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CONCERT AT HOME!: BALAKIREV, CHOPIN Y SHOSTAKOVICH

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Autor: Gonzalo Lahoz
17 de febrero de 2014

Concer at home! Balakirev - Chopin - Shostakovich

Concert At Home!
17 / 02 / 14
BALAKIREV – CHOPIN – SHOSTAKOVICH
La reina, el piano y el comunista

Primera parte:
Mily Balakirev (1837 – 1910): Tamara.
Frédéric Chopin (1810 - 1849): Concierto para piano y orquesta Nº 2, Op.21.

Segunda parte:
Dmitri Shostakovich (1910 – 1975): Sinfonía Nº 5, Op.47.

(Haz click aquí para acceder a la música vía Spotify)
Concert at home! Balakirev - Chopin - Shostakovich

   Mily Balakirev, conocido padre del Grupo de los Cinco y como no podía ser de otra manera, era un hábil orquestador del folklore ruso, como aquí podemos escuchar en una de sus obras más conocidas, el poema sinfónico Tamara, dedicado al padre del género Franz Liszt y basado en la obra homónima de Mihail Lermontov, poeta del XIX que en el cúlmen de la explosión romántica, acabo muriendo en un duelo al borde de un acantilado por si “uno de los contrincantes cayera herido de muerte, su destino quede sellado”. Lermontov se basó a su vez en una vieja leyenda del Cáucaso, en la que Tamara, una despiadada reina, atrae con su canto a los caminantes cuyo viaje transcurre cerca de su torre. Tras una noche de desenfrenada pasión, son asesinados y arrastrados por la corriente del río Terek. La reina llora desde la ventana viendo como se alejan los cuerpos… mientras espera a un nuevo caminante. Tamara fue un continuo ir y venir en el imaginario compositivo de Balakirev durante más de diez años hasta que fue completada, recogiendo las sonoridades tradicionales rusas, pero también el exotismo proveniente del Este y huyendo del sinfonismo alemán, resultando como precursora a su vez de compositores como Ravel o Rimsky-Korsakov.

   Un compositor que siempre inspiró a Balakirev fue Frédéric Chopin, sobre quien escribiera otra de sus obras más conocidas, la Suite sobre piezas de Chopin. Del polaco escuchamos a continuación el Concierto para piano Nº 2, que en realidad fuera el que compuso primero, aunque se publicara más tarde y que el músico compuso en sus comienzos, apenas llegado a la veintena y aún entre la alta sociedad de Varsovia. Pudiera pensarse pues que aún no se han desarrollado en él todas aquellas evanescencias del París de Delacroix o Balzac, pero el sonido Chopin es el sonido Chopin y más bien fuera París quien aún no había descubierto por sí mismo su sonido chopiniano, el cual esperaban en la capital francesa todos los grandes nombres de la música del momento.
   Arranca el concierto con una orquesta entregada, si bien en Chopin como es bien sabido todo el protagonismo recae en el piano, ya desde su solemne entrada, embebiéndose en la melodía de aquella que le era propia al belcantismo italiano, especialmente la de Vincenzo Bellini, y desplegando sus alas con fulgor en un mágico segundo movimiento tripartito que abre y cierra con sendas y maravillosas intervenciones del piano, para acabar cerrando con un Allegro vivace en el tercer movimiento a ritmo de sus universales mazurkas.

  Estrenada a finales de 1937, tras el fracaso y la censura de su Lady Macbeth de Mtsensk, la Quinta sinfonía de Dmitri Shostakovich supuso, digámoslo así, su vuelta al Partido, quien le exigía unas formas más “real socialistas”, menos formales y del todo alejadas del clasicismo ante el parecer oficial del régimen, de ahí que su anterior sinfonía, la Cuarta, no llegara a estrenarse. Comienza la partitura en un modo sonata (oh vaya, totalmente alejada del clasicismo, sí!) en un Moderato iniciado a modo de canon hasta recaer la melodía en los violines, creando el motivo más lírico que se repetirá en más ocasiones a lo largo de los siguientes movimientos (como en el sarcástico vals del Allegretto o su recuperación entre intervenciones de las maderas en el Largo), así como un nuevo motivo de figuras cortas y repetitivas, en claro contrapunto con el primero, hasta que surgen los metales y la percusión en una suerte de estúpida, caricaturesca marcha militar, toda una carcajada hacia la libertad. Shostakovich obedeció y así tanto él como su música no sólo sobrevivieron sino que han perdurado como una burla hacia el totalitarismo, como una mirada desgarrada hacia el ser humano y lo absurdo que puede llegar a ser.

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