Crítica de José Antonio Cantón del recital del pianista Boris Berman en el Festival Rafael Orozco de Córdoba
Académico pianismo de Boris Berman
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 21-XI-2024. Conservatorio Superior ‘Rafael Orozco’. XXII Festival de Piano ‘Rafael Orozco’ de Córdoba. Recital de Boris Berman. Obras de Claude Debussy y Franz Schubert.
Toda una lección a alambicado pianismo ha resultado ser la actuación del gran maestro moscovita Boris Berman en la presente edición del Festival Orozco de Córdoba que inició con los Cuatro Impromptus, Op.142 (D 935) que escribiera Franz Schubert en 1827, alrededor de un año antes de su muerte, enormemente elogiados por Robert Schumann en un artículo publicado en la muy prestigiosa revista Neue Zeitschrift für Musik que él fundó. Entrando directamente en las sensaciones que produjo su interpretación hay que indicar que el pianista quiso realzar la dulce y a la vez noble narrativa que encierra el primero de ellos en la tonalidad de Fa menor, dejando en todo momento clara y distinguible su perfecta estructura de forma de sonata, lo que significó un primer apunte de académica intencionalidad en su exposición. Con mucha elegancia mostró la fusión de lirismo mantenido y diluida tensión emocional del segundo, Allegretto. haciendo que su trío fuera todo un ejemplo de saber cómo expresar la exquisita separación de voces que contiene. Un condensado y a la vez variado reflejo de un tema de la obra Rosamunda quedó de manifiesto manteniendo siempre el intérprete el equilibrio de su línea de canto que servía de muestra de las esencias del pensamiento musical del compositor recogido en el Andante. Con un tensión de brío contenido expuso el último, Allegro scherzando, desarrollando su mejor mecanismo que recordaba en muchos detalles de balance dinámico al inconmensurable registro de la mítica pianista húngara Annie Fischer.
Claude Debussy fue el compositor que ocupó la segunda parte de su recital, empezando con la Suite Bergamasque, cuyo nombre procede de las funciones del teatro de máscaras típicas de la localidad lombarda de Bérgamo. Con una lentitud aristocrática realizó su lectura del Preludio procediendo de manera declamada en la sección que enlaza su parte central con la reexposción. En el Minueto se aproximó a su forma manteniendo la acertada difuminación del compás ternario que con tanta originalidad trata el compositor. En el conocidísimo Claro de luna, Berman recreó esa atmósfera mágica que le caracteriza con mistérico efecto. Finalizó esta hermosa suite flotando sobre el ritmo ternario de Passepied en su intención de dejar una impresión de carácter antico de este tipo de danza barroca que el compositor tomó como sutil referencia estilística.
Siguiendo con el ejemplar concepto que tiene Berman de Claude Debussy, interpretó tres preludios pertenecientes a su segundo libro dedicado a esta condensada forma musical: La Puerta del Vino, Bruyérs y General Lavine-eccentric. Sin entrar en el detalle de cada uno de ellos, ha de decirse que hizo un despliegue de evocación sonora para favorecer la imaginación del oyente destacando el sentido de pantomima burlesca que le asignó al tercero de los seleccionados, todo un prodigio de concentración jazzística derivada del ragtime a cuyo ritmo el compositor prestó enorme atención para alcanzar esa genialidad imitativa que encierra este preludio.
Terminó la actuación con la exposición del tríptico Estampes haciendo un certero balance dinámico en la pieza titulada Pagodes con la que dio la sensación de un tratamiento despreocupado de su pentatónico referente armónico, que suavizaba con especial cuido de pulsación. Soirée dans Grenade resultó ser todo un tratado de resonancias pianísticas de carácter hispano-andaluz, fiel a las preclaras palabras de Manuel de Falla dedicadas a esta obra: “Es Andalucía lo que nos presenta: la verdad sin la autenticidad, dado que no hay ni un compás tomado del folclore español y que, sin embargo, toda la pieza, hasta en sus menores detalles, nos hace recordar a España”. Esta sensación sólo puede producirse por un músico como Berman, que siempre extrae del teclado las mejores esencias. Su constante ligereza de pulsación desarrollada a lo largo de todo el discurso de esta obra dio un toque final de distinción virtuosa a su pianismo dejando una sensación de plenitud en el oyente.
Para terminar definitivamente su actuación, como bis interpretó el último del segundo libro de preludios de Claude Debussy, Minstrels, con una extraña y a la vez culta erudición que ilustraba con máxima categoría expresiva el carácter paródico de su contenido.
Foto: María Cariñanos
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