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Crítica: 'Billy Budd' de Britten en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Raúl Chamorro Mena
7 de febrero de 2017

FELIZ DESEMBARCO DE "BILLY BUDD" EN MADRID

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 3-II-2017, Teatro Real. Billy Budd (Benjamin Britten). Jacques Imbrailo (Billy Budd), Toby Spence (Capitán Edward Fairfax Vere), Brindley Sherrat (John Claggart), David Soar (Mr. Flint), Thomas Oliemans (Mr. Redburn), Clive Bailey (Dansker). Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección de escena: Deborah Warner. Escenografía: Michael Levine

   Se puede decir que Billy Budd, la magnífica ópera de Britten basada en un relato de Hermann Melville y que llegaba por fin a Madrid, tiene 5 protagonistas. En primer lugar, el Capitán Edward Fairfax Vere, personaje ambiguo y atormentado, que aparece en el prólogo y epílogo de la obra narrando los sucesos en flashback, papel creado para el tenor Peter Pears como casi todos los principales de la producción de Britten. En segundo lugar, el personaje titular Billy Budd, que encarna esa inocencia aniquilada, la ingenuidad devastada. En tercer lugar, el Maestro de armas John Claggart, personaje diabólico donde los haya y que emparenta con otros pérfidos de la historia de la ópera, principalmente, con el Yago Verdiano. En cuarto lugar, los marineros representados por el coro, fundamental en esta obra con elenco exclusivamente masculino. Finalmente, el barco, ese microcosmos opresivo y cruel, una especie de cárcel sin escapatoria, teniendo en cuenta, además lo que suponía la leva obligatoria vigente en esa época en tiempo de guerra. En este contexto, Benjamin Britten, seguramente el mejor compositor de ópera del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, concibe un nuevo alegato sobre la lucha entre el bien y el mal (habitual en su producción) y la condena del inocente como sucede en el Nuevo Testamento bíblico.

   Magnífica la producción de Deborah Warner ya que potencia todo ello con una gran sabiduría y trabajo teatral. Ante todo, la escenografía de Michael Levine logra -con austeridad de medios y una estupenda iluminación- representar perfectamente el barco y su ambiente agobiante y angustioso. La dirección de escena, inteligente y muy elaborada, es capaz con gran habilidad de expresar con fuerza teatral y pasar de las unas a las otras, tanto las escenas más íntimas como las de masa -gran esfuerzo tanto vocal como escénico del coro-. Magnífico el momento en el que con el escenario a dos niveles, Claggart urde en el de arriba su plan contra Budd, mientras abajo este duerme junto a sus compañeros ignorante de lo que se le viene encima a él y a ellos, que han encontrado un líder, un hombre bueno. Destacables también, además de por su fuerza teatral, por su perfecta imbricación con la música la escena del alistamiento forzoso de los tres hombres del buque “Derechos del hombre”, entre ellos Billy Budd -que da un simbólico y revelador adiós al mismo “And good bye to you too, old Rights of man!”, así como el conato de motín tras la ejecución de este, en el que se simboliza perfectamente como el poder del Capitán y demás oficiales literalmente se tambalea si los marineros actúan unidos. Efectivamente, el actual director musical del Teatro Real Ivor Bolton ha logrado su mejor trabajo con una obra que le es tan afín por razones estilísticas e idiomáticas. Aunque la orquesta no fuera capaz de exponer en todo su esplendor toda la magistral y primorosa orquestación de Britten y a Bolton le falte verdadera inspiración, no es menos cierto que su labor destacó, es preciso insistir, por la impecable comunión con la escena, con lo que eso significa en cuanto a tensión y progresión teatral.

   Si en alguna ópera se puede reivindicar la labor global -tantas veces utilizada para enmascarar pobreza vocal en otros repertorios que necesitan voces y cantantes individual e inequívocamente excepcionales- esa sería Billy Budd y en esta producción esa buena labor de conjunto se logra de manera indudable. El elenco lo forman voces en su mayoría británicas, modestas tímbricamente, pero dominadoras del idioma y el tratamiento vocal basado en el declamado melódico. El material más potente y sonoro, aunque de emisión dura y poco ortodoxa, fue el de Brindley Sherrat, intérprete del malvado John Claggart. Hombre torturado, quizás, puede que simplemente un sádico, que siente una extraña e incontrolable atracción hacia Billy Budd, pero con una idea clara por encima de todo y casi, podríamos decir, de filiación satánica, su destrucción. Bien encarnado el personaje por el bajo nacido en Lancashire, que no necesitó excesos, ni vulgaridades, ni pasarse de la raya para expresar la perversidad del mismo. Por su parte, Jacques Imbrailo con una voz baritonal gris y pálida, pero con grandes dotes de actor supo encarnar sin necesidad tampoco de cargar las tintas en el tono naif, la ingenuidad, la nobleza y cristalina inocencia de Billy Budd. Por debajo se situó Toby Spence que dueño, asimismo, de una voz tenoril de gran modestia tímbrica y falto de carisma, no supo expresar ni por acentos, ni por talento dramático, toda la personalidad, profundidad psicológica y aristas del carácter del Capitán Vere. Esa ambigüedad de quien lee a Plutarco y parece detentar un gran fondo moral y humano en su ejercicio del mando, que acarrea los remordimientos y el tormento de su conciencia hasta la vejez por sancionar sin pestañear la condena de Billy Budd (faltó impacto en ese sobrecogedor “I Accept their veredict”), pero que no duda en condenar a quien sabe inocente. Que su actitud esté mediatizada por la situación del momento -un reciente motín, propiciado por la influencia de las ideas de la revolución francesa, al que se alude varias veces en la ópera y que ha causado conmoción en la marina inglesa, así como el hecho de encontrarse en aguas enemigas en tiempo de guerra, lo cual obliga a ser ejemplar con la dotación, la mayoría de leva obligatoria, no lo olvidemos- no le justifica. Tan justo es insistir en la gran labor vocal y escénica de todos los demás intérpretes como destacar, una vez más el trabajo del coro y el de los cantantes españoles intervinientes en el montaje: Gerardo Bullón, Francisco Vas, Manel Esteve, Borja Quiza, Jordi Casanova e Isaac Galán.

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