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CD: Las 'Variaciones' de Rachmaninov por la pianista Marianna Prjevalskaya

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Autor: F. Jaime Pantín
13 de noviembre de 2016

"La pianista consigue un hermoso clima expresivo, reflejado en ese maravilloso nocturno que parece emerger con  sencillez conmovedora, así como en la coda que cierra la obra,  verdadero epílogo henchido de pasión dolorosa que nos muestra el potencial de una artista cuya interpretación honda y concentrada permite augurar importantes logros interpretativos".

VARIACIONES DE ALTOS VUELOS

   Por F. Jaime Pantín
Marianna Prjevalskaya plays RachmaninovVatiations on Themes by Chopin And Corelli. Fanfare Cincinatti 2016.

   Interesante disco que reúne las dos grandes series de variaciones que Rachmaninov escribió para piano solo y que supone la última grabación de Marianna Prjevalskaya, laureada pianista que afronta estas obras con inusual solvencia intelectual y una técnica sin fisuras que le permiten ahondar en una música de complejidad considerable, piezas de amplitud similar - 22 variaciones la primera y 20 la segunda- pero pertenecientes a épocas muy alejadas en la producción del autor. No se cuentan entre lo más conocido de su producción y su audición sigue siendo infrecuente en los escenarios, algo que ocurre también con el resto de las obras de gran formato de Rachmaninov.

   Las Variaciones sobre un tema de Chopin op. 22 datan del año 1903 y son contemporáneas, por lo tanto, de su primera  serie de Preludios op.23. Se trata de la primera incursión de Rachmaninov en la gran forma para piano solo, si bien ya habían visto la luz sus dos primeros conciertos para piano y la Primera sinfonía. El Preludio op. 28 nº 20 en do menor de Chopin, pieza sombría de marcado carácter dramático, se presenta como un coral de fuerza decreciente y oscuridad fúnebre. No es de extrañar que Rachmaninov se sintiera subyugado por una pieza que, en su concisión, contiene muchos de los aspectos connaturales a su personal manera de sentir y de expresar la música: oscuridad, soledad y depresión y que además le permite enlazar con la tradición de la variación romántica basada en modelos corales, como ocurre con los Estudios Sinfónicos de Schumann o las Variaciones serias de Mendelssohn. A lo largo de estas 22 variaciones asistimos a una importante evolución  que, partiendo del principio arcaizante de la descomposición temática en líneas de valores decrecientes, alcanza cotas de complejidad extrema en las que Rachmaninov desarrolla todo su bagaje de compositor- pianista cuyo virtuosismo le permite explorar nuevos mundos armónicos y tímbricos. Marianna Prjevalskaya consigue mostrar toda la riqueza de esta obra a través de una planificación de rigor ejemplar, en la que todos los matices son perfectamente apreciables. La transparencia polifónica es asombrosa y la ejecución impecable en precisión, claridad, virtuosismo y belleza sonora. La fuerza rítmica casi salvaje, desplegada en los numerosos aires de danza, contrasta con  el refinamiento y la ternura con la que se exponen las variaciones cercanas al mundo del nocturno. Ensoñación y poesía que alternan con la ligereza vaporosa de las variaciones de color típicamente ruso, en claro-oscuro constante y emociones contradictorias que Prjevalskaya conduce a un final apoteósico, casi schumaniano, en el que el coral se transforma en himno a través de un  despliegue pianístico de altos vuelos.

   Casi treinta años  separan este ciclo de las siguientes Variaciones sobre un tema de Corelli op. 42, última gran obra para piano de Rachmaninov, con la que el autor rompe un silencio compositivo de 15 años, aunque todavía estará por llegar una última composición dedicada al género variación, la fantásticaRapsodia sobre un tema de Paganini op. 43.

   Estamos ante una obra de madurez, en la que el compositor sintetiza toda la sabiduría pianística desarrollada en sus 17 Estudios-Cuadros op. 33 y 39, mostrando una escritura menos masiva, más concisa y refinada donde el virtuosismo resulta menos aparatoso y evidente. El tema español de La Folía que Corelli utilizó en la Sonata op. 12 nº 5, con su profunda carga melancólica y lirismo nostálgico, se presta de manera inmediata a ser variado -como así se ha hecho a lo largo de la historia, con ejemplos tan notables como los de Carl Philippe o Liszt- y Rachmaninov proyecta a partir de él una impresionante arquitectura que habría de convertirse en su obra maestra para piano. Las exigencias  técnicas no son quizás tan abrumadoras como en la obra anterior, pero su interpretación es significativamente más compleja, ya que a lo largo de las variaciones parece perdurar un clima sombrío y opresivo que ofrece escaso margen al contraste. Marianna Prjevalskaya plantea la obra desde un prisma muy cerebral y analítico y sigue mostrando una ejecución de alta calidad. El devenir de las variaciones parece menos fluido que en la obra anterior y se aprecia una cierta contención en las últimas del ciclo, que exigen un considerable despliegue físico. A cambio, asistimos a momentos de plenitud como el allegro scherzando de la décima variación, brillante y perfecto en su endiablada digitación; o las dos variaciones (14 y 15)  en las que Rachmaninov abandona la tonalidad de re menor inicial en el único giro hacia la luz perceptible en toda la obra y donde la pianista consigue un hermoso clima expresivo, reflejado en ese maravilloso nocturno que parece emerger con  sencillez conmovedora, así como en la coda que cierra la obra,  verdadero epílogo henchido de pasión dolorosa que nos muestra el potencial de una artista cuya interpretación honda y concentradapermite augurar importantes logros interpretativos.

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