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Crítica: Anna Netrebko protagoniza "Macbeth" de Verdi en la Royal Opera House de Londres

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Autor: Inés Tartiere

     Lady Netrebko    

   Por Inés Tartiere | @InesLFTartiere
Londres. 7-IV-2018. Royal Opera House. Macbeth (Giuseppe Verdi). Anna Netrebko (Lady Macbeth), Zeljko Lucic (Macbeth), David Junghoon Kim (Macduff), Ildebrando D’Arcangelo (Banquo), Konu Kim (Malcolm), Francesca Chiejina(Dama de compañía), Simon Shibambu(Un médico). Coro de la Royal Opera House, Orquesta de la Royal Opera House. Director musical: Antonio Pappano. Director de escena: Phyllyda Lloyd.  

   Todo un acontecimiento suponían estas funciones de Macbeth en Londres, no sólo por ser el país de Shakespeare, y por coincidir en el tiempo con las nuevas puestas en escena de esta misma obra en el National Theatre y la Royal Shakespeare Company, sino porque  tres años sin Anna Netrebko se nos antojan demasiados. Después de su sonada cancelación hace un año como Norma en la Royal Opera House, en lo que hubiese sido su debut del rol, había mucha expectación por escuchar a la soprano con su “nuevo repertorio”, ya que  en su última aparición encarnó  a Mimí de La bohème, y sus seguidores se movieron en masa a la capital inglesa, para ver a la diva rusa en uno de los mejores roles de su carrera: la malvada Lady Macbeth. He aquí la consagración de una artista, si es que todavía alguien dudaba de su potencial o su saber hacer sobre las tablas, y  cuando se junta con uno de los mejores directores de orquesta que se puedan ver hoy en día, el maestro Antonio Pappano, parece casi imposible que la función no sea un éxito. No defraudaron las expectativas, por supuesto.

   Verdi convirtió las tres brujas de Shakespeare en un coro femenino completo, y en esta producción, vestidas de negro con turbantes rojos, y realizando un baile milimétricamente estudiado, estuvieron más presentes que nunca, como agentes impersonales de un destino funesto. Una de ellas es quien le entrega la carta de Macbeth a su esposa en el primer acto.

   La producción de 2002 de Phyllida Lloyd, es eficiente, lúgubre, tenebrosa en muchos momentos, lo que enlaza muy bien con la historia, aunque en algunas situaciones la puesta en escena se vuelve estática, predecible. Una caja negra con enormes azulejos de color chocolate envuelve la escena durante toda la obra, un rayo de luz alude a la daga imaginaria, los reyes montan caballos con capas doradas.  El poder político, mientras tanto, está representado por una jaula dorada, que efectivamente encarcela a aquellos que lo ejercen. Las profecías, los sueños, las alucinaciones y las incursiones de lo sobrenatural están entretejidas en una narración que tiene lugar tanto en las mentes de sus dos protagonistas condenados como en la realidad naturalista.

   Lady Macbeth es uno de los roles más complicados del repertorio, no solo por su endiablada partitura, escrita para soprano assoluto o sfogato, sino porque demanda un gran instinto actoral, de enorme fuerza teatral. Anna Netrebko era el mayor atractivo de estas funciones, en una encarnación del personaje que creemos que convencería al mismísimo Verdi, ya que el genio de Busetto ansiaba que su dama (como él la llamaba) tuviera una voz áspera, fea, que casi no cantara, aunque estas características estén muy alejadas de la voz de la rusa.  Su “Vieni! T’affretta,” fue toda una declaración de intenciones. Su voz se ha oscurecido considerablemente, e incluso se le vio más cómoda en las agilidades, a medida que iba transcurriendo la función. La amplitud de su instrumento es inabarcable, y su capacidad innata para emocionar, unido a un carisma inigualable, hizo que el público se rindiera a sus pies desde el primer momento, entrando en éxtasis al final de la escena del sonambulismo, donde deslumbró finalizando con un re bemol 5 en pianísimo, para el recuerdo. Su facilidad para apianar unido a un centro sonoro siempre bien apoyado, con gran imaginación en el fraseo, hacen de la rusa una Lady Macbeth verdaderamente grandiosa. Su aria del brindis fue la viva muestra de su cínica y siempre bien estudiada Macbeth. En el debe, su siempre corto fiato, que empañó la cabaletta “Or tutti sorgette”, aunque inteligentemente lo supo compensar con unos potentes agudos, uno de sus fuertes. Otra de sus grandes virtudes es la profesionalidad y acertada forma con la que está llevando su increíble carrera, con roles que se ajustan muy bien a su vocalidad, como Elsa de Lohengrin, Adriana Lecouvreur, Maddalena de Andrea Chénier,  Aida, su reciente debut con Tosca y Leonora, de La forza del destino el próximo año en la ROH, pero el que sin duda seguirá siendo uno de sus caballos de batalla, es Lady Macbeth.

   Zeljko Lucic, fue un Macbeth paranoico, obsesionado, vocalmente de menos a más, ya que su canto introspectivo de los primeros actos no combinaba muy bien con en el poderoso canto de Netrebko en los duetos. En esta ópera todo esta al servicio del texto, y el barítono serbio realizó una excelente interpretación psicológica del difícil personaje.  Su voz es muy adecuada para los roles de barítono verdianos, y parece haber ganado amplitud en su canto en los últimos años, demostrando un gran sentido del legato y gran musicalidad. Su mejor momento de la noche llegó con su aria “Pietà, rispetto, amore”, con un excelente agudo final, franja en la que el serbio siempre parece sentirse cómodo.

   Ildebrando D’Arcangelo fue un buen Banquo, aunque quizás la tesitura le quede un poco baja e incómoda para su vocalidad. El color atractivo de su voz y su seguridad al cantar, siempre hacen de él un artista interesante, y aunque su material sea más adecuado para Rossini que para Verdi, siempre cumple.  El Macduff del joven tenor coreano David Junghoon Kim fue una agradable sorpresa, con una voz lírica atractiva y de mucho potencial, cantó con gusto la célebre aria “Ah la paterna mano”, amén de una buena dicción italiana. Muy bien los secundarios, Konu Kim, Francesca Chiejina y Simon Shibambu, como Malcolm, dama de compañía y un médico respectivamente, contribuyendo así al éxito de la función.

   El otro gran triunfador de la noche fue sin duda el maestro Antonio Pappano, una apuesta segura en el repertorio verdiano. Pappano fue aumentando lentamente la tensión, con elegancia, delicadeza, con una orquesta inspiradísima, que funciona a la perfección, con un viento sublime. La participación del arpa nos transportó y nos hizo vibrar. Cuando todo funciona tan bien parece imposible que podamos perder el tiempo escuchando otra cosa.  El coro inicial de brujas resultó un poco decepcionante, como desempastado, por culpa seguramente de la coreografía. Por el contrario el ensamble entero en el coro de refugiados, y el final del acto cuarto, resultaron sorprendentes, demostrando estar en un gran estado de forma.  

   El hermosísimo concertante que cierra el segundo acto -uno de los más inspirados de Verdi-,  fue uno de los mejores momentos de la noche, donde no se escuchaba ni una tos ni un papel de caramelo, ni prácticamente ninguna respiración, solo al final suspiros de tensión, de que se acababa de vivir un momento memorable. Netrebko, Pappano, y Verdi juntos sin duda lo son.    

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