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Crítica: Anna Netrebko, Yusif Eyvazov y Christopher Maltman, juntos en el Teatro Real bajo la dirección de Denis Vlasenko

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Autor: Óscar del Saz
3 de noviembre de 2019

Que canten otros

Por Óscar del Saz| @oskargs
Madrid. 1-XI-2019. Teatro Real. Anna Netrebko (Soprano), Yusif Eyvazov (tenor), Christopher Maltman (barítono). Obras de Giuseppe Verdi (1813-1901), Alfredo Catalani (1854-1893), Pietro Mascagni (1863-1945), Franz Lehar (1870-1948), Giacomo Puccini (1858-1924), Umberto Giordano (1867-1948). Orquesta Sinfónica de Madrid. Denis Vlasenko, director.

   No es la primera vez que el Teatro Real opta por publicitar sus conciertos/recitales de modo confuso: anunció en solitario figuras que sólo cantan en la primera parte (como ocurrió con el recital de Matthias Goerne), o citó solamente a una de ellas (como ocurrió con el recital de José Bros y Ruth Iniesta, publicitando sólo al primero) o, como en este caso, ambas cosas a la vez. Es decir, El Real anunció un recital de la pareja Netrebko-Eyvazov, y omitió citar al barítono Christopher Maltman. Para más inri, todo el recital resultó estar claramente descompensado -por el número de piezas puestas en juego- en favor del «lucimiento» de Maltman-Eyvazov.

   Y aunque nos gustara muchísimo «lo poco» que Netrebko ofreció en solitario, ello nos creó un desasosiego que nos lleva a pensar que grandes intérpretes -de forma premeditada- puedan venir a una plaza importante a dar un concierto para reservarse o para cubrir el expediente y, en paralelo, utilizar su recital para relanzar a otras figuras y, en definitiva, para no ofrecer real y claramente repertorio de ese primer nivel que les ha hecho mundialmente famosos. Esto que comentamos, con el agravante del precio desorbitado de las entradas, parece haberse generalizado desde hace tiempo por parte de la diva rusa -y con ello no es que eximamos el proceder de El Real-, ya que este mismo «devaluado concierto» de Anna Netrebko, «y Compañía», se ofrecerá los días 4, 7 y 9 de noviembre en el Liceo de Barcelona, Praga y Copenhague, respectivamente.


   El diseño del concierto tampoco atesoró la virtud de saber acompasar y compensar el número y la duración de las partes seleccionadas para la parte canora y para la orquestal, que también tuvo peso propio en el desarrollo de la velada, y que sirvió para dar resuello a las voces protagonistas-si bien esto no sería tan necesario cuando hay tres cantantes sobre el escenario-. La obertura de Nabuccofue expuesta por Denis Vlasenko de forma inane y sin tensión alguna. Algo mejor, sobre todo por la parte correspondiente a las cuerdas graves, estuvo la de Vísperas sicilianas, si bien tocada demasiado lenta y muy emborronada en los tutti orquestales. Más apropiada estuvo la interpretación del intermedio de Cavalleria rusticana, aunque a nuestro juicio faltaron mayores acentos y sforzandi en las cuerdas,de modo que no se dibujó apropiadamente la tragedia de la obra.

   En cuanto a los estilos, si la primera parte estuvo dedicada a Verdi, y la segunda casi por completo a páginas veristas, no entendemos la ubicación -en medio de la segunda parte- de una pieza como la del dúo de La viuda alegre, «Lippen Schweigen», ni que la réplica al «E lucevan le stelle» de Eyvazov fuera un «O mio babbino caro», cantado por Netrebko de una forma un tanto afectada y anárquica-pieza que el que escribe ve más adecuada para las propinas-,cuando pudo haberse lucido proponiendo un «Vissi d’arte», por ejemplo, como pieza más alineada con la previa.

   El tenor Yusif Eyvazov (1977) es poseedor de una voz de lírico ligero con bastantes carencias en la primera octava, lo que le dota de un centro bastante endeble y graves inexistentes, si bien la subida al agudo es valiente y muy segura. Como ni la voz ni el timbre son bellos, el desparpajo actoral y su puesta en escena -además de su presencia escénica- son las armas con las que cuenta este tenor, además de la de poder «brillar» en el escenario reflejando la luz que irradia una de las pocas divas del momento. Si, además, el repertorio elegido para la ocasión es el Verdi más denso («Oh!, fede negar potessi») de la Luisa Miller o piezas veristas («Mamma, quel vino é generoso», o el mencionado «Adiós a la vida»)-de Mascagni y Puccini, respectivamente-, la conclusión es que sus prestaciones son totalmente inadecuadas, sin profundidad vocal alguna y, por tanto, flaco favor hacen a este repertorio, sobre todo si el cantante piensa acometerlo en escena, como ya ha hecho en algún caso.

   El barítono británico Christopher Maltman (1970) fue, a nuestro parecer -y con permiso de la diva-, el cantante que más arriesgó en el concierto ya que, tanto en las piezas en solitario como en los dúos con soprano y tenor, fue a por todas con una presencia vocal incontestable y voluminosa, deslumbrando en arias de tal dificultad, con utilización de medias voces y meritorios pianos para una voz tan grande, tanto en «Pietá rispetto, amore» como en «Nemico della patria» -tuvo que repetirla entera debido a que empezó a sonar una incómoda alarma en el teatro-, que fueron justamente premiadas por el público con vítores.


   Como tercera pieza del concierto, Ana Netrebko (1971) realizó una antológica versión del aria «Tu che la vanitá» verdiano, que elevó muchísimos grados la temperatura de la sala: una conjunción perfecta de ejecución técnica y adornos expresivos, varias mezza di voce y perfectos saltos de interválica -todos los si bemoles en su sitio-, así como etéreas notas y filados en la zona aguda, además de una musicalidad apabullante. Y ahí acabó todo hasta la segunda parte, ya que aunque se enfrentó al arrojado dúo con el barítono en «Ove son io?» de Macbeth, la diva decidió suprimir el aria subsiguiente, «La luce langue», sin razón aparente. En la segunda parte, ya sólo le quedó acometer el «Ebbene? Ne andrò lontano», también de forma admirable, salvo por el artificial engrosamiento de los graves que -a nuestro juicio- afea la expresividad de la pieza. Junto con la mencionada aria de Gianni Schicchi, ESO FUE TODO lo que Anna Netrebko estimó que debía cantar en solitario… Injustificadamente poco, sin duda.

   Para acabar, el incomparable y exigentísimo dúo de Andrea Chenier, «Vicino a te s’aqueta», que Netrebko y Eyvazovabordaron sin concesión alguna para el recato vocal. Por parte de Netrebko, todo estuvo en su sitio, la atmósfera, la pasión, el amor incondicional, la valiente asunción de la muerte ante el patíbulo… Increíblemente, menos mal, ambas voces empastaron en el agudo final de «Viva la morte, insieme!»

   En resumen, un recital demasiado cómodo para Anna Netrebko -o, mejor dicho, presuntamente acomodado por ella misma, decidiendo sobre la marcha eliminar una de las piezas-,que se vació menos de lo esperado.Dado que tampoco se dieron propinas -hubo que conformarse con un «O sole mio» a tres-, sólo se añadieron a la fiestala inmejorable presencia escénica por parte de nuestra Diva, y una conexión paulatina de los otros dos intérpretes con el público -que llenaba el Teatro Real-. Aunque todo ello fue insuficiente para redondear una noche sedienta de escuchar a la artista rusa, es verdad que el público entregado acabó vitoreando a los cantantes, con predilección hacia Anna Netrebko.

Foto: Javier del Real / Teatro Real

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