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Crítica: Christian Gerhaher inaugura el Ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el CNDM

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Autor: Óscar del Saz
14 de agosto de 2018

Una Schubertiada diferente

   Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 11-IX-2018. XXV Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Christian Gerhaher, barítono. Gerold Huber, piano. Obras de Franz Schubert(1797-1828).

   Comienzo de altos vuelos para esta edición, y ya van XXV del Ciclo de Lied –última diseñada por Antonio Moral-, con la presencia de un siempre esperado invitado como es el barítono Christian Gerhaher (1969), que junto al pianista Gerold Huber, ya nos visitaran en la edición anterior; en aquella ocasión con un programa por completo dedicado a Schumann. Dado que parece que al barítono le gustan las programaciones monográficas en torno a la figura de un solo autor, se decantó en esta ocasión por Schubert a través de una suerte de menú combinado cuyos entrantes se basaron en la selección de cinco lieder de Friedrick Rückert (1788-1866), afamado poeta del romanticismo cuyos versos también fueron la base de los denominados como Rücker-lieder, así como de los Kindertotenlieder de Gustav Mahler. Para completar nuestra hambruna de lied, debida al parón vacacional, nuestro protagonista programó unplato fuerte que no es otro que Schwanengesang D 957 (El canto del cisne), con la particularidad de haberlo trinchado en sendas partes para cada una de las del recital, aprovechando la unidad que a cada una de esas particiones imprimen los textos de los poetas implicados (Ludwig Rellstab (1799-1860), para los lieder primero al séptimo y Heinrich Heine (1797-1856), desde el octavo lied al décimo tercero).

   Este diseño de recital –pese a la aparente contrapartida de escuchar Schwanengesang en dos entregas, con el descanso entre ambas- funcionó a las mil maravillas, y nos permitió comprobar –una vez más- la versatilidad del cantante en cuanto a expresividad y dominio de unos textos que en global pendulan entre la delicadeza y la dureza, la parsimonia y la agilidad, el dramatismo y la candidez, o lo tenebroso y lo refulgente. Todo ello fue abordado por Gerhaher con maestría e intención, dominio del fraseo y el legato. La voz es fresca y bien proyectada, volumen apreciable,de puro lirismo baritonal con una medida utilización del falsete –entendemos que como recurso expresivo- que aclara y enmascara –quizá artificialmente- una emisión de verdadero color de baritonoque el artista sólo muestra,en el registro grave, durante los momentos de desasosiego o enérgico dramatismo en Schwanengesang.

   Con transida e hierática presencia escénica -nuestro protagonista despliega un estudiado desapego corporal y de ausencia de expresión facial en la interpretación-, deducimos que es utilizada como única forma posible de independizarse -ateniéndose sólo a lo que la voz ha de transmitir-, de cualquier otra componente física ligada a registros escénicos o actorales. Es en este estado en el que afronta el complicado contexto circunscrito a esa pretendida supra-unidad –pintada de diversidad- del Schwanengesang, pegada a lo psicológico y nunca a lo corporal, soslayando con destreza múltiples dificultades musicales, técnicas, expresivas y textuales.

   Y es que Schwanengesang alberga una temática variopinta, que bascula entre los desengaños y sufrimientos por culpa del amor (Ihr Bild, Su imagen), la necesidad de abordar mitológicos universos (Der Atlas), o amores sí correspondidos (Liebesbotsschaft, Mensaje de amor): un caleidoscopio emocional que se refleja en la música que acompaña los versos, combinando los poemas de forma muy efectista. La compenetración con su colega al piano, cuyas sinergias logran que suba muchos enteros la interpretación conjunta, puede calificarse de absoluta.

   Destacamos por su redondez las interpretaciones de Liebesbotschaft (Mensaje de amor), en este caso por las límpidas digitaciones de la parte pianística, así como el dramatismo elegante (nunca explícito) exhibido por Gerhaher en Kriegers Ahnung (Presentimiento del guerrero). El preciosismo conjunto llega con Ständchen (Serenata), debilidad de cualquier amante de este Ciclo, delineada por ambos con majestuoso refinamiento. El momento di forza del cantante llega con Aufenthalt (Lugar de reposo), con la tensión creciente en los últimos ocho versos del poema, cuando el hombre se ve abocado a su última morada una vez abandona su mundana existencia.

   Ya en la segunda parte, retomando el eco de los doce adioses de Abschied (Despedida) (por cierto, qué difícil es cantar una misma palabra ese número de veces sin que en ninguna parezca igual), destacaron la mitológica Der Atlas (El Atlas), a la que Gerhaher dotó de una vocalidad profundamente heroica y esforzada. Y, como no podría ser de otra forma, disfrutamos de sus recreaciones en Am Meer (Junto al mar) y en Der Doppelgänger (El doble):la primera por su complejidad en el relato y tesitura, y la segunda por su cruda descripción del protagonista, con la voz al límite del volumen y la tesitura, un hombre cuyas manos se retuercen de un violento dolor, para –en progresiones dinámicas- terminar con un morendo en el que se rememoran las penas de amor.

   La canción Die Taubenpost (Correo de palomas), con textos de Johann Gabriel Seidl (1804 - 1875), se interpretó como final de El canto del cisne, conforme a la tradición más asentada, aunque la excusa real proviene en origen de que el primer editor de la partitura era muy supersticioso y se negó a publicar un Canto del cisne que contuviera trece números. Como es una canción que no guarda una relación directa con las –digamos- titulares del Schwanengesang, siempre resulta adecuada para cerrar el círculo de las programadas al principio del recital.

   Fue en esta primera sección del mismo, donde valoramos como encomiable la facilidad para el intérprete de remarcar el diferente carácter de las cinco canciones sobre poemas de Rückert. De la delicada, pero repetitivamente hipnótica, Sei mir gegrüsst (Te saludo), donde la paleta de dinámicas marca la diferencia entre el aburrimiento y una interpretación sobresaliente (como fue el caso), a la lentísima –cantada a cámara lenta- Du bist die Ruh (Tú eres el reposo), donde el aire del canto entra y sale elegantemente de la gola deGerhaher sin forzar, como un rezo que pide paz, dicha y luminosidad. Para terminar, la ruda Greisengesang (Canto del anciano), que juega con la analogía del frío que se va apoderando de la estancia cálida como la muerte se apodera, poco a poco, de la vida.  

   Con un lleno absoluto en el Teatro de la Zarzuela, y afortunadamente con la presencia de público muy joven en la sala, ambos artistas fueron muy aplaudidos, e incluso vitoreados, tanto al finalizar la primera parte comoen la conclusión del concierto. Un último destello, a modo de única propina, fue Der Einsame (El solitario), D 800 - Opus 41, lied que juega con la naif dicotomía de la soledad de un hombre y el acompañamiento del sonido de los grillos. Sin duda, una noche de sensibilidades encontradas del Schubert más variado que Christian Gerhaher y Herold Huber supieron explotar al máximo como modélicos exponentes en la interpretación de este repertorio.

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