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Crítica: Discantus ofrece el segundo concierto del ciclo «El origen de la música medieval europea» de la Fundación Juan March

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Autor: Fabiana Sans
4 de diciembre de 2019

Discantus, en la víspera del cambio

Por Fabiana Sans | @fabianasans
Madrid. 30-XII-2019. Fundación Juan March. El origen medieval de la música europea (siglos IX-XV) [Viernes temáticos]. La música en Notre Dame de París: codificando el ritmo. Discantus | Brigitte Lesne, dirección.

   Hace tan solo unos meses nos tomaba por sorpresa una de las noticias más lamentables de los últimos tiempos: el tejado de la catedral que Notre Dame ardía sin parar, causando pérdidas irreparables en su techo y acabando con la aguja que la caracterizaba desde 1859. Pero, a pesar del enorme daño que esto causó al patrimonio arquitectónico, personas de todo el mundo se volcaron en ayudar en su reconstrucción, lo que recuerda todo lo que esta catedral significa para la historia cultural de la humanidad.

   Programas especiales en torno a la importancia de Notre Dame de Paris, saltaron a la palestra tan alto como días atrás había sido su fuego. Como parte de estos recuerdos imborrables, se hicieron, entre otros, algunos programas de radio por parte de uno de los especialistas más importantes en este ámbito: Juan Carlos Asensio Palacios, quien nos relataba cómo la música había cambiado a partir de la escuela forjada entre las paredes de este recinto. Así, la catedral de Paris, construida entre 1163 y 1345, sería el cimiento de una de las escuelas compositivas más importantes para la historia de la música: la Escuela de Notre Dame.

   Bajo este pretexto, el grupo vocal femenino Discantus, dirigido por Brigitte Lesne, concibió su programa entorno a los principios musicales que empezaron a destacarse y desarrollarse en dicha escuela, y que se reúnen en distintos manuscritos, cuyo máximo exponente es el Magnus Liber Organi. En este concierto, que forma parte del ciclo El origen medieval del la música europea creado y programado por la Fundación Juan March, se pudieron escuchar desde antífonas e himnos, hasta motetes. conductus y otras formas propias de la época con la que nos hicieron revivir durante sesenta minutos el sonido de ese período, que marcó un antes y un después en el establecimiento de las estructuras rítmicas, y se terminaron se asentar las bases de los inicios de la polifonía, gracias a maestros como como Léonin y Pérotin.

   El resonar de las campana de mano marca el inicio de la procesión con la que van ingresando las siete cantantes, mientras, entonan el himno O quanta qualia de Pedro Abelardo. La pieza combina los sonidos de las voces en grupos de solistas y tutti con las campanas, recurso instrumental y sonoro característico de esta agrupación. Prosigue la interpretación de las antífonas Hodie Christus natus est, una de las más destacables y ricas del concierto, y del Ave stella matutina, esta segunda atribuida a Pedro el Venerable e interpretada por un trío de sopranos, grupo en el que se percibieron constantes momentos de descoordinación vocal y desafinación, especialmente en las notas de más agudas y finales. Cierran esta primera parte del programa con el conductus Vite Lucina María, intercalando la ejecución grupal con dos grupos de cuatro cantantes: uno grave de hermosos colores y gran empaste vocal, y uno más agudo poco destacable.

   Discantus, fundado en los años 90, es uno de los conjuntos vocales más importantes del panorama musical, dedicado exclusivamente a la música medieval y de principios del Renacimiento. Sus componentes, todas femeninas, realizan una importante labor de recuperación e interpretación a partir de fuentes manuscritas, lo que les ha permitido confeccionar cada programa con una minuciosidad y cuidado excepcional. Con diecisiete grabaciones a cuestas, la agrupación ha recorrido gran parte de Europa, America y Australia, siempre bajo la coordinación y dirección de Brigitte Lesne.

   El programa continuó con el Kyrie qui passurus advenisti, conservado en el Antifonario de St. Maur des Fossés y el Alleluia V/ Ángels Domini pieza que sobresalió gracias a un amplio juego de voces que nos hizo en falta en gran parte del concierto; la combinación de momentos solísticos, el uso de bordones, tutti, y la perfecta conjunción de voces, nos rememoró a ese Discantus al que estamos habituados, de voces claras y seguras en su interpretación. No así el el motete Hec dies leticie/Hec dies, en la que se pudo prescindir de la soprano solista que entonó con poco atino (por no hablar de afinación, poca dicción y voz constreñida) la primera voz del motete, recuperándose la pieza al interpretarse en grupo. De este espacio son también la secuencia de Pascua Epithalamica y el himno De Marie tympanum, ambas del monje y poeta Pedro Abelardo. Esta última pieza acompañada de las campanas y el pandero revivió a un público que entre toses y estatismo mantenía en sus asientos. Cierra la segunda parte con el organum Benedicamus Domino, atribuido a uno de los maestros de Notre Dame, Léonin, pieza de difícil ejecución que supo sobrellevar el conjunto.

   Llegados a la mitad del programa escuchamos la prosa Gaude Roma, caput mundi de Adam de Saint-Victor, quien según Carmen Julia Gutierrez, musicóloga y presentadora de este concierto, fue quien perfeccionó la poesía rítmica de las secuencias. La pieza, a la que le son añadidos unos bordones en la última parte de la interpretación, le dio paso al Alleluia V/ Tu es Petrus (atribuida a Léonin) que, a pesar de haber salvado las dificultades interpretativas, careció de musicalidad. Lo mismo ocurrió con el gradual Propter veritatem, pieza en la que una vez más nos hace reflexionar si este programa ha sido cuidado con la rigurosidad vocal con el que se caracteriza la agrupación.

   Hasta aquí el concierto transcurrió con grandes altibajos vocales, especialmente, como hemos comentado en la sincronización y afinación entre las voces agudas y poca interacción entre las cantantes, dando la sensación (en ciertos aspectos) de inseguridad hacia parte del repertorio seleccionado para la ocasión. Si bien es cierto que Lesne se destaca por perfeccionar en lo más mínimo los proyectos, y de ello damos fe no solo por sus grabaciones, premios y recorrido artístico, sino por la escucha de otros conciertos, en este caso, sería impropio decir que dicho trabajo se vio reflejado. Queremos pensar que ha sido algo circunstancial o, quizá, la evidencia de la necesidad de una inevitable renovación de plantilla.

   Pero, a pesar de esto, la última parte del concierto hizo meritorio que la Fundación Juan March invitara una vez más a Discantus a uno de sus ciclos. Los motetes Virgo viget/Castrum pudicie/Flos filius y L’autrier/Quant revient/Plus bele/Flos filius, de los manuscritos de Bamberg y Montpellier respectivamente, ganaron la atención del público gracias a una de las mejores interpretaciones del concierto. El primer motete, cantado por el trío de voces graves, de impecable ejecución vocal y con un color propio de estas voces, conectó a través del tenor («Flos filius») con el segundo de ellos, en el que, a pesar de la distinción de los textos, fue de las piezas más claras para el oyente y de las más perfectas en su interpretación. Llega el turno de Pérotin y su Beata viscera, obra de innegable dificultad musical en la que el grupo de Lesne brillo ampliamente. Del mismo autor interpretaron el conductus Vide prophetie, obra conservada en el Códice de Madrid, importante manuscrito que resguarda la Biblioteca Nacional de España como parte de los vestigios castellanos de la Escuela de de Notre Dame.

   Esta última muestra abrió camino para el gran cierre del concierto, el conductus Cum sit omnis caro de Felipe el Canciller, ejecutado con cuatro campanas resonando a lo largo de la pieza en la que cuatro de las cantantes se situaron en distintos puntos de la sala, dejando a las otras tres voces en el centro, creando un efecto íntimo, no solo visual sino auditivamente. Finaliza la presentación con el organum triplum Benedicamus Domino, conservado en el Manuscrito de Florencia. Además, el grupo obsequió a los asistentes con una pieza fuera de programa, despojándose de sus partituras y creando una conexión con la sala que, lamentablemente, se echó en falta en gran parte del concierto.

   Sin duda alguna, este segundo concierto del ciclo no nos ha dejado indiferentes. Como punto positivo, cabe destacar la incorporación de una de sus voces más noveles, la de la mezzosoprano Cécile Banquey, con la que Lesne ha reforzado a la agrupación, aunque sin dejar de lado a algunas de las más veteranas, como Christel Boiron, quien sin duda reflejó gran seguridad en el escenario. A pesar de las circunstancias de toda clase que pueden tener lugar en un concierto, no deja de ser destacable un hecho que no es tan habitual como debería y es que que Discantus ha mantenido una plantilla estable a lo largo de toda su historia, lo que sin duda ha coadyuvado a trazar la dilatada trayectoria de la agrupación. Sin embargo, sin pretender que esto deje de ser así, puede que haya llegado el momento de pensar en una renovación en pro de voces más frescas o en mejor forma, siempre con el objetivo de que este histórico ensamble pueda seguir deleitándonos con la mejor música medieval, como ha acostumbrado a hacer desde su fundación.

Fotografía: Dolores Igleisas/Fundación Juan March.

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