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Crítica: Espinós, Orquesta RTVE y Temes interpretan a Rodrigo, Codina, Torres y Fernández Blanco

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Autor: Mario Guada
17 de febrero de 2017

La orquesta del ente público pone en liza un programa con autores poco interpretados, entre los que se encontraron estrenos y premios de composición.

DE CODINA Y OTROS DESCONOCIDOS

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 16-II-2017 | 20:00. Teatro Monumental. El arte de la emoción. Entrada: 15, 23 y 25 €uros. Música de María Rodrigo, Jacinto Rodrigo, Jesús Torres y Evaristo Fernández. Marta Espinós • Orquesta Sinfónica RTVE | José Luis Temes.

   Comenzaba José Luis Temes agradeciendo, en sus notas al programa del presente recital, al público asistente a dicho concierto por dar una oportunidad a un programa de este calibre, compuesto en su totalidad por autores, que si bien son conocidos en un ámbito reducido de estudiosos e intérpretes, han pasado desapercibidos para el gran público desde hace décadas. Se agradece el detalle, aunque creo que lo correcto en este caso sería dar la enhorabuena y mostrar agradecimiento a quienes han hecho posible la recuperación de este patrimonio. En primer lugar a Radiotelevisión Española, quien por medio de su orquesta sinfónica, y con el impulso en este caso del propio Temes, se ha atrevido a subir al escenario obras de cuatro autores de esos que, lamentablemente, no venden. Después a Marta Espinós, por poner su exigencia artística, su energía desbordante y su pasión desaforada al servicio de la música. Y por último, pero no por ello menos importante, sino todo lo contrario, a Raúl Angulo y Ars Hispana por descubrirnos esa maravilla de concierto, firmado por un tal Codina.

   Se inició la velada con la figura de María Rodrigo (1888-1967), figura de una importancia más que relevante en la historia de la música de este país, a pesar de que apenas hace unos años se ha empezado a valorar en su justa medida. Alumna de todo un Richard Strauss, su azarosa vida y las vicisitudes derivadas de la guerra y el exilio se llevaron por delante la gran parte de su corpus compositivo, por lo que lo poco que se ha conservado ha de ser tratado casi como un tesoro. Era la primera vez que escuchaba una de sus composiciones –la primera noticia de ella me llegó hace unos meses, cuando el propio Temes y la Orquesta del RCSMM recuperaron lo que ha quedado de su legado musical–, y tengo que decir que me sorprendió tremendamente de la calidad que atesora esta compositora. Sus Rimas infantiles esconden, tras su apariencia de sencillez e ingenuidad, una capacidad de orquestación más que interesante, con una notable capacidad de expresión y un magnífico talento para llevar a su apogeo sinfónico algunas conocidas canciones infantiles y de juego, que se insertan de manera brillante en el entramado orquestal.

   La segunda obra supuso quizá el punto álgido de la velada, pues se trataba del estreno en tiempos modernos –me sigue chirriando tanto esta expresión– del Concierto para piano y orquesta del barcelonés Jacinto Codina (¿-1818). Codina, del que apenas se tienen datos biográficos y de quien se conservan tan solo unas pocas composiciones, se desveló esta noche como un excepcional autor, merced al magistral concierto estrenado aquí. Se trata de un manuscrito conservado en el Legado Borbone de la Biblioteca Palatina de Parma –la cual contiene un fondo de música relacionada con España realmente sustancioso–. A pesar de su importancia, no fue hasta hace cuatro años que el musicólogo riojano –que no asturiano– Raúl Angulo y la editorial Ars Hispana recalaron en la importancia de dicho concierto y su autor, en el ámbito de una de sus ediciones dedicadas a las sonatas del propio autor, en la que ya se da cuenta de ser el primer concierto para piano conservado en la historia de la música española, datado c. 1798. Se trata, pues, de una obra relevante, aunque lo es más por la propia calidad compositiva de la obra, como quedó demostrado en las manos de Marta Espinós, que estuvo sensacional, fraseando con gusto y gracilidad, solventando los pasajes virtuosísticos de los movimientos extremos con gran naturalidad, y sobre todo mostrando una energía y expresividad fantásticas. Incluso mostró su gran imaginación y buen conocimiento de la obra en las cadencias improvisadas de los movimientos primero y tercero, introduciendo una fuga, pasajes elaborados sobre los temas principales o algunos momentos juguetones y casi humorísticos. Una licencia que en este ámbito es apreciable y hasta deseable, aunque se encuentre fuera de estilo. Estamos ante una obra que parece seguir más la línea centroeuropea que la puramente italiana, y en la que hay destellos de Mozart o de los dos primeros conciertos beethovenianos. Una pieza de inmensa calidad que ayer recibió, por fin, su justo reconocimiento gracias a Angulo y Ars Hispana, que han elaborado una cuidada edición para la ocasión, demostrando que actualmente son los editores de mayor relevancia y prestigio en cuanto a la música española de la segunda mitad del XVII y todo el siglo XVIII se refiere.

   Para la segunda parte, dos obras absolutamente distintas. La primera de ellas, Tres pinturas velazqueñas, del aragonés Jesús Torres (1965), Premio Nacional de Música en 2012 y uno de los autores contemporáneos más considerados en España. La pieza, de reciente composición, fue galardona con el Premio de Composición de la Fundación BBVA y la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas, en su edición de 2015. Trabajo sustentado sobre referencias pictóricas del gran Diego Velázquez, se elabora en torno a tres movimientos, cada uno de los cuales tiene a un cuadro como elemento central: La venus del espejo, Cristo crucificado y El triunfo de Baco. Interesante escritura por momentos más avanzada, pero que mantiene todavía elementos de la tradición orquestal tardoromántica. Fantástico el trabajo textural, de gran densidad, y hermoso desarrollo tímbrico, especialmente refinado en el segundo de los movimientos. Una obra de gran consistencia, técnicamente compleja y bien definida, que descubrió a muchos –entre los que me encuentro– la obra de este compositor actual.

   El concierto finalizó con la Obertura dramática, obra de 1940, del astorgano Evaristo Fernández Blanco (1902-1993). Compuesta en su refugio pontevedrés de Viascón, huyendo aún de la guerra, para Temes se trata del más admirable poema sinfónico sobre la Guerra Civil española. Compuesta para una enorme orquesta sinfónica, con gran profusión de viento metal –entre los que destacan las ocho trompas–, es una pieza de carácter tremendamente descriptivo, quizá menos elaborada técnicamente que la de Torres, pero realmente obsesiva y efectiva en sus propósitos. Algunos pasajes resultan de una tremenda exigencia rítmica para la cuerda y percusión –gran trabajo del redoblante para mantener el pulso en el pasaje más angustioso de la obra–.

   Hacía bastante que no escucha a la Orquesta Sinfónica RTVE, y la verdad es que me sorprendió gratamente. El trabajo, aún con ciertas mejoras –especialmente en Codina– fue bueno, con una cuerda bien pulida, compacta, y un gran trabajo de las secciones de viento –notable el viento madera– y la percusión –especialmente relevante su actuación en la obra de Torres–. Su versión de las Rimas infantiles de Rodrigo me resultó reconfortante, un gran inicio para la velada. El listón cayó un poco en Codina, una obra que hubiera brillado mucho más con un conjunto especializado, no tanto por el número de miembros de la cuerda –algo excesivo–, sino especialmente por las articulaciones y el poco provecho sacado a las dinámicas de la obra, además de por la sonoridad. Especialmente interesante me pareció el trabajo de los dos oboes aquí, con un elegante juego de diálogos entre ambos y unas disonancias bellamente ejecutadas. En obras como las de Torres y Fernández Blanco es donde se puede apreciar la capacidad de una orquesta de este tipo, y creo que es ahí donde brillaron sobremanera, con un sonido cuidado, un equilibrio bien conseguido entre secciones y con buenas interpolaciones de los solistas.

   Temes, que es quizá uno de los directores españoles con un repertorio más amplio dentro de la música española –al menos desde el tercer cuarto del XVIII en adelante–, se mostró realmente preciso, muy atentos a las entradas, marcando el pulso con un gesto, si bien no excesivamente elegante, sí clarificador y efectivo. Su dirección, que sin duda en Codina pudo exprimir en mayor medida la obra, consiguió aportar momentos de gran interés, especialmente con Torres y Fernández Blanco, obras que conoce bien y en las que pudo extraer un mayor rendimiento de la orquesta. Da la sensación de ser un líder cuando está en el podio, lo que no todos consiguen.

   En definitiva, una velada de sorpresas, tanto compositivas como interpretativas, que nos regaló la primera escucha de ese impresionante concierto de Codina, el cual –estoy seguro, porque así lo merece– deberá pasar a engrosar la lista de las obras españolas más interpretadas en años venideros–.

Fotografía: RTVE.

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