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Crítica: Christian Gerhaher en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
16 de enero de 2020

Un Mahler vocalmente almibarado

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 13-I-2020. Teatro de la Zarzuela, XXVI Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 5.Christian Gerhaher, barítono; Gerold Huber, piano. Obras deGustav Mahler (1860-1911).

   Resulta siempre muy valorable que gracias a recurrentes visitas de grandes intérpretes, podamos degustar todo el repertorio posible de un compositor dado. Es decir, poder tener la suerte de conocer -y analizar- cómo un mismo artista afronta las distintas multi-facetas de universos musicales tan complejos como -en este caso- el mahleriano. Y precisamente a ello nos convocaron el barítono Christian Gerhaher y su magnífico pianista de cabecera, Gerold Huber, como segunda entrega de la ya realizada en el primer recital de esta temporada. Desde luego, de su asiduidad al Ciclo de Lied, no nos podemos quejar, ya que desde la edición del 2002-2003 esta pareja nos ha visitado faltando muy pocas de las temporadas y -por lo que hemos observado- gustan de enfrentarse como ‘Una Sola Alma’ («Gerhaher-Huber») a un repertorio monográfico.


   El recital se dispuso en un diseño multicapa flanqueado por sendas joyas pertenecientes a De Das Lied vonder Erde [La canción de la Tierra], incluyendo los denominados como Poemas chinos, que dieron al recital esa vertiente exótica de realismo romántico basado en la contemplativa mirada de la naturaleza de poetas -Chang Zi o MenHaoyan-, pertenecientes a una de las culturas más antiguas del mundo: Die Einsameim Herbst [Soledad en Otoño], para abrir el recital, y Der Abschied [La despedida], o adiós de La Canción de la tierra, para cerrarlo. Entre medias, y como engarces sucesivos, cinco lieder sobre versos de Friedrich Rückert, y otros dos poemas (recopilados por Achimvon Arnim y Clemens Brentano), el último perteneciente a Des Knaben Wunderhorn.

   En la segunda parte, bastaron para saciarnosla preciosa gema Nicht wiedersehen! [No verse nunca más], de De Lieder und Gesänge aus der Jugendzeit, y el mencionado broche -quizá un tanto pesante en dinámica- de La Canción de la tierra. No debemos dejar de mencionar que como ya todas estas piezas han podido ser escuchadas en ediciones anteriores por voces de la talla de Matthias Goerne, Thomas Hampson, Ann Murray o Johan Reuter, nos permitamos haber hecho comparaciones mentales entre todas esas versiones y podido -por tanto- recrearnos en un Mahler interpretado desde distintos ángulos y distintas materias primas vocales.

   Si el dibujo de este recital tuviera como analogía el discurrir de un río, bien podríamos decir que la primera parte se asimiló a las aguas claras nacientes, nada turbulentas, donde la voz -que es el agua cantarina- pide permiso al cauce que le va marcando el instrumento pianístico, como ocurrió en Die Einsameim Herbst [Soledad en Otoño], para después aquélla juguetear con él en los Rückert-Lieder, con distintas densidades y grados de delicadeza y profundidad por parte del cantante:adjetivaciones éstas en grado superlativo en Ichatmet’ einen Linden Duft! [¡Respiré una suave fragancia!],para después remansar en la hipnótica e irreal atmósfera de Um Mitternacht [A medianoche], que mezcló ensoñación con una -a nuestro entender- exagerada afectación en la versión que nos ofreció Gerhaher.


   En un punto más allá de la afectación, muy cercano al amaneramiento vocal -esto nos gustó menos-, pero con una increíble capacidad de matización y asunción de los textos, desgranó Liebst du umschönheit [Si amas por la belleza]. Afortunadamente, el piano de Huber volvió imprimir renovada tensión para que en Ich bin der Welt abhanden gekommen [Me he retirado del mundo], la voz pudiera otorgar a cada palabra un peso y un valor más «realistas», ayudado por la fantástica dicción de nuestro barítono. Para finalizar la primera parte, las aguas se revolvieron en torbellino de forma guerrera y teatral: Revelge [Toque de diana] y Der Tamboursg’sell [El oficial tamborilero], ambas de un dramatismo perfectamente perfilado por las modulaciones menores y los redobles del piano imitando al tambor, con la voz de Gerhaher encargándose admirablemente de señalar y acentuar el sarcasmo y el humor extremo de los protagonistas, que saben que van a morir -o ya han muerto en vida-, subrayado todo con gran expresividad.

   En la segunda parte, el río del recital nos abocó súbita y directamente a su lentísima desembocadura, expandida en forma de delta, donde se ensanchó el tiempo en Nicht wiedersehen! [No verse nunca más], -basada en la muerte de un amor-,en una interpretación en modo «letanía», un tanto plana o inane. Y si ello hubiera sido poco, la absoluta parsimonia se apoderó de Der Abschied [La despedida], con largas partes de piano -aun con figuración bastante discreta- entre las que el cantante colocó adecuadamente sus cortas estrofas con canto en estricto legato.


   Sin duda, toda una lección por parte de Christian Gerhaher de cómo contar una escena «cinematográfica”» fotograma a fotograma, de naturaleza desbordante -pero muy serena y melancólica-, «tan sólo» con una voz que en otras ocasiones ya hemos descrito como acentuadamente atenorada, muy lírica, y con profusa utilización del falsete que enmascara artificialmente -en algunos casos rozando, repetimos, el amaneramiento vocal- una emisión de verdadero color de barítono que el artista sí posee, pero que sólo muestra en el registro grave, durante los momentos de desasosiego o enérgico dramatismo, aunque su pose escénica siempre sea transida y hierática, cercana en algunos casos a «encontrarse incómodo» en el escenario.

   Con un lleno absoluto en el teatro dela Calle de Jovellanos, ambos artistas fueron vitoreados, tanto al finalizar la primera parte como en la conclusión del recital, saliendo varias veces a saludar. Una sola propina, también de Mahler, nos despidió del bien avenido polinomio Mahler-Gerhaher-Huber, quedando a la espera de próximas ocasiones de disfrute.

Foto: Rafa Martín / CNDM

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