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CD: «Schumann & Brahms. Digressions» de Josu De Solaun [Ibs Classical]

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Autor: F. Jaime Pantín
7 de abril de 2021

«Interpretación de hondura y belleza excepcionales..., a través de un pianismo magistral».

Digressions de Josu De Solaun

Por F. Jaime Pantín
«Schumann &Brahms. Digressions». Josu De Solaun. Ibs Classical.

   El gran pianista español Josu De Solaun firma para el sello Ibs una nueva grabación que, bajo el título genérico de Digressions, recorre algunas de las páginas más entrañables e intrincadas de Schumann y Brahms, dos de sus compositores de culto y pilares esenciales del piano romántico. La grabación, realizada entre el 15 y el 17 de diciembre de 2018 en el Auditorio Manuel de Falla de Granada, presenta una excelsa toma de sonido y una extraordinaria presencia del piano que, sin asomo de estridencia, permite apreciar con toda claridad la  particular riqueza de matices y colorido del pianista valenciano.

   Una cuidada presentación, que incluye una interesante introducción de Luciano González Sarmiento, completa una publicación que Josu De Solaun ha querido dedicar a la memoria de su padre -recientemente fallecido- y que parece llamada a ser uno de los discos de referencia del año en el apartado instrumental.

   Como claramente se explica en el texto introductorio, la digresión, sea como ruptura del discurso o como factor integrador del todo, ha estado presente desde siempre en el proceso de toda obra discursiva, tanto en el ámbito literario, filosófico, poético o musical, alcanzando especial relevancia en un período romántico en el que lo fragmentario se convierte en eje esencial de un lenguaje que persigue la libertad como ideal irrenunciable. Tanto la práctica totalidad de la obra pianística schumaniana como las últimas obras de Brahms -dos compositores hermanados espiritual y emocionalmente- suponen un elocuente exponente de este ideal de expresión, como claramente queda reflejado en la interpretación de Josu De Solaun.


   Si algo impresiona en este artista -además de sus cualidades instrumentales, algo que hoy en día se da por supuesto con demasiada ligereza cuando se habla de pianistas jóvenes- es su capacidad para mostrar espontaneidad e inmediatez creativa tras un proceso exhaustivo de análisis profundo, claramente visible en sus propuestas interpretativas. Resulta realmente raro encontrar un ejemplo semejante de conjunción entre inteligencia, cultura, conocimiento y capacidad para la disección analítica y un temperamento exuberante, entusiasta, apasionado y de fuerte individualidad. El resultado se traduce en unas interpretaciones profundamente reflexivas y de claridad meridiana en una exposición que conjuga el lirismo ensimismado con el arrebato controlado y la brillantez instrumental con el hedonismo sensorial.

   La elección de una obra tan compleja como Davidsbündlertänze op. 6- recordemos que fue la elegida por un pianista tan especial como Murray Perahia para su presentación discográfica en 1971, tras haber fascinado al Jurado del Concurso de Leeds con esa misma pieza- supone una declaración de intenciones. No es ni con mucho la obra más brillante ni conocida de su autor. Su dificultad pianística, aunque considerable, tampoco es muy visible y la complejidad de articular este conjunto de 18 piezas, algunas muy breves, en torno a  la peculiar bipolaridad schumaniana- puesta de manifiesto en esta ocasión de manera expresa por su autor en la primera edición de la obra- explica que no figure de manera habitual en el repertorio de los pianistas.

   La profunda inmersión de Josu De Solaun en el universo schumaniano resulta palpable ya desde el propio arranque de la obra, una referencia literal de apenas 2 compases a la Mazurka op. 6 nº 5 de Clara Wiek. Una introducción fuertemente contrastada en la que, a través de arpegios descendentes y ascendentes, los personajes gemelos Eusebius y Florestán  parecen compartir un entorno anímico cambiante dentro de  un ámbito valsístico. La segunda pieza, retrato de un Eusebius que parece haber evolucionado desde su aparición en el Carnaval op. 9 (a pesar de su numeración, las Davidsbündlertänze son casi 3 años posteriores) que el pianista expone con intimismo y transparencia, introduciendo un cierto matiz de agitación en una última repetición en la que la duplicación del bajo a la octava añade una sutil sensación de inquietud que, alterando la placidez contemplativa, parece anticipar el sorprendente desarrollo que este mismo motivo experimentará al final de la penúltima pieza del ciclo.


   Schumann reclama humor para la primera aparición protagonista de Florestán en la tercera pieza, humor expresado por el pianista con franqueza algo exaltada que contrasta con la elegancia de un vals que contiene una fugaz referencia al Promenade del Carnaval op.9. Los enlaces entre las piezas se producen a veces con ansiedad y asistimos a continuación a una perfecta descripción de la «impaciencia» del mismo personaje (algunas ediciones indican agitato en lugar del Ungeduldig original, mucho más sutil). Impactante tormenta de síncopas, con sus acentos disonantes en los compases pares que parece suavizarse en una efímera reexposición, intensamente sensible en manos del pianista, antes de una culminación de violenta contundencia.

   Las piezas se suceden en la versión  de De Solaun de manera reveladora, poniendo de manifiesto tanto su belleza conmovedora como su hondura psicológica, en un despliegue impresionante de talento, agudeza y fantasía en la descripción de unos personajes en constante evolución entre la elegancia y la sencillez, el frenesí y la crudeza, la desnudez, la envolvencia, el ensueño crepuscular y la exaltación, el ímpetu juvenil y la euforia inquietante. Reminiscencias de carnavales pretéritos, referencias al futuro de una escritura pianística sinfónica o truculencias hoffmanianas, plasmadas en aquel Kreisler al que Florestán parece dirigirse mientras Eusebius se reafirma en la coda impresionante de la penúltima pieza, antes de una despedida plena de felicidad y emocionante en su sencillez, mientras  -en palabras del propio Schumann- sueña todavía con otras muchas cosas.


   «Digresiones del sosiego que otorga el ocaso de la existencia cuando ésta ha respondido virtuosamente en el sentido aristotélico» es la inspirada definición que Luciano González Sarmiento ofrece de los opus finales de la producción brahmsiana en sus notas introductorias. Música de soledad, para escuchar en soledad descubriendo sus más íntimos secretos, que tan solo podrán ser desvelados por unos pocos privilegiados. Una de las escasas músicas que quizás sea preferible degustar en disco -a la luz de la partitura a ser posible- que en la sala de conciertos y solamente asequible en su interpretación desde una especial afinidad espiritual, una mente capaz de desentrañar sus intrincadas complejidades polifónicas y una técnica que permita iluminar un edificio sonoro de singular riqueza que se desenvuelve mayoritariamente dentro de los márgenes del intimismo sin renunciar a la intensidad expresiva más profunda, aspectos que definen la interpretación de hondura y belleza excepcionales que, a través de un pianismo magistral, Josu De Solaun ofrece de las 9 piezas que conforman los op. 117 y 118.

   Ternura entrañable, teñida de inquietudes recónditas en la berceuse inicial; fluidez y ambivalencia schumaniana en la segunda y opresión dolente que se intensifica progresivamente hasta lo lacerante en la tercera, conforman una versión admirable del conjunto más sombrío de la producción brahmsiana.


   Las 6 piezas que componen el op. 118 ofrecen un más amplio espectro emocional, perfectamente visible en la fuertemente contrastada versión del pianista valenciano. Un primer intermezzo que supone una afirmación de vitalidad y pasión tras la depresión anterior es expuesto en toda su plenitud -un auténtico reflejo de un Brahms mucho más joven- da paso a una de las piezas más bellas de su autor, plena de lirismo y riqueza contrapuntística. Energía impetuosa en la Balada en sol menor, tercera pieza del ciclo, con un episodio intermedio de belleza sonora irresistible. Tensión dramática de alta intensidad en el canon ostinato de un nuevo intermezzo, expuesto con claridad polifónica ejemplar y que da paso a la pieza más relajada del conjunto, una Romanze de mágica delicadeza, cerrando el ciclo el intermezzo en mi bemol menor, auténtica joya del repertorio romántico, que suena sobrecogedor en una versión con vocación de genialidad en la que la desolación convive con la épica y el impulso heroico en un entorno de resignación. Bastaría esta pieza para dar a conocer la dimensión de este pianista excepcional, sirviendo de colofón a un extraordinario trabajo discográfico que todos deberían conocer.

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