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CD: La violinista Francesca Dego graba obras de Paganini y Wolf-Ferrari para Deutsche Grammophon

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
6 de julio de 2018

Sensualidad y lirismo

   Por Pablo Sánchez Quinteiro | @psanquin
CD. Francesca Dego. Niccolò Paganini & Ermanno Wolf-Ferrari. City Of Birmingham Orchestra. Deutsche Grammophon.

   La joven violinista italo-norteamericana de 29 años, Francesca Dego, continua su carrera discográfica con la Deutsche Grammophon a un paso seguro y convincente. Tras su debut en el sello con los 24 Caprichos de Paganini, y una posterior edición de las Sonatas para violín y piano de Beethoven con Francesca Leonardi, Dego aborda por vez primera el repertorio concertístico con un CD en el que se combina el Concierto para violín y orquesta Nº1 de Niccolò Paganini y una muy interesante aportación: el infrecuente y prácticamente inédito en la discografía Concierto para violín y orquesta del compositor italiano Ermanno Wolf-Ferrari (1876-1948).

   Dego, iniciada en el violín a una muy temprana edad, ha llevado desde su niñez una carrera jalonada de muy interesantes logros, en los cuales ha jugado un papel decisivo la temprana supervisión de Shlomo Mintz. Entre ellos destaca el ser en el 2008 la primera violinista italiana que alcanza la final del prestigioso Premio Paganini de Génova. En este CD afronta uno de los caballos de batalla de la música para violín y orquesta, el Primero de Paganini. Nueva grabación de la obra en el sello DG que se añade en su catálogo a los 5 registros disponibles de la obra, todos ellas protagonizados por violinistas de auténtico lujo. A la clásica de Salvatore Accardo se suman las de Shmuel Ashkenasi, Gil Shaham, Nemanja Radulovic y la referencial de la violinista norteamericana Hillary Hahn.

   No es fácil enfrentarse discográficamente a semejante obra bajo la sombra de estos nombres, pero Dego consigue aportar un sello propio a su interpretación. En palabras de la propia intérprete, “considero un error tocar la música de Paganini concentrándose más en el virtuosismo del instrumento que en la esencia musical y en las líneas “vocales”. Es necesario conocer y sentir a Rossini y al bel canto para apreciar e interpretar de forma convincente la música de Paganini. Esto es lo que precisamente he querido llevar a cabo grabando su famoso concierto, sin duda uno de los más exigentes en todo el repertorio violinístico.”

   Escuchando la grabación es evidente que la solista italiana ha seguido al pié de la letra su propia concepción de la obra. La cuestión es hasta qué punto el oyente ávido por disfrutar las pirotecnias de una obra que ha ganado su justa fama como vía para la exhibición de facultades técnicas, va a sentirse satisfecho con una lectura sorprendentemente madura y profunda, pero en cierto modo carente de la intensidad y determinación que caracteriza a la los grandes nombres citados. Así, en la entrada de la solista, no encontramos ese carácter incisivo en extremo, sin la más mínima pérdida de entonación, que exhibe una Hilary Hahn por ejemplo, o la velocidad y precisión de un Salvatore Accardo. La prestidigitación no es el objetivo en Dego. Y lo cierto es que los pasajes más vertiginosos y difíciles de la obra son abordados a una velocidad más que convencional. Pero Dego sí puede competir con estos nombres en términos de precisión. Las dobles cuerdas, saltos de cuerda, golpes de arcos, huracanes de arpegios, etc son tratados por Dego con una afinación y claridad innegable. No hay un abuso del vibrato, lo cual es de agradecer, sin embargo el rango dinámico es un tanto constreñido, lo cual sin duda viene marcado por la seca acústica de la sala de Birmingham.

   Independientemente de que al oyente pueda convencerle o no un enfoque tan atípico de la obra, es de aplaudir la individualidad y valentía de su planteamiento. Personalmente pienso que el Adagio es el movimiento que más se ve enriquecido en esta interpretación. Cada pasaje y cada melodía están dotadas de una intensidad y expresividad fabulosa. La introducción con espressione es el mejor ejemplo, pero también el carácter melancólico e ingenuo que Dego aporta a las sucesivas secciones. En el Rondo final Dego recupera el carácter del primer movimiento. Primero la musicalidad y después el virtuosismo. El resultado es un movimiento de una inocencia y desenfado, diametralmente opuesto al demoníaco tópico paganiniano. Una vez más hay pasajes, como los etéreos armónicos en las dobles cuerdas de la segunda sección en los que la sombra de una Hilary Hahn resulta demasiado alargada, pero el balance global es excelente.

   Si a algún lector estas reflexiones sobre el Paganini le pueden haber despertado alguna reticencia sobre esta novedad, la segunda obra programada debería disiparlas. Se trata de un gran acierto el recuperar el Concierto para violín del veneciano Wolf-Ferrari; compositor de un estilo un tanto anacrónico para su tiempo, pues se decantó por un estilo melódico firmemente enraizado en el modelo pucciniano. Su adhesión al régimen de Mussolini ha hecho que su obra haya caído en un inmerecido olvido, del cual sólo en la actualidad parece recuperarse. Es significativo como este concierto ha encontrado un defensor en el director español Gustavo Gimeno quien lo ha interpretado en varias ocasiones conjuntamente con el solista austríaco Benjamin Schmid.

   Las cualidades de Francesca Dego descritas para su Paganini, son evidentemente ideales para que toda la sensualidad y lirismo de esta neoromántica obra brillen a la perfección. Se trata de una interpretación que convence de principio a fin, en los cuatro movimientos de la obra. La amplia Fantasia inicial está dotada de un carácter melancólico y otoñal, perfectamente evocado en el hermoso registro grave de Dego. La Romanza se inicia con una atmósfera naïve que la orquesta encamina hacia una rapsódica sección en la que la calidez del instrumento de Dego resulta especialmente irresistible. Tal como sucedía en el Adagio de Paganini estamos ante una hermosísima lectura, rebosante de musicalidad. El breve e virtuosístico Improvisso es un inspirado interludio hacia el Rondo final. Este sorprende por su enorme similitud al Allegro assai vivace del contemporáneo concierto de Eric Wolfgang von Korngold (estrenado en 1947, cuatro años después del de Wolf-Ferrari). Cuesta admitir que de alguna forma Korngold no se hubiese inspirado en la obra del italiano. La similitud es tal que resulta difícil no quitarse de la cabeza el concierto del austríaco-americano, objetivamente más pegadizo y exuberante. Sin embargo, en su sección central el devenir del concierto de Wolf-Ferrari resulta de lo más fascinante con la inesperada aparición de una ominosa marcha que da paso a una melancólica cadencia, en la que se evoca la Romanza. Asistimos a un nuevo alarde de sentido y sensibilidad por parte de Francesca Dego quien concluye brillantemente el concierto en una neoclásica coda. Sin duda esta grabación puede ayudar de forma decisiva a que esta obra se incorpore a los programas de conciertos, tan necesitados de renovación.

   La interpretación de Dego se ve realzada por el idiomático acompañamiento de la orquesta de Birmingham dirigida por Daniele Rustoni, a la sazón marido de la solista. El sonido un tanto seco de este registro en vivo –estreno británico de la obra- es la única pega a una interpretación que hará las delicias de todos los melómanos, más allá de aquellos interesados en la música neoromántica italiana.

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