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[C]rítica: Avishai Cohen visita el Festival Internacional de Jazz de Madrid

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Autor: Juan Carlos Justiniano
16 de noviembre de 2018

El presente futuro

   Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 13-XI-18. Festival Internacional de Jazz de Madrid 2018. JAZZMADRID 18. Avishai Cohen Quartet. Avishai Cohen (trompeta), Yonathan Avishai (piano), Barak Mori (contrabajo) y Ziv Ravitz (batería). Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa. Sala Guirau.

   El pasado día 6 echó a andar una nueva edición del Festival de Jazz de Madrid. Como todos los meses de noviembre, un buen número de conciertos, actividades paralelas y un ciclo de cine -este año en forma de homanje a ese gran melómano que es Woody Allen- atravesarán casi cuatro semanas marcadas, en esta ocasión, por un fuerte carácter femenino. Las chicas esta edición dominan el cartel y no solo lo hacen -ya tocaba- como cantantes, papel al que muchas veces se ven encasilladas.

   Se percibe que JAZZMADRID ya es una cita consolidada y ubicada en la nómina internacional de los grandes festivales dedicados al género. Cada vez más ciudades españolas se animan además en este sentido, porque en este país también hay una cultura de jazz que merece atención y cuidados. La iniciativa pública se proyecta, por supuesto,  en los esfuerzos por extender las actividades del festival más allá del foro y acercar el jazz a los barrios. Pero igualmente lo hace a través de una política de programación abierta y sin complejos a un gran espectro de estilos, géneros y aires todos ellos bajo el amplio y generoso paraguas del jazz, hoy más que nunca convertido en sintaxis y en una etiqueta conceptual, más relacionada con los recursos y medios artísticos que con un léxico o con  una sonoridad concreta. Jueguen si no, a buscar similitudes entre Michel Camilo, que actuará en unos días, y el protagonista del pasado martes, seguramente el plato fuerte  de la presente temporada…

   Avishai Cohen compareció en una sala Guirau abarrotada y demostró que su presencia -aunque muy habitual, por otra parte, en los últimos años- siempre recibe merecidamente una especial atención. El trompetista israelí visitó la capital con una formación a cuatro, la más natural para su música, y junto a una sección rítmica compuesta por su inseparable Yonathan Avishai al piano, Barak Mori al contrabajo y Ziv Ravitz a la batería. El cuarteto se lanzó sobre el escenario con una primera parte de claras reminiscencias al Miles de los años sesenta, al de su periodo previo al descubrimiento e incursión definitiva en el mundo eléctrico, el correspondiente a los años del quinteto de Wayne Shorter, Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams. Cohen no esconde sus querencias naturales al concepto davisiano de grupo orgánico. Es un ídolo al que muchas veces emula; no obstante, el israelí posee una personalidad musical muy marcada a medio camino entre lo modal, lo atonal, lo expresionista e incluso lo impresionista que mezcla con sonoridades que remiten a la música mediterránea. Pero todo de manera muy sutil, en una combinación exquisita que atrapa al oído. La música de Cohen es compleja, sí, pero subyuga al oído y nunca cae en lo críptico. Tampoco, por supuesto, en la evidencia o el cliché.

   El cuarteto presentó un repertorio ya bien rodado que hemos escuchado en otras ocasiones. Interpretaron así páginas de los dos últimos trabajos discográficos de Cohen, Into the Silence (ECM, 2016) y Cross My Palm with Silver (ECM, 2017) -grabados en el sello de Manfred Eicher, el responsable de numerosos hitos musicales del jazz  de vanguardia-. Sonaron «Dream Like a Child», «Theme for Jimmy Greene», «Into the Silence» o «Life and Death», junto a algún tema nuevo; composiciones todas ellas originales, complejas, de estructura abierta y politemática, de una sutileza que conmociona y que alcanza cotas de misticismo casi religioso. (Cuánto pervierte el discurso musical, por cierto, esa inveterada y caduca querencia de aplaudir cada vez que se muestra la oportunidad). Cohen tuvo ocasión, incluso, de recitar un poema hebreo traducido al inglés, un texto marcado de nuevo por lo que ya parece una obsesión del trompetista: la nostalgia y la incertidumbre ante la pérdida y el vacío.

   Y es que también tiene algo de nostálgica la poética de Cohen que se articula en torno a ese sonido oscuro, opaco y contenido que el trompetista busca en su instrumento, una Monette construida a imagen y semejanza del israelí, con la que se recrea en un constante deleite sonoro y armónico. Otra grandeza de Cohen es que no cae en el ensimismamiento, ni en la altisonancia ni en una vacua exhibición  de agilidad o capacidad pulmonar. Él rema a favor de una música integral que se entiende desde un punto de vista orgánico y generoso. Por ello, la música del trompetista es una coartada para que vuele alto su rítmica, un trío verdaderamente excelente y a la altura. Mientras Barak Mori sostenía el colchón armónico por el que Cohen se abstraía con los doce semitonos, Barak Mori, solvente y segurísimo, al igual que Ziv Ravitz, aportaron una magia rítmica interesantísima.

   La música de Avishai Cohen se incardina en una muy inteligente combinación de conceptos estéticos. El resultado, original y completamente  personal, es lo que ha convertido al trompetista en una de las voces más interesantes del panorama jazzístico. Él mira de frente al futuro desde la mirada de los clásicos en una expedición constante pero sin desprenderse de lo espiritual.

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