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Crítica: Recital de Arcadi Volodos en Bolonia, con obras de Schubert, Rajmáninov y Scriabin

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
3 de abril de 2019

La admirable versatilidad del pianista ruso

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. Teatro Manzoni. 31-III-2019. Bologna Festival XXXVIII edición, Sección Grandes Intérpretes. Sonata n.1 en mi mayor D.157 y Momentos musicales op.94 D.780 de Franz Schubert. Preludio en do sostenido menor op.3 n.2, Preludio en sol bemol mayor op.23 n.10, Preludio en si menor op.32 n.10, “Zdes’ khorosho” Romanza op.21 n.7, Serenata op.3 n.5 y Etude-tableau en do menor op.33 n.3 de Sergej Rachmaninov. Mazurca en mi menor op.25 n.3, Caresse dansée op.57 n.2, Enigme op.52 n.2, Due danze op.73 y Vers la flamme op.72 de Aleksander Skrjabin.

  El pianista ruso Arcadi Volodos es mundialmente conocido por sus intensas interpretaciones de compositores de diversas épocas. Desde su debut en Nueva York en 1996, ha conseguido continuos éxitos como solista y en conciertos con orquestas prestigiosas, mérito del perfecto equilibrio alcanzado entre técnica e imaginación que le permite interpretar incluso las páginas reputadas más difíciles.

  Abrió el concierto la Sonata n.1 que, con dieciocho años, Schubert compuso en 1815 en tres movimientos, que se considera inacabada, hipotetizándose que la intención fuese escribir un cuarto. Volodos ha sabido transmitir la atmósfera melancólica y de ensoñación del segundo movimiento central, propia del espíritu romántico de la época, que nos induce a analizar también los aspectos más recónditos de nuestra intimidad. Vivaz y apasionante es en cambio el final, de neto sello vienés, con un rico juego de armonías.

  Schubert compuso los Moments musicaux op.94 entre 1823 y 1828, no estando claro hasta qué punto se deban considerar una obra unitaria o un conjunto de páginas agrupadas por razones editoriales. De todos modos la coherente sucesión de las tonalidades parece definir un hilo conductor para estas páginas, consideradas como origen del florecimiento romántico de las llamadas Hojas de álbum para piano. El maestro afrontó todos las piezas con competencia técnica, en particular el célebre Andantino y el Moderato.


   A continuación Volodos propuso una variedad de páginas de Rachmaninov que ha puesto de relieve no solo sus excelentes dotes de intérprete, sino también su gran capacidad en los arreglos: Zdes khorosho (aquí todo es bello), ejecutada en 1892, originalmente era para voz y piano y se convirtió rápidamente en una de las piezas más interpretadas del joven compositor ruso. Ha ejecutado algunos Preludios pertenecientes al periodo juvenil, en los que se reconoce la influencia de Chopin, aunque son estructuralmente más complejos que los del músico polaco: el Preludio en do menor nº 2, conocido como Las campanas de Moscú, que junto con la Serenata op.3 n.5 forma parte de la colección Morceaux de fantasie, exhibe un carácter fuerte que provoca la sensación de un camino inexorable, mientras los otros dos Preludios nos sumergen en una atmósfera nocturna teñida de melancolía. Finalmente el Etude-tableau, compuesto poco antes de abandonar Rusia, ha evidenciado el virtuosismo y la excepcional capacidad interpretativa del concertista.

  La última parte de la velada musical ha sido dedicada a Scriabin, composior y pianista ruso de exasperada sensibilidad, fascinado por las experiencias estéticas y místicas del decadentismo literario ruso y por las teorías absorbidas en los círculos exotéricos y teosóficos frecuentados en Bruselas. Personalidad compleja, no carente de intuiciones geniales, persiguió el proyecto de una síntesis estética fundada en misteriosas relaciones entre sonidos, colores, danzas y perfumes. Volodos ha presentado el desarrollo del estilo de Scriabin a través de piezas significativas, partiendo de sus experiencias juveniles, bajo la influencia de Chopin, hasta la consolidación de un estilo personal, terminando con Vers la flamme en la que se evoca el crepitar del fuego, fuerza primordial a la vez creadora y destructora.

  El éxito del excepcional pianista se puede medir por las ovaciones y aplausos del público que abarrotaba la sala y que aceptó abandonarla solo después de haber obtenido numerosos bis.

Fotos: Marco Borggreve

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