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[C]rítica: Recital de Carlos Álvarez con Leonor Bonilla en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
20 de diciembre de 2018

La madurez artística de Carlos Álvarez

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 17-XII-2018. Teatro de la Zarzuela. Carlos Álvarez en concierto. Con la participación especial de Leonor Bonilla, soprano. Rubén Fernández Aguirre, piano. Obras de Miquel Ortega, Joaquín Rodrigo, Federico Moreno Torroba, Francisco Alonso, Manuel Nieto, Gerónimo Giménez, Pablo Luna, Jesús Guridi, Carlos Guastavino, Joaquín Turina y Carlos Gardel.

   En 1990 debutaba en Madrid un jovencísimo barítono malagueño, que había comenzado su andadura apenas un año antes, con uno de los montajes de zarzuela más justamente exitosos de las últimas décadas, el de Emilio Sagi para uno de los títulos más emblemáticos del género, La del manojo de rosas de Pablo Sorozábal. Aquellas funciones -en las que Carlos Álvarez se alternaba con el santanderino Manuel Lanza- fueron el prólogo del idilio del público madrileño con este artista al que demuestra siempre su enorme cariño, tanto por sus calidades artísticas como por su grandeza humana. En los últimos años sus actuaciones en la capital se centran en el Teatro de la Zarzuela, dado que la ausencia de Álvarez del Teatro Real se prolonga ya desde el año 2005, con los únicos paréntesis de sus intervenciones en la Gala homenaje a Teresa Berganza del año 2013 y la III Gala Benéfica Asociación San Juan en 2015.


   Como he subrayado, esa prolongada e incomprensible –aunque se tenga en cuenta su grave enfermedad que le apartó de los escenarios durante un importante período de tiempo- ausencia de Carlos Álvarez del Teatro Real provoca que sus comparecencias en el Teatro de la Zarzuela sean acontecimientos y se llene el recinto como sucedía en esta ocasión, después de su reciente éxito con la interpretación del papel de Pedro Stakoff en Katiuska de Pablo Sorozábal.

   Hay que subrayar que la actuación de la soprano Leonor Bonilla no fue una mera «participación especial» como rezaba en el programa, sino que el evento fue, practicamente, un recital a dúo a cargo del experimentado barítono malagueño y la joven soprano sevillana, que acaba de cantar nada menos que Lucia di Lammermoor en Sevilla y que en el recinto de la Calle Jovellanos había protagonizado Marina de Arrieta en junio del 2017.

   Álvarez manifestó al público no ser un cantante afín al mundo del lied, pero quiere darle su parcela y por ello dedicó la primera parte a la canción, en este caso, todas ellas de su «amigo, maestro y compañero» (como lo ha calificado en alguna ocasión) el compositor y director de orquesta Miquel Ortega. Canciones, si no de especial inspiración, sí de grata escucha y cuidada escritura, desde el mimo y la admiración al artista, perfectos vehículos para que Álvarez luciera su noble empaste baritonal y la clase de su canto. Además, los textos eran todos magníficos, la mayoría de Federico García Lorca y alguno de Miguel Hernández, espléndidos versos los suyos para «Mi corazón no puede con la carga», quizás la más interesante de todas. Entremedias de los dos bloques dedicados a canciones de Ortega por parte del malagueño, Leonor Bonilla ofreció los cuatro madrigales amatorios de Joaquín Rodrigo, ciclo de canciones de 1947 sobre textos anónimos entre las que destacan las dos últimas «¿De Dónde venís amore?» y «De los álamos vengo», la más popular e interpretada. Bonilla pareció algo nerviosa y tensa, pues la voz no terminaba de estar bien colocada. El sonido resulta desguarnecido, sordo y sin color en el centro, pero gana timbre y brillo en la zona alta. Como broche a la primera parte, un estreno absoluto, el dúo «Despertar con los vencejos» sobre texto de Andrés Martorell, compuesto especialmente para el evento por Miquel Ortega.


   La temperatura del recital subió enteros en la segunda parte dedicada a la Zarzuela. Álvarez, tal y como manifestó, eligió piezas de obras que no había cantado en teatro anteriormente. La magnífica romanza de Rafael de Sanabria «Agua que río abajo marchó» de La calesera de Alonso, fue impecablemente delineada con ese timbre tan bello y ese fraseo siempre patricio y que ha ganado tanto en matices y expresividad. Después de la inspiradísima frase «Tu me puedes olvidar, yo jamás te olvidaré, porque sueño al recordar que en tus ojos me miré»,  Álvarez culminó brillantemente la pieza con una espléndida nota aguda en «Tu que sabes perdonar», poco antes de la conclusión.

   A pesar de comparecer armada con un abanico no pareció sobrada de gracejo Leonor Bonilla en su interpretación de la polonesa «Me llaman la primorosa» de El barbero de Sevilla de Nieto y Giménez, pero ya pudo lucir facilidad en la coloratura y alguna de esas notas altas radiantes que llamaron la atención del que firma estas líneas en un Elisir d’amore en el Maestranza en 2016, en el que interpretaba a Giannetta. En la estupenda habanera de Monte Carmelo de Moreno Torroba ofrecida como primera pieza de la segunda parte, Bonilla emitió algunas notas rutilantes en la zona alta, pero el último sobreagudo careció de la debida firmeza, por cuanto la soprano parece, de momento, encuadrarse en la tendencia actual del canto en la que la intuición y la natura se imponen al sólido respaldo técnico. Los dos espléndidos dúos ofrecidos en la segunda parte, el de Vidal y la Duquesa Carolina de Luisa Fernanda y el de Ana Mari y el Tío Shanti de El caserío fueron una confrontación entre la frescura juvenil de Bonilla, -que cantó sin apoyo de partitura-, y el aplomo y tablas de Álvarez, dominador de los acentos frente a la un punto envarada soprano sevillana. Previamente a este último dúo, Carlos Álvarez había demostrado que está en el mejor momento de su carrera con una espléndida interpretación de la bellísima canción de Manacor de El niño judío de Pablo Luna. Desde luego, es muy difícil escuchar con mayor nobleza y efusión lírica la maravillosa frase «Noemí de mis amores hija hermosa de Israel». Parece ser que hasta el año 2021 no volverá Carlos Álvarez al Teatro Real.


   Incomprensible. Mientras, cabe desear de todos modos, volver a escucharle en el teatro de la Zarzuela, fruto de su compromiso de siempre con nuestro género lírico.

   En el capítulo de propinas, el barítono malagueño quiso abrir una tercera parte del programa dedicada a la canción sudamericana y ofreció «Pampa sola» de Carlos Guastavino y el espléndido tango, dicho con mucha intención, «Por una cabeza» de la legendaria pareja Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. Por su parte, Leonor Bonilla alcanzó, en opinión del que suscribe su mejor momento de la noche con «Cantares» de Poema en forma de canciones de Joaquín Turina, en la que la voz sonó más suelta y mejor colocada y las notas altas brillaron con más fulgor.

  Rubén Fernández Aguirre demostró su bien ganada reputación como acompañante con una labor colaboradora con los solistas no exenta de finura y delicadeza.

   En resumen, un interesantísimo contraste entre el artista experimentado y en plena madurez artística a punto de cumplir los 30 años de carrera y la juvenil soprano de lozano y sano timbre y espléndida figura en escena, con todo el futuro por delante y que cabe esperar cubra ese margen de mejora en cuanto a afianzamiento técnico, trabajo del fraseo y desenvoltura escénica.

Foto: Facebook Teatro de la Zarzuela

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