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CRÍTICA: 'CORAZÓN DE PERRO' DE ALEXANDER RASKATOV EN LA SCALA DE MILÁN. Por Andrea Merli

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Autor: Andrea Merli
5 de abril de 2013
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 UN "PERRO" SIN CORAZÓN
 
Milán. CORAZON DE PERRO (Sobace serdece) - Alexander Raskatov Filipovic: Paulo Szot, Bormental: Ville Rusanen, Sarikov: Peter Hoare, Voz "bonita" del perro/ segunda proletaria: Andrew Watts, Voz "fea" del perro/Cocinera: Elena Vassilieva, Zina: Nancy Allen Lundy, Primer paciente: Brian Galliford, Segunda paciente: Annet Andriesen, Primer proletario/Novia de Sarikov: Sophie Desmars, Tercer Proletario/Svonder: Vasily Efimov, Cuarto Proletario: Eugeny Stanimirov, Jefe supremo/Portero: Graeme Danby, Detective: Matthew Hargreaves. Ensemble Vocal "Il canto di Orfeo". Dirección musical: Martyn Brabbins. Dirección de escena: Simon McBurney. Decorados: Michael Levine. Vestuario: Christina Cunningham. Iluminacion: Paul Anderson. Video: Finn Ross. Coreografia: Toby Sedgwick. Teatro alla Scala, 21 de marzo.

      La novela de Bulgakov, Corazon de perro, escrita en 1925 y publicada oficialmente en Rusia en 1987 (el Autor murió en 1940) representa y contiene una satira cáustica. Ya sea hacia el "hombre nuevo", que quiso recrear en su principio el comunismo del naciente Soviet y también acusando con irónica y despiadada crítica los experimentos de la medicina, a los famosos estudios de Pavlov mira por donde sobre el automatismo en el comportamiento de los perros.
      Traducir todo ello en opera, en el tercer milenio cuando, sin rodeos ni metáforas, podemos afirmar que la ópera como género ha muerto desde hace tiempo, sustituida por otro teatro mas cercano a la sensibilidad del grande publico, representado muy bien por el Musical, constituye un reto. Así pues hay que reconocer, ante todo, al italiano Cesare Mazzonis el valor y la habilidad de haber realizado el libreto, substancialmente fiel a la idea de Bulgakov, que el compositor Alexander Raskatov ha abrigado con su musica. El estreno en Amsterdam, en 2010, constituyó la novedad y el éxito de la temporada; sucesivamente se llevó a la ENO de Londres, teatro que ha cooproducido el espectaculo, donde debutó en inglés. Ahora llega a la Scala en ruso.
       Lo que no deja de ser un hecho dificilmente comprensible -o, al contrario, muy previsible, al adquirirse el "paquete" ya confeccionado- puesto que el libreto lo escribiò un italiano en italiano y fue adaptado al ruso, luego traducido al inglés. Para que se diga que las óperas hay que cantarlas en la lengua "original" para no sacrificar la idiomaticidad de la palabra cantada. En realidad es como si los autores, los teatros, rechazaran a priori toda posibilidad de comunicar con el público. Se dirá que este puede leer los sobretítulos -en la Scala vienen en el respaldo de la butaca- pero no es lo mismo, tratándose de obra moderna, entender sin traducciones lo que pasa en el escenario, sin tener que pasar buena parte del tiempo cabizbajos perdiendo detalles de la escena.

      Añádase que la música de Raskatov, del que no se discuten los méritos como músico, es un hábil refrito de todo lo que se puede considerar "moderno": disonancias, atonalidad, cacofonia, mezclado a las citas obligadas con autores facilmente reconocibles. Desde el inevitable, siendo ruso, Mussorgsky al popular Nino Rota, robando un tema tipicamente felliniano. La brevità, gran pregio canta Rodolfo en La Bohème: este principio fundamental, que deberia ser un dogma en los trabajos actuales, fue una vez mas desatendido, siendo la ópera, dividida en dos actos, demasiado larga: dos horas y media.
      Ni decir tiene que parte del público, por lo menos en la función a la que se refiere esta crónica, empezó a abandonar la platea durante la primera parte. Aforo que quedó reducido a la mitad en el segundo acto. Y es que en estas operaciones se debería buscar la comprensión y la complicidad del publico. Lo que un teatro tan grande como la Scala dificilmente se consigue y entonces la ironía, la gracia y la situaciones grotescas de Bulgakov se intuyen pero a menudo pasan desapercibidas.
       Desde luego no por culpa del montaje, original de Amsterdam firmado por Simon Mac Burney, que comprende una excepcional actuacion de títeres en la animación del perro. Un espectáculo que, por sí solo, mantiene despierto el interés del respetable. Una dirección de escena dinámica a la que contribuye la escena construida por Micahel Levine y el adecuado vestuario dibujado por Christina Cunnigam; de paso citemos la determinante iluminaciòn de Paul Anderson y el aporte video de Finn Ross. Una escena única, pero que se mueve, se inclina y gira con un utilizo perfecto de la maquinaria teatral.
      Musicalmente hay que reconocer el buen trabajo de equipo, siendo imposible juzgar la actuaciÓn de una orquesta al servicio de una musica donde, si se desafina y no se entra a tiempo, nadie se entera incluyendo el mismo autor. Pero aun así, se tuvo la impresión de que la orquesta de la Scala estuvo mas entregada a Raskatov que a Verdi. No así el coro, que no se tomó la molestia de aprender ni el ruso ni esta música: por esta emergencia se recurrió una vez mas a un coro "de afuera", el milanes Ensemble Vocal "Il canto di Orfeo" que ya en otra ocasiones prestó su buen hacer en este teatro donde se paga un orgánico de coreutas que bastaría para dos óperas a la vez. Muy bien el equipo de solistas, en gran medida anglosajones -es de suponer por la cooproducion con la ENO- con escasez de rusos legitimos. Empezando por el tenor "cómico" que en el segundo acto presta la voz al perro humanizado, Peter Hoare, pasando a las dos voces del titere: la "fea" (como de cotorra, amplificada por megafonía) de la mezzo Elena Vassilieva, que luego vistió el delantal de la cocinera y la "bonita" de contratenor, el magnifico Andrew Wats que interpretó también la Segunda proletaria, un personaje cómico de escasa definiciòn sexual. Un rol relevante es el del doctor Filipovic, muy bien defendido tanto en lo vocal cuanto en lo escénico por el barítono Paulo Szot. Igualmente el papel de su ayudante Bormental, interpretado por Ville Rusanen. Bien caracterizada la sirvienta Zina por la soprano Nancy Allen Lundy, irresistibles los cómicos pacientes en busca de eterna juventud: el tenor Brian Galliford y la mezzo Annette Andriesen. Mención especial a la soprano Sophie Desmars en el doble papel de Segundo proletario y de Novia de Sarikov donde pudo lucirse en un moderno y muy bien ejecutado canto de agilidad.
       Es muy probable que esta ópera gire y llegue a otros teatros, también para amortizar el indiscutible esfuerzo productivo: ¡suerte!
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