión en la ópera, que el público disfrute, pero agradezco que alguien pusiera algo de cordura en este festival de bises y dobles bises que ha sobrepasado todos los límites de la mesura y sensatez. Netrebko plasmó la Tosca celosa, pasional del primer acto, con lógica complicidad con el tenor y dominio, fundamental, del canto conversacional pucciniano, apoyada más que en un especial fascino o empaque escénico, en un gran carisma, de esos que imponen al espectador no mirar a otro sitio desde que entra al escenario.

   Un acto segundo de gran voltaje y progresión dramática el protagonizado por la soprano rusa con gran química en escena com el Scarpia de Luca Salsi, el mismo de aquellas funciones en La Scala. La rusa recogió el puñal de la moza desnuda que simboliza la revolución en este montaje, pero logró mantener en lo posible la tensión de la escena con un asesinato de Scarpia resuelto también con múltiples puñaladas, pero resultó menos excesivo y en el que los gritos de «Questo è il bacio di Tosca» y «Ti soffoca il sangue?» y «Muori dannato!» llegaron al público con fuerza dramática y efecto de buena ley. En fin, vibrantísimo de acentos fue el racconto del acto tercero que culminó en el Do 5 sobreagudo «de la lama» una nota plena, timbrada, penetrante, al igual que el agudo final «Oh Scarpia avanti a Dio!», antes de lanzarse al vacío a la carrera con un arrojo y determinación de gran efecto.

Anna Netrebko es Tosca en el Teatro Real

   Por su parte, el tenor Yusif Eyvazof comenzó muy frío, con la emisión dura y oscilante que dio lugar a un «Recondita armonia» tan deslucido como ovacionado. Más asentado en el dúo con Tosca, en el que se puso de relieve la obvia y espontánea complicidad con la Netrebko. Eyvazof compuso un Cavaradossi entregado, muy digno, en el que se impusieron una buena articulación del italiano y un canto correcto, franco, nunca forzado, sobre un timbre escasamente atractivo, pobretón, sin metal así como una limitada personalidad en escena.

   Por su parte, el barítono italiano Luca Salsi demostró sus dotes de caracterizador en un Scarpia inequívocamente pérfido, inhumano, tan sádico como cruel, pero sin caer nunca en vulgaridades ni excesos. En lo vocal, frente a un timbre poco atractivo, falto de nobleza, limitado de empaste y volumen, débil en el grave, falto de brillo y expansión en el agudo, Salsi hizo valer la intención de su fraseo y la incisividad de los acentos.

   En la recensión de la función del día 7 de julio ya comenté a fondo la puesta en escena, prestación orquestal y secundarios, sólo incidir en el error de colocar a la revolución como el fundamento y motor de la obra simbolizada por una moza desnuda y diversas frases relacionadas con dicho fenómeno proyectadas en el escenario, cuando a Puccini el asunto político le interesaba poco, más allá de un contexto y ambientación temporal. Sigue sin entenderse ese extraño fusilamiento de abajo a arriba com un Cavaradossi situado en una especie de destructor imperial sacado de Stars Wars. La orquesta, con el transcurso de los días, sonó algo más galvanizada, menos aparatosa, pero la dirección de Luisotti no puede librarse de cierta irregularidad, con momentos de tensión, otros demasisdo morosos y predominio del vigor orquestal sobre los detalles.

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

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