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Arqueomúsica en Valladolid. ¡Así sonaba la Europa antigua!

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Autor: Agustín Achúcarro
9 de mayo de 2017

La música vertebradora de la historia de la humanidad

   Un reportaje de Agustín Achúcarro
Hay en el Museo de la Ciencia de Valladolid una cierta algarabía de voces infantiles que se agrupan en torno a un instrumento antiguo, mientras surgen las preguntas curiosas en la exposición Arqueomúsica. ¡Así sonaba la Europa antigua!. Raquel Jiménez Pasalodos, profesora asociada en el Departamento de Historia y Ciencias de la Música de la Universidad de Valladolid, investigadora del Proyecto Europeo de Arqueología Musical y coordinadora del mismo en Valladolid, atrae la atención de los niños con la imagen de un instrumento en 3D que se agranda, gira o se empequeñece a sus ojos, mientras escuchan su sonido a través de las audioguías. Todo esto sucede en una exposición, que coordina el comisario Arnd Adjue Both, enmarcada en el Proyecto Europeo de Arqueología Musical del programa cultural de la Unión Europea con la Universidad de Valladolid como único socio español, lo que hace que se convierta en única en nuestro país.“Es fruto de la colaboración entre siete instituciones europeas que pedimos financiación al Programa Cultura Europa para hacer un proyecto que permitiese dar dinero a la investigación y crease una oportunidad importante de carácter cultural”, explica Raquel Jiménez, una de las responsables de la organización, para la que parte de la esencia de Arqueomúsica. ¡Así sonaba la Europa antigua! bien podría sintetizarse en lo siguiente: “Desarrollar una exposición itinerante que muestre el fruto del trabajo de la investigación y acerque al gran público la arqueología musical, que es una disciplina bastante poco conocida”.

   Se pretende conducir al público a un universo de instrumentos construidos por arqueólogos, científicos, artesanos y músicos europeos, algunos de los cuales se pueden tocar y escuchar. “Es una exposición hecha con réplicas de instrumentos musicales, algunas reales, otras virtuales, pero que están todas basadas en la investigación. Estos no son instrumentos que se parecen a los originales puestos en una vitrina, sino que son funcionales, son con los que trabajamos, recreados a veces a partir de escáner 3D, impresión 3D, o a partir del proceso productivo completo con análisis de los materiales arqueológicos”, aclara la investigadora.

   Arqueomúsica ha sido realizada con una idea muy clara, que permita poder alcanzar determinados fines. “Lo que pretendemos es mostrar todo el conocimiento que tenemos de los instrumentos musicales que han aparecido en contextos arqueológicos desde el Paleolítico hasta la Época romana, que es mucho y supone mucho trabajo durante muchos años, y que como he dicho no estaba muy divulgado”, recalca Jiménez.

   Los diferentes espacios responden a tres nombres concretos Los sonidos primordiales de la humanidad, que engloba del Paleolítico al Neolítico, Los Instrumentos a través del tiempo, en donde se percibe el desarrollo de los instrumentos en las Edades del Bronce, del Hierro y en la Antigüedad clásica, y Música para los vivos, música para los muertos, en donde se trata de reflejar los significados y usos que las culturas europeas antiguas dieron a la música, ya fuera en rituales funerarios, religiosos o espectáculos propios del mundo grecolatino. Un recorrido que también incluye espacios multimedia y talleres, en donde el público puede encontrarse con instrumentos tan llamativos como el Carnyx, una trompa de la Edad de Hierro, el Órgano hidraulix de agua de la Roma imperial, Trompas de Pompeya, datadas antes del 79 después de Cristo, Trompetas numantinas, de la Segunda Edad de Hierro, Aerófonos de marfil del Paleolítico auriñaciense, o flautas e instrumentos de percusión del Paleolítico.

   No se trata de una apuesta en la que sólo se pueda mirar, insiste Jiménez. “La mayoría de los instrumentos se pueden escuchar en las audioguías y algunos se pueden tocar, pues se han reconstruido para comprobar cómo podrían sonar, con un aval científico, que certifica que es verdad, por lo menos hasta lo que nosotros sabemos en la actualidad”.

   Para la coordinadora la parte más grata del proyecto va más allá de la investigación ya que “aun siendo muy satisfactorio personalmente”, para ella se ve superada por el hecho de “comprobar el interés que ha surgido en mucha gente”, lo que ha propiciado que se acerquen junto al público en general, los niños de los colegios, profesionales de la música y especialistas de toda España.

   Y si la representante de la exposición tuviera que elegir algo más que un instrumento determinado se quedaría con el significado que hay detrás. “A mí lo que me interesa mucho es ver cómo el ser humano desde que es ser humano ha utilizado muchísimos recursos, energía, tiempo, en la creación musical, y no sólo canturreando al hacer alguna tarea cotidiana, sino a nivel del desarrollo tecnológico”. Un pensamiento que Jiménez simboliza en lo que supone la Flauta de mamut del Paleolítico Superior. “Tiene unos 40.000 años y está construida con un tubo de mamut, pero no se trata sólo de una flauta al uso con un hueco ya hecho, sino que los que la realizaron se molestaron en hacer un cilindro perfecto con herramientas líticas, abrirlo, vaciarlo, pegarlo y hacer orificios muy precisos”. Una tesis que adquiere más relevancia con el paso del tiempo. “Y si avanzas en las distintas épocas observas que eso sucede muy a menudo, que los materiales tecnológicamente más complejos o más difíciles de trabajar son muchas veces instrumentos musicales, lo que indica algo sobre la importancia de la música en todas las culturas que han existido, igual que lo tiene ahora”, atestigua la investigadora, mientras añade un elemento más a su razonamiento: “Es algo que a los arqueólogos les ha costado ver siempre, pues han tratado a la música como un hecho lúdico, bonito y casual, pero no le han dado la importancia cultural que ha tenido y tiene para el ser humano”.

   Apoyándose en lo que la exposición muestra y en el complejo trabajo que hay detrás Raquel Jiménez apuesta por un claro alegato. “Tenemos mucha información, no toda la que nos gustaría, de las prácticas musicales del pasado sobre las que podemos indagar, y aunque queda mucho por hacer, contamos con lo suficiente para entender aspectos de la música en la cultura humana, en el rito, para la curación, para la cohesión social, en la guerra y en la paz, lo que en mi opinión puede demostrar que la música ha sido una ventaja evolutiva para el ser humano en todos los sentidos posibles”.

   La muestra cuenta también con el libro infantil Aki y la bramadera mágica, escrito por Raquel Jiménez y Cajsa S. Lund, con dibujos de la ilustradora Raquel Aparicio, en el que se dan a conocer algunos instrumentos a través de la experiencia de una niña que viaja buscándolos por distintos sitios, y se está preparando un libro del proyecto, sobre el que Raquel Jiménez puntualiza que “contendrá muchas cosas de la exposición, pero no es un catálogo como tal, sino más bien un libro de divulgación sobre algunos de los objetos de la exposición”. En cuanto a la discografía el proyecto cuenta con varios discos de Delphian records. Uno sobre el repertorio medieval escandinavo con el Ensemble Mare Balticum, otro de música irlandesa y escocesa basada en notaciones musicales del siglo XVII, y dos más experimentales: el primero con la reconstrucción de las flautas paleolíticas y el segundo con los aerófonos de la edad del bronce a la de hierro. “Estos últimos son cd casi de free jazz, de experimentación, pues tenemos los instrumentos y sus posibilidades acústicas y tímbricas, pero no disponemos de ningún tipo de conocimiento sobre qué música harían”, apunta Jiménez.

   Durante la exposición ha tenido lugar el estreno mundial del documental del proyecto EMAP. Blast from the past (Toques desde el pasado) y dos conciertos: el inaugural, que supuso un recorrido por la música desde el Paleolítico hasta la Edad Media, y otro de músicas de la Antigüedad Clásica. Cuando el 21 de mayo cierre sus puertas Arqueomúsica. ¡Así sonaba la Europa antigua! se trasladará a las ciudades de Istad, Liubliana, Roma y Brandemburgo.

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