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Crítica: George Pehlivanian dirige el 'Stabat Mater' de Rossini con la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE

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Autor: Óscar del Saz
3 de abril de 2017

UNA SEMANA SANTA ROSSINIANA

   Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 31-III-2017. Teatro Monumental. El arte de la emoción. Concierto A/17. Rossiniana, Ottorino Respighi (1879-1936) / Stabat Mater, Gioacchino Rossini (1792-1868). Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE (Javier Corcuera, director) / Marjukka Tepponen (soprano) / Nancy Fabiola Herrera (mezzosoprano) / Mario Zeffiri (tenor) / Andrea Concetti (bajo) / George Pehlivanian, director.

   El boloñés Ottorino Respighi (1879-1936) compuso en 1925, a partir de los Cuadernos de Vejez de Rossini (conjunto de piezas para piano a interpretar en pequeños círculos de amigos), la famosa y brillante, a la vez que evocadora –y en algunos momentos, oscura- suite orquestal Rossiniana, que goza de una elaborada orquestación (no en vano, Respighi fue alumno de Rimsky-Korsakov). Con una música cincelada con significativos ritmos italianos (barcarola y siciliana en el primer movimiento, y una tarantela con pasaje de la procesión, en el último), parecería compuesta idealmente para ballet. Justamente en estos dos movimientos, un expresivo, comunicativo y danzón George Pehlivanian, condujo a la Orquesta de RTVE hacia una transparente, notabilísima y bailable interpretación ‘puro sangue’, destacando en ellos las secciones de metales y percusión. De igual forma, una empastadísima sección de cuerdas, dio la réplica en los movimientoslentos centrales que se señalan en la partitura como lamentoe Intermezzo, de unos claroscuros verdaderamente cinematográficos. Tan es así que el maestro se vio obligado a levantar a saludar a las mencionadas secciones debido a las insistentes muestras de aprobación por parte del público que llenaba al completo el –a nuestro parecer, anacrónico y destartalado- Teatro Monumental.

   Es Rossini el hilo conductor de este concierto, cuyo Stabat Mater nos pone en situación para sumergirnos de forma real en estas fechas muy cercanas a Semana Santa. La obra completa fue estrenada por primera vez en París el 7 de enero de 1842, con enorme éxito. La siguiente interpretación, en Bolonia, fue dirigida por otro grande operista, Gaetano Donizetti. Sin embargo, desde el estreno de la obra, Rossini fue acusado por algunos críticos de exceso de teatralidad y carácter operístico en la composición y de desviarse de la transmisión del sentido místico de la religiosidad que dimana de la secuencia de Jacopone da Todi, el fraile franciscano que escribió los textos en 1310.

   Número a número, la obra da oportunidad de lucimiento a cada uno de los solistas, a los cuartetos correspondientes y, por supuesto, a la parte coral y orquestal. En esta versión, asistimos a una disposición sonora con los solistas detrás de la orquesta y delante del coro que verdaderamente penalizó,por falta de volumen audible para el público, muchas de las intervenciones solistas. En la celebérrima parte del tenor, Cuius animam gementem (marcada como allegreto maestoso) escuchamos a un Mario Zeffiri poseedor de una eficaz y penetrante voz de tenor ligero -cercana al lírico ligero-  muy adecuada para este número, exhibiendo facilidad en el control del fiato (a su favor, que el tempo no fue tan lento como marca la partitura), aunque con un rango dinámico un tanto acortado para resaltar los forte o los fortissimo que se solicitan hacia el final de esta difícil aria. Resolvió con facilidad el temido -por muchos colegas de cuerda- re bemol sobreagudo del nati poenas incliti que pone fin a esta bella página que evoca el llanto y sufriente horror de la Madre Dolorosa que presencia la muerte de su Hijo en la cruz.

   En el polo opuesto, rayando lo realmente admisible en una temporada como la del Monumental estuvo la versión que Andrea Concetti expuso de Pro peccatis suae gentis, con una voz mucho más cercana a la cuerda de barítono que a la necesaria de bajo para esta obra, con sobrecargados y sobreactuados tintes en el grave, una dicción y fraseos poco saneados y continuos ademanes (de mano a la altura del oído), a fin de intentar buscar -pero no encontrar- su propio sonido. Más negativamente ostensible resultó lo antedicho en el siguiente número, Eia mater, donde el bajo dialoga, a capella, con el coro. Los continuos sotto voce, que enlazan con los fortísimos construidos por sucesión de corcheas y semicorcheas (Fac ut ardeat cor meum in amandum Christum Deum), resultaron inaudibles e incomprensibles.

   La delicada -aunque complicada- cavatina, encomendada a la parte de mezzosoprano, fue cuidosa y amorosamente desgranada por Nancy Fabiola Herrera, con la apropiada dosis de padecimiento expresivo en el canto y al servicio del texto. Con semejantes medios vocales e interpretativos, ya nos gustaría que la cantante se prodigara más por el abundante repertorio del oratorio, tan apropiado para sus características.

   Marjukka Tepponen, con una bella y efectista voz de soprano lírica, salió ciertamente triunfante al enfrentarse de forma arrojada al Inflamatus et accensus, con sendos do sobre agudos en sólo cuatro compases que sobresalieron perfectamente sobre el Coro y Orquesta de RTVE -que en esos momentos canta en fortissimo-, aun cuando ya se ha comentado que la disposición de los solistas se ubicaba detrás de la orquesta.

   Sin fisuras -sobre todo en el último de los números (Amen. In sempiterna saecula)- el Coro y la Orquesta de RTVE, que cumplieron a satisfacción en todas sus partes, guiados por el muy comunicativo y efectista maestro Pehlivanian, que realmente realizó una arriesgada lectura de la obra utilizando tempi desacostumbradamente rápidos en general. En el dúo de soprano y mezzosoprano (Quis est homo), creemos que el límite en la adecuación del tempo a lo realmente prescrito por Rossini (largo, de corchea a 69) se sobrepasó excesivamente comprometiendo las agilidades de las dos intérpretes, así como la debida expresividad.

   El Stabat Mater rossiniano, independientemente de si se considera o no como música sagrada sensu stricto, es por derecho propio, una de las grandes obras maestras del Cisne de Pésaro (forma poética con la que se denomina a Rossini) y de la música universal, y programarla constituye un nuevo éxito de los conciertos de la Orquesta y Coro de RTVE cuando su interpretación alcanza, además, tan alto grado artístico en consonancia con su lema de “El arte de la emoción”.

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